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De Vietnam a Huila: los miedos de la producción del pez basa

Es una especie que podría distribuirse fácilmente en la cuenca del Magdalena, afectando la biodiversidad colombiana. Pese a la incertidumbre de su presencia, se ha impulsado su “domesticación”.

Daniela Quintero Díaz
16 de mayo de 2021 - 02:00 a. m.
El pez basa llega a medir 1,3 metros y pesar 44 kilos. Puede desarrollarse en condiciones difíciles.
El pez basa llega a medir 1,3 metros y pesar 44 kilos. Puede desarrollarse en condiciones difíciles.
Foto: Getty Images

Hace unos días hablé con una persona muy cercana que siempre me pregunta por lo que estoy escribiendo. “Estoy haciendo algo del pez basa”, le dije. “Ah, sí. Los bagres. Son muy bonitos. Yo eché en el lago de mi finca como 800 alevinos de esos. Crecen rapidísimo”, respondió. La tranquilidad con la que contó su anécdota me inquietó bastante. “¿Cómo? Es una especie exótica”, le dije. “Su cría, comercialización y distribución es ilegal en Colombia. Es un delito ambiental. ¿Dónde lo consiguió?”, insistí, bombardeándolo de preguntas. “No, no sabía. Lo compré donde compro otros pescados normalmente, en Huila. Los mandan hasta donde uno les diga e incluso le dicen cómo alimentarlos”. (Lea: Pez sierra, cada vez más cerca a la extinción)

El pez basa (Pangasianodon hypophthalmus), proveniente de la cuenca del río Mekong, en el sudeste asiático, se ha convertido en una de las especies con mayor proyección en la acuicultura del mundo. Su rápido crecimiento (puede alcanzar a medir hasta 1,3 metros) y numerosa reproducción (más de un millón de huevos por desove) lo han llevado a colonizar (en gran medida de manera irregular) diversos lugares en el planeta. Aunque en Colombia no se tienen investigaciones oficiales de su llegada, pues fue introducido de manera ilegal al país, en los últimos años se ha registrado en diferentes puntos de la macrocuenca Magdalena – Cauca. No solo en mercados o pesquerías, sino también en aguas naturales.

Criaderos, tiendas de mascotas y plazas de mercado los venden sin restricción y sin mucho control por parte de las autoridades competentes. No se sabe si llegaron como resultado de actividades de piscicultura ilegal o de captura en medio natural. En puertos de pesquerías continentales también han sido reportados algunos ejemplares y, desde el 2011, los registros de captura y comercialización de este pez han ido en aumento. El comercio de esta especie, que ha generado gran preocupación a nivel internacional, es evidente ante los ojos de muchos, pero pocos se han puesto a hablar de ello.

Lo grave es que diversas investigaciones nacionales e internacionales han insistido en el posible potencial de invasión de esta especie y en los efectos que puede tener en los ecosistemas acuáticos y la biodiversidad. Sobre todo en las especies nativas de la cuenca del Magdalena, considerada como la de mayor riqueza de especies en la región, que han tenido una disminución considerable en la producción pesquera en los últimos años. También es reconocida por ser la cuenca del país con mayor cantidad de especies de peces amenazadas.

Una especie de alto riesgo

En el mundo, esta especie es considerada como altamente invasora. El Instituto Humboldt, tras una solicitud de un concepto técnico sobre el pez basa que hizo el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible en 2012, la catalogó como una especie de alto riesgo. ¿Por qué? Sus características biológicas, entre las que están una dieta amplia (es omnívoro y puede comer desde algas y plantas hasta crustáceos y otros peces), sus elevadas tasas de reproducción, rápido crecimiento (alcanza el kilo en cuatro meses) y su tolerancia a condiciones ambientales extremas pueden desencadenar competencias con las especies nativas de esta cuenca. Incluso, tiene respiración acuática y aérea, lo que le permite sobrevivir en condiciones de muy poco oxígeno disuelto.

