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Esta vez no tenía al frente al cerrador de los Indios Charles Nagy, como en aquel otoño del 97 en Miami, pero Cliff Lee imponía el suficiente respeto al completar 10 ponches en apenas siete entradas, con una zurda que lucía indomable. Pero el bate de Édgar Rentería en esta Serie Mundial estaba más caliente que nunca y así se lo demostró al verdugo de los Yanquis en la definición de la Liga Americana.
Y lo hizo no con un hit, como 13 años atrás, sino que al conectarle cuadrangular en la parte alta de la séptima entrada con dos outs y corredores en segunda y tercera, el barranquillero un día después de Halloween se disfrazó de héroe para sellar la cuarta victoria de los Gigantes sobre los Rangers en el Ball Park de Arlington y darles así a los de San Francisco su primer anillo de las Grandes Ligas del béisbol, desde que se mudaron de Nueva York a la bahía.
De nuevo un batazo cargado de historia le permitió al colombiano reconfirmarse en el libro dorado de la gran carpa de la pelota caliente, porque se erigió en bicampeón y no de cualquier forma, ya que se convirtió en el Jugador Más Valioso de la definición (JMV), luego de su cuadrangular en el segundo juego y los tres imparables del cuarto.
Una vez el Niño de Barranquilla la sacó del parque por primera vez en la Serie Mundial 2010, el pasado jueves en el AT&T Park, para dejar 2-0 la ventaja a favor de los Gigantes, el técnico de bateo de la novena de San Francisco, Hensley Meulens, recordó un mensaje recurrente del colombiano en esta temporada. "Él me decía que lo íbamos a necesitar".
En efecto, Rentería tuvo un mal año con tres visitas a la lista de lesionados y le costó orientarse en el plato. Fue sustituido en el campo corto por Juan Uribe y sólo recibió una nueva oportunidad cuando la temporada de Pablo Sandoval se fue al sur y Uribe se trasladó a la tercera base. "Como profesional de este deporte en 15 años ha jugado en los partidos importantes y obtenido grandes éxitos", dijo Meulens. "Perseveró y se fortaleció a partir de sus heridas. Cuando le llegó el momento funcionó bien y su nivel vino en ascenso".
Y vino a aparecer cuando la novena de San Francisco más le necesitaba y su valía marcó la diferencia en la postemporada, por lo que sus compañeros no ahorraron elogio alguno, como el propio Uribe, quien aseguró "que lo que hizo en los juegos multiplicó la confianza del grupo".
"Fui a la lista de lesionados y Dios me dio la oportunidad de recuperarme para que pudiera estar aquí, en la Serie Mundial. Cuando vuelves de una incapacidad, cuesta bastante agarrar el swing, pero con el tiempo lo he recuperado y aprecio mucho a esta organización por la paciencia que tuvo conmigo", dijo entre lágrimas el barranquillero una vez recibió el trofeo que lo distinguió como el Jugador Más Valioso de la Serie.
"No podría estar más feliz por Édgar", dijo el mánager de los Gigantes, Bruce Bochy. "Ha sido un año difícil para él. Las subidas y bajadas, las lesiones. Es un líder en el camerino. Todo el mundo mira hacia él. Es un tipo de admirar y sé que sus compañeros lo hacen", agregó la cabeza del campeón, quien se fundió en un abrazo tan sentido con Rentería, que le alcanzó a golpear con el trofeo.
Igual al colombiano lo curtieron los golpes durante esta temporada, que podría ser la última con los Gigantes y tal vez en Grandes Ligas. "Lo voy a pensar, me tomaré el tiempo necesario para decidir, por ahora a celebrar y vamos a ver qué pasa después", fue lo único que adelantó el Niño convertido desde el lunes en Gigante.
Si es el final, no pudo elegir uno mejor, aunque Bochy advierte que "será bueno tenerlo en el campo corto por la experiencia que tiene" y Meulens está convencido de que "tiene un montón de béisbol todavía". A sus 35 años, Rentería parece no dejar duda de vigencia, como tampoco de que desde que llegó a las Grandes Ligas su bate está bendecido por la gloria.