La duración de las llantas es una preocupación constante para conductores particulares y especialistas en seguridad vial. Si bien es tentador buscar una cifra única que defina su vida útil, lo cierto es que la respuesta depende de múltiples variables. Factores como el tipo de vía, el estilo de conducción, el mantenimiento preventivo o el clima inciden directamente en el desgaste de estos elementos indispensables para la seguridad y el desempeño del vehículo. Sin embargo, existen criterios técnicos y recomendaciones que permiten establecer parámetros confiables para tomar decisiones informadas.
Camilo Millán, responsable de marketing de producto en Michelin, señala que existen dos motivos principales por los que conviene aprovechar al máximo el rendimiento de las llantas. El primero está relacionado con la sostenibilidad, ya que al prolongar su uso se reduce la frecuencia de reemplazo, lo que implica una menor demanda de recursos y un menor impacto ambiental. El segundo tiene que ver con la economía del conductor, pues cambiar las llantas antes de tiempo implica gastos innecesarios que podrían evitarse si se respetan los ciclos de desgaste reales.
Millán advierte que, a partir del quinto año de uso, es fundamental realizar una revisión anual con un profesional. Durante ese tiempo, las llantas han podido enfrentarse a varias condiciones de terreno, impactos o incluso daños estructurales que no siempre son visibles a simple vista. Esta revisión periódica permite detectar anomalías a tiempo y prevenir riesgos. Asimismo, establece un límite claro: si las llantas no han sido reemplazadas tras 10 años desde su fecha de fabricación, deben cambiarse como medida preventiva, independientemente del estado aparente, incluyendo la llanta de repuesto.
Para Millán, en lo que respecta al desgaste visible, la legislación vigente establece que una llanta debe ser sustituida cuando la banda de rodamiento alcanza una profundidad inferior a 1,6 mm. “Para facilitar esta verificación, las propias llantas incorporan indicadores de desgaste, que son elevaciones ubicadas entre los surcos y permiten comprobar la profundidad sin necesidad de instrumentos adicionales”, afirma. Asimismo, resalta que, en el caso de Michelin, se añaden protuberancias en el hombro del neumático que facilitan la ubicación de dichos indicadores.
Entretanto, conocer la edad exacta de una llanta es posible gracias al código DOT, una inscripción en su costado que incluye cuatro cifras: las dos primeras indican la semana de fabricación y las dos siguientes, el año. “Este dato es clave para saber si ya se ha alcanzado el umbral de los cinco años y si es momento de empezar con las revisiones periódicas sugeridas por los fabricantes”, añade Millán.
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¿Cómo evitar el desgaste prematuro de las llantas?
El desgaste de las llantas es un proceso inevitable, ligado al uso del vehículo y al paso del tiempo. Sin embargo, puede acelerarse considerablemente si no se toman medidas básicas de cuidado. Aunque parezca un detalle menor, mantener la presión adecuada es uno de los factores más determinantes para conservarlas en buen estado. Millán insiste en la importancia de revisar la presión al menos una vez al mes en las llantas en uso y, en el caso de la llanta de repuesto, al menos una vez al año. “Las llantas subinfladas, además de desgastarse de forma más rápida e irregular, aumentan el consumo de combustible debido a la mayor resistencia a la rodadura”, enfatiza.
No obstante, el exceso de presión tampoco es recomendable. Millán aclara que las llantas sobreinfladas también son propensas al desgaste prematuro, especialmente en la zona central de la banda de rodamiento. Por ello, ajustar la presión conforme a las especificaciones del fabricante —generalmente disponibles en la puerta del conductor o el manual del vehículo— es clave para prolongar su vida útil.
Otro aspecto crítico que señala el experto es la exposición a impactos. Golpear bordillos, pasar con velocidad sobre baches o badenes puede dañar la estructura interna de la llanta, incluso si no hay una deformación visible. Además, este tipo de impactos puede alterar la geometría del vehículo, lo que a su vez genera un desgaste irregular en las llantas.
El correcto almacenamiento también juega un papel importante, especialmente para quienes alternan llantas de clima frío y cálido. Según Millán, cuando no se están utilizando, las llantas deben almacenarse en un lugar limpio, ventilado y protegido de la intemperie. “Las temperaturas extremas, tanto altas como bajas, aceleran el envejecimiento del caucho. Por eso se recomienda guardarlas en un sitio templado, lejos de la luz solar directa y de fuentes de calor o humedad”, destaca.
Finalmente, Millán advierte sobre un riesgo común en carreteras mojadas: el aquaplaning. Este fenómeno ocurre cuando el agua no logra evacuarse correctamente de la banda de rodamiento, generando una capa entre la llanta y el pavimento que hace perder tracción y control del vehículo.
A medida que las llantas se desgastan, disminuye la profundidad de los surcos encargados de canalizar el agua, lo que aumenta la probabilidad de sufrir este tipo de deslizamiento. El experto aclara que, en el caso de marcas como Michelin, el diseño de la banda de rodamiento está optimizado para conservar su capacidad de evacuación incluso al final de la vida útil, lo que contribuye a reducir significativamente este riesgo.
En conjunto, adoptar estos hábitos de mantenimiento no solo prolonga la vida útil de las llantas, sino que también mejora el desempeño del vehículo, reduce costos operativos y refuerza la seguridad al conducir.
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