Además, en el país cuenta con las condiciones ideales para su desarrollo. Para María Camila Castellanos, del Laboratorio de Ictiología y el instituto de Biología de la Universidad de Antioquia, esta especie no solo tiene la posibilidad de desplazarse a lo largo del río por su carácter migratorio, sino que además en el país tiene disponibilidad de “nicho ecológico”. Es decir, que cuenta con características ambientales para establecerse. Entre esas están la temperatura, zonas bajas con sedimentos y una cuenca de zona tropical. “Para esta especie no sería difícil colonizar estos hábitats colombianos”, asegura. En el mapa se evidencian las áreas de distribución potencial del pez basa en Colombia, con condiciones idóneas para el establecimiento de la especie. Como se sospechaba, muchas se traslapan con los nichos ecológicos de otras especies nativas, como la doncella, el blanquillo y el bagre rayado, catalogadas como vulnerables y en estado crítico de amenaza.

En otras palabras, las mismas características que lo hacen un pez prometedor para acuicultura en el mundo, lo convierten en una potencial amenaza para la biodiversidad del país. Aunque su potencial económico es evidente, hay un costo aún más difícil de definir: el de los impactos ambientales y de la posible pérdida de biodiversidad tras su introducción en nuestros ecosistemas.

“Estamos en un momento crucial, porque en 20 o 30 años podríamos estar en una situación similar a la de los hipopótamos del Magdalena”, asegura Silvia López, doctora en biología y experta en peces de agua dulce. “Los resultados de la introducción de esta especie no se van a ver ya, pero si no se controlan de inmediato, los procesos de erradicación de especies invasoras pueden costar millones de dólares, con pérdidas enormes, no solo monetarias, sino para la biodiversidad”.

Reportes de Bangladesh, donde esta especie invasora también fue introducida, señalan que son comedores voraces y que pueden competir con especies locales por alimento, además que comen cualquier cosa. En India han mostrado que la especie tiene potencial para madurar y reproducirse de forma natural, estableciendo colonias que pueden impactar los ecosistemas y afectar la biodiversidad. Se advierte también de infecciones por parásitos durante su cultivo e infecciones que pueden ser nocivas ante el consumo humano. Brasil, con una biodiversidad similar a la nuestra, también rechazó la importación de esta especie en 2013, luego de un análisis de riesgo realizado por el Instituto de Conservación Ambiental, que la definía como de alto riesgo.

En Colombia, en otras ocasiones se han negado licencias ambientales a acuicultores que pretendían cultivarlo en el país. Sin embargo, la acuicultura y la pesca han sido definidas por este Gobierno como actividades de alta prioridad y el presidente Iván Duque, durante un taller de Construyendo País, en el Huila, se comprometió a impulsar su domesticación.

La autoridad encargada de la declaración de especies domesticadas es la Autoridad Nacional Pesquera (AUNAP). Tras una solicitud de Presidencia dirigió una investigación para conocer, sobre todo, el comportamiento de esta especie en cautiverio y aportar conocimiento a la toma de decisiones. Aunque se trató de una fase inicial de investigación, con la que se obtuvo información parcial, una de las preocupaciones que han surgido desde su publicación es si se cuenta con la evidencia suficiente para que se decida domesticarla.

Para las CAM y la CRA, que también participaron en el estudio, estos son hasta ahora hallazgos preliminares y aún queda mucho por investigar. Para el Grupo de Ictiología de la Universidad de Antioquia, unas muestras pequeñas y una investigación de tres meses no pueden ser concluyentes para tomar una decisión. El Instituto Humboldt sigue sumando esfuerzos para conocer mejor el posible comportamiento de la especie en entornos naturales y sus consecuentes impactos para nuestra biodiversidad. Sin embargo, María Rosa Angarita, jefa de la Oficina de generación del conocimiento y de la información (OGCI) de la AUNAP, y quien estuvo a cargo de la investigación, sus hallazgos “son concluyentes”. Como aseguró a El Espectador, “aunque es una investigación inicial, sobre lo que hicimos estamos seguros. Estamos seguros del comportamiento del animal”.

Sin embargo, todos coinciden en que es necesario tomar acciones urgentes para frenar su cultivo ilegal. Durante dos semanas este diario intentó comunicarse con el Ministerio de Medio Ambiente para conocer qué acciones se estaban impulsando para contrarrestar la producción y venta ilegal de esta especie en el país. Luego de varias insistencias, la única respuesta que se recibió, a través de un mensaje de Whatsapp, decía: “Estamos en proceso de una decisión y, hasta que no se tome, no tendremos declaraciones al respecto”. (Le puede interesar: Las amenazas que rodean a los emblemáticos peces del Magdalena)

 

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