Fundamentalmente trabajos de infraestructura previamente acordados con la Fifa, que a largo plazo repercutirán positivamente en la calidad del espectáculo y en la seguridad de los hinchas.
El Mundial Sub-20 se disputará en Bogotá, Medellín, Manizales, Barranquilla, Cali, Pereira, Cartagena y Armenia. Ocho ciudades, con sus estadios y aficionados, que tendrán que guardar paciencia ante la realización de trabajos de renovación de los estadios, so pena de entrar en inútiles discusiones con las autoridades encargadas de adelantar las obras.
Sin embargo, ya el controvertido presidente de Millonarios, Juan Carlos López, tan pronto se enteró de que la tribuna occidental del Campín estará cerrada por un año, lamentó lo que, en su opinión, tendrá “una implicación económica muy seria”. Los miedos de López, semejantes a los de otros dirigentes de los equipos de fútbol, son perfectamente entendibles, pero debe quedar claro que todos estaban al tanto de las restricciones que tienen que imponerse para cumplir con las obligaciones adquiridas con la Fifa.
Además, los bajos promedios de asistencia del público durante el segundo semestre de 2009 en los distintos estadios hacen pensar que no hay mayores razones para dramatizar la situación. Con 25.044 personas en promedio para 12 partidos como local, Nacional lidera la lista de equipos con mayor asistencia. Le siguen Medellín, con un promedio de 22.163 y 13 juegos, Santa Fe con 14.911 en 12 juegos y Millonarios con 18.407 y 9 partidos disputados en el Campín. Por eso no es convincente hablar de compensaciones.
No obstante, la ocasión sí es propicia para reabrir un viejo debate en Colombia: la poca cantidad de estadios de fútbol con que hoy cuentan las ciudades. Bogotá, por ejemplo, que se precia de tener una hinchada numerosa, dispone de un solo estadio de talla internacional. Igual ocurre con otras ciudades del país. Por tal razón, para citar otro caso, entre el 1° de marzo y el 15 de julio está prevista la realización de los Juegos Suramericanos en la capital antioqueña, ante lo cual, ni Nacional ni Medellín tendrán acceso al escenario. Por más que se discuta, ambas instituciones se verán obligadas a buscar soluciones pragmáticas que no los perjudiquen sin desatender sus obligaciones.
Hay quienes creen que el tema pasa por el aplazamiento de una decisión de Estado y sus autoridades o del sector privado y los mismos clubes profesionales: la construcción de nuevos y más ambiciosos estadios de fútbol. Sin duda, un paso necesario que no se ha dado y que hoy nos ubica comparativamente en el patio trasero de América Latina, por debajo de las capitales de Ecuador y Venezuela, por no hablar de Argentina o Brasil, con múltiples estadios.
Estamos lejos, es verdad, y con la urgencia de la mayoría de clubes de modernizar sus métodos de capitalización ante los enormes costos que hoy representa sostener el fútbol profesional, la solución no se vislumbra. La única excepción es el Deportivo Cali, que poco a poco se acerca a la hora de estrenar su estadio. En Bogotá, ni siquiera con el interés de la Alcaldía por promover un segundo estadio ha sido posible. Donde quiera que se propone, la comunidad sale a rebatir el tema por las incomodidades en que se ha convertido vivir en los alrededores del estadio.
Así las cosas, no hay nada que hacer. Las obras de adecuación de los estadios tienen que hacerse y los clubes profesionales, al igual que los aficionados, asumir que el tema no tiene reversa. Lo demás es oportunismo, demagogia o un escenario de replanteamiento de cifras entre las alcaldías y los equipos. El Mundial Sub-20 es un compromiso internacional y así no existiera, los estadios requieren mantenimiento por la seguridad de todos los que suelen ocuparlos.