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La búsqueda del amor era sinónimo de miradas cruzadas en un cafetería, charlas interminables por teléfono fijo y cartas escritas a mano. Hoy, en plena era digital, la historia es muy distinta. Basta con deslizar el dedo hacia la derecha para coincidir con alguien que, tal vez, esté buscando lo mismo que usted… o todo lo contrario.
Las aplicaciones de citas como Tinder, Bumble o Grindr han transformado radicalmente la forma en la que las personas interactúan, se conocen y se vinculan emocionalmente. Pero más allá de su practicidad, ¿estas plataformas están ayudando al bienestar emocional o lo están saboteando silenciosamente?
Para el psicólogo clínico y sexólogo Daniel Reyes Camargo, especialista en relaciones afectivas contemporáneas, “el auge de las aplicaciones de citas responde a una necesidad humana de conexión, pero también a una cultura de inmediatez que está reconfigurando las dinámicas del apego y del deseo. Lo preocupante es que muchas personas, especialmente jóvenes, están desarrollando su identidad afectiva bajo parámetros algorítmicos que no siempre son sanos”.
Según Reyes, las aplicaciones de citas “han democratizado el acceso a conocer nuevas personas, lo cual puede ser positivo en términos de apertura social, especialmente para quienes tienen dificultades para socializar en entornos tradicionales. Pero este beneficio viene acompañado de efectos secundarios que no deben ignorarse”. Entre ellos, el especialista menciona el aumento de la ansiedad, la disminución de la autoestima y la dependencia de validación externa.
“Recibo muchos pacientes que me dicen que se sienten emocionalmente drenados tras usar Tinder por varias semanas. Lo que debía ser una experiencia placentera termina generando frustración. Hay una ilusión de abundancia de opciones, pero una gran dificultad para conectar con autenticidad. Las personas entran en una lógica de consumo en la que el otro se vuelve desechable si no cumple ciertas expectativas visuales o conversacionales en los primeros minutos”, señala el experto.
Un estudio de la Universidad de Texas, publicado en la revista Body Image, reveló que los usuarios frecuentes de Tinder reportan mayores niveles de insatisfacción corporal que quienes no utilizan la aplicación.
El estudio, realizado en 2016, encuestó a más de 1.300 estudiantes universitarios y encontró que tanto hombres como mujeres que usaban Tinder eran más propensos a sentirse mal consigo mismos físicamente.
Aunque no se estableció una relación causal directa, los investigadores concluyeron que “la constante exposición a la evaluación superficial, combinada con el énfasis en la apariencia física, refuerza patrones de comparación que pueden erosionar la autoestima”.
Reyes coincide con este análisis: “estamos hablando de una herramienta que refuerza la lógica visual como principal criterio de valor. El problema no es que nos guste lo bonito, eso es natural. El problema es que se pierde el contexto humano detrás de una foto. Muchos usuarios creen que están siendo rechazados como personas cuando en realidad son descartados en milésimas de segundo por una imagen que ni siquiera representa todo lo que son”.
Pero el impacto va más allá de la imagen. También se pone en juego la percepción del tiempo, el compromiso y la tolerancia a la frustración. “La cultura del swipe –dice Reyes– ha generado una baja tolerancia al esfuerzo afectivo. Cuando alguien no responde un mensaje rápido o la cita no cumple con nuestras expectativas inmediatas, se busca a otra persona. Este reemplazo constante impide que se construyan vínculos profundos, porque nadie quiere pasar por el proceso incómodo de conocer de verdad al otro”.
Este fenómeno también afecta la forma en que las personas interpretan el rechazo. “Antes, cuando alguien no estaba interesado en uno, al menos había una interacción directa, una conversación. Ahora simplemente desaparecen. El ghosting se ha normalizado como una forma de terminar vínculos, lo cual deja a muchas personas con sentimientos de angustia, incertidumbre y baja autovaloración. Me lo dicen mucho: ‘¿Qué hice mal?’, ‘¿Por qué dejó de escribirme de un día para otro?’ Y esa falta de cierre emocional acumula ansiedad, especialmente en personas con apegos inseguros”.
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Sin embargo, no todo es negativo. El psicólogo reconoce que también ha visto casos en los que las aplicaciones han servido para formar relaciones duraderas y satisfactorias.
“No se trata de satanizar estas plataformas. Lo importante es el uso que se les da. Cuando una persona tiene claridad en lo que busca y límites emocionales bien definidos, puede navegar estas apps sin dañarse. Incluso pueden ser útiles para explorar nuevas formas de vinculación, como relaciones abiertas o citas queer, que no siempre encuentran espacio en los círculos sociales tradicionales”.
El problema, dice Reyes, es que muchas personas entran a estas plataformas sin esa claridad. “Hay quienes buscan amor, otros buscan sexo, otros compañía momentánea, y todo eso convive en el mismo espacio sin reglas claras. Por eso, se generan tantos malentendidos y decepciones. La aplicación no es el enemigo, pero sí un escenario donde nuestras heridas emocionales pueden amplificarse”.
En este contexto, el bienestar emocional requiere un trabajo consciente por parte del usuario. “Hay que preguntarse: ¿por qué estoy usando esta app? ¿Qué espero sentir? ¿Qué hago cuando no obtengo lo que quiero? Muchas veces las personas usan Tinder como una forma de evadir la soledad o de anestesiar un duelo. Pero eso es como tomar un analgésico sin curar la herida: tarde o temprano, el dolor vuelve”.
En línea con esta reflexión, Reyes propone una serie de recomendaciones para quienes deseen cuidar su salud emocional mientras usan apps de citas:
1. Poner límites de tiempo de uso: no se trata de estar todo el día deslizando. Limite su exposición y revise cómo se siente después de usar la aplicación.
2. Tener claridad de intenciones: sea honesto con usted mismo. ¿Está buscando algo serio o algo casual? Decirlo desde el principio evita malos entendidos.
3. No confundir validación con autoestima: el match no es una medida de su valor personal. Muchas veces es cuestión de algoritmos y gustos subjetivos.
4. Evitar el multitasking emocional: hablar con muchas personas a la vez puede parecer divertido, pero termina siendo emocionalmente agotador.
5. Aceptar el rechazo como parte del proceso: no todo el mundo le va a gustar, y eso está bien. No personalice el rechazo. A veces simplemente no hay química.
“Estamos aprendiendo a amar en un mundo nuevo, donde la tecnología media casi todas nuestras relaciones, pero lo esencial sigue siendo lo mismo: el deseo de ser vistos, comprendidos y amados. Si las apps nos ayudan a eso, bienvenidas. Pero si nos alejan de nosotros mismos, entonces es hora de apagar el celular y volver a mirarnos con calma”, concluye Reyes.
