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Las leyes mordaza

PREOCUPA POR ESTOS DÍAS LA LIBERtad de prensa en el continente.

El Espectador
16 de septiembre de 2009 - 11:00 p. m.

Aunque el grado de intimidación y las herramientas utilizadas para silenciar a los periodistas difieren entre países, la constante parece ser la de un claro enfrentamiento con los poderes gubernamentales. Bajo la égida de Hugo Chávez, Venezuela lleva la delantera pero no está sola en su decidida oposición a la prensa. Le acompañan Ecuador y más recientemente Argentina. Bolivia, Guatemala y Honduras no se quedan atrás. México aporta lo propio bajo el asedio del narcotráfico que lleva a que el periodista decida entre la muerte y la autocensura y Colombia, como se sabe, no está exenta del acoso a periodistas que sistemáticamente son fisgoneados de manera ilegal y, de tanto en tanto, judicializados.

En Argentina el escándalo suscitado por un operativo en las instalaciones del diario Clarín en el que participaron 200 inspectores de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) prendió las alarmas de la comunidad internacional. Con la excusa de la realización de una inspección fiscal de la que se intuye, por lo aparatoso y policivo del procedimiento, obedeció a propósitos intimidatorios, el periódico, valiente crítico de las erráticas políticas agrarias del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, sufrió un embate más. Ya antes al grupo de comunicación le habían sido retirados los derechos que tenía a la transmisión del fútbol y se discute, para este conglomerado y en general la prensa y radio argentinas, una polémica ley de medios audiovisuales que insiste en imponer trabas como la de las licencias de funcionamiento que habrían de ser renovadas cada cierto tiempo por un organismo oficialista.

Del lado de Venezuela quizá quien más ha resistido a los desmanes del caudillo es Alberto Federico Ravell, director del canal Globovisión, contra el que llueven ofensas y diatribas y con quien la pelea viene de tiempo atrás, cuando fue acusado de acompañar a las fuerzas opositoras en un golpe de Estado. “El presidente ya nos tiene acostumbrados a sus amenazas”, sostuvo Ravell, justo antes de anunciar que recién fueron cerradas 34 emisoras y otras 29 trabajan bajo el mismo ultimátum. Así como en Ecuador el presidente Rafael Correa mantiene una disputa con un sector de la prensa escrita que sin reparos ha denunciado lo que considera son escándalos de corrupción en los que estaría involucrado el propio hermano del primer mandatario, el Ejecutivo venezolano considera que los medios de comunicación requieren todo tipo de limitaciones.

Igual situación vive la prensa en Nicaragua. Y ya no sólo por el asedio abierto sino por el clima de polarización al que ha llevado a su país el dirigente Daniel Ortega, quien hace caso omiso de las agresiones físicas de algunos sandinistas contra miembros de la prensa independiente y se empeña en centralizar la publicidad oficial.

Y así Bolivia, en donde el Presidente Evo Morales cuestiona en términos que no convienen a todo el que hace pública informaciones que le son contrarias y en donde existe una honda preocupación por la integridad física de los periodistas, que son deliberadamente atacados sin que se conozcan, y tal es el caso de un episodio reciente, los móviles de las agresiones o el paradero de los utensilios de trabajo que les arrebatan.

En síntesis, el mal es común y ya no sólo en países en los que gobierna algún izquierdista radical que no repara en las formas. Hay acciones soterradas igual y aun más efectivas. No estará fácil la reunión de emergencia a la que han convocado, para el día de mañana en Venezuela, organizaciones internacionales y nacionales del periodismo. Las estrategias empleadas para amordazar son de diversa índole. O bien se ejerce presión judicial que silencia a punta de chantajes que anuncian demandas penales —cuando no las hacen efectivas—, o bien se acude al ordenamiento jurídico en busca de leyes ideológicas que ejercen el control de los contenidos. Y siempre es probable que, junto a estas dos o por separado, se intente ejercer presión económica que es, se sabe, por donde más vulnerables son algunos medios de comunicación en la actualidad. Y en particular la prensa escrita.    

Por El Espectador

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