"Es un auténtico vertedero. Detrás de cada roca aparecen un montón de bombas
de oxígeno, latas, lienzos de carpas, zapatos, algo realmente absurdo",
deploró Luc Boisnard desde Nepal, al volver de un primer intento de
escalar al Makalu, de 8.485 metros, donde espera
volver a subir pronto.