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Durante décadas, la sexualidad ha sido uno de los temas más postergados en la crianza de los hijos. En muchos hogares, aún se evita, se minimiza o se reduce a advertencias básicas sobre “tener cuidado” o “protegerse”. Sin embargo, hoy más que nunca, con el acceso temprano de niños y adolescentes a contenidos sexuales en internet, redes sociales y medios, hablar de sexualidad en casa no es solo importante, es urgente.
Andrés Cárdenas, psicólogo clínico y sexólogo de Profamilia con más de 15 años de experiencia en orientación familiar, sostiene que uno de los errores más frecuentes es considerar que hablar de sexualidad con los hijos es sinónimo de promover la actividad sexual. “La sexualidad no comienza en la adolescencia, está presente desde el nacimiento. Y no se trata solamente del acto sexual, sino de cómo nos relacionamos con el cuerpo, los afectos, el consentimiento y la identidad”, explica.
Para Cárdenas, muchos adultos hoy se sienten incómodos al abordar el tema porque ellos mismos no recibieron educación sexual adecuada en su infancia. Esa falta de referentes dificulta el diálogo con sus hijos. Sin embargo, insiste en que no se necesita ser un experto ni saberlo todo: lo esencial es estar dispuesto a escuchar y acompañar.
Según su experiencia, lo más adecuado es que la educación sexual comience desde los primeros años de vida. En etapas tempranas, puede iniciarse con cosas tan sencillas como enseñar los nombres correctos de las partes del cuerpo, fomentar el respeto por los límites personales y dejar claro que nadie puede tocar el cuerpo del niño sin su consentimiento.
Otro error común, señala, es esperar a que los hijos pregunten para empezar a hablar del tema. Para entonces, es probable que ya estén recibiendo información —y desinformación— de otras fuentes. “Si un adolescente encuentra primero el porno antes que una conversación en casa, su idea de lo que es una relación puede estar completamente distorsionada”, comenta.
Un estudio publicado en 2023 por la Universidad de Harvard, en la revista Pediatrics, confirma esta preocupación. La investigación, que analizó las experiencias de más de 3.500 adolescentes en Estados Unidos, concluyó que aquellos que mantienen conversaciones frecuentes y de confianza con sus padres sobre sexualidad, consentimiento y relaciones saludables tienden a iniciar su vida sexual más tarde, a usar métodos anticonceptivos de forma constante y a establecer relaciones más respetuosas.
La clave, según los hallazgos, no es la cantidad de información técnica, sino la calidad del vínculo familiar. Los jóvenes que sienten que pueden hablar libremente en casa toman decisiones más informadas y responsables, incluso cuando se enfrentan a presiones externas.
Cárdenas insiste en que no se trata de una “gran charla” que se da una sola vez. Lo ideal es mantener conversaciones abiertas, constantes y naturales, sin que parezcan lecciones forzadas. Recomienda aprovechar situaciones cotidianas, como una escena en una serie o una pregunta espontánea, para introducir el tema.
También subraya la importancia del lenguaje claro y apropiado para cada etapa. Los más pequeños necesitan explicaciones simples y concretas, mientras que los adolescentes requieren información más detallada, acompañada de una reflexión sobre emociones, respeto mutuo y límites personales.
En esa misma línea, considera fundamental hablar de consentimiento y diversidad. Para muchos padres, estos siguen siendo temas difíciles, pero ignorarlos puede generar más confusión y malestar en los hijos. “Hay niños y adolescentes que no se sienten reflejados en los modelos tradicionales y necesitan saber que está bien tener dudas, sentirse distintos o no encajar en lo esperado”, advierte.
Uno de los riesgos de no hablar en casa, explica, es que los jóvenes terminen educándose exclusivamente a través del contenido digital. La mayoría de las veces, ese contenido no refleja relaciones reales ni respetuosas. “El porno no es una guía de educación sexual. Enseña cuerpos irreales, prácticas sin afecto y relaciones sin consentimiento. Si eso es lo único que ven, difícilmente sabrán identificar una relación sana”.
Entre sus recomendaciones para padres y cuidadores, Cárdenas sugiere:
1. Normalizar el tema: No hay que esperar un momento solemne. Se puede hablar del cuerpo y las emociones desde la infancia, sin temor ni vergüenza.
2. Responder con sinceridad: Es mejor admitir que no se sabe algo a inventar o evadir. Buscar juntos la respuesta puede ser una forma de fortalecer la relación.
3. Evitar los juicios: Cuando los hijos perciben que todo será criticado o prohibido, dejan de contar lo que les pasa.
4. Enseñar con el ejemplo: La forma en que los adultos hablan de otros, expresan afecto o respetan los límites influye más que cualquier charla.
5. Escuchar más que hablar: Muchas veces los hijos no buscan una clase, sino alguien que los escuche sin minimizar lo que sienten.
Al llegar a la adolescencia, los cambios físicos y emocionales hacen que muchas familias sientan que han perdido el control. Pero es justamente en esa etapa cuando más se necesita una guía firme, sin imposiciones, basada en el respeto y la confianza.
“Controlar no es acompañar. Los adolescentes no necesitan vigilancia constante, sino adultos disponibles que los orienten sin imponerles el miedo como método”, señala Cárdenas. La vigilancia sin diálogo suele provocar el efecto contrario: distancia, silencios y decisiones ocultas.
Hablar de sexualidad también implica hablar de afecto, autoestima, responsabilidad, género, consentimiento, placer, emociones y relaciones. Es una conversación compleja, sí, pero absolutamente necesaria.
En una era donde un adolescente puede acceder a miles de imágenes sexuales explícitas desde un celular sin supervisión, la mejor estrategia de protección no es el silencio ni la prohibición, sino la conversación.
Educar en sexualidad no significa romper la inocencia, sino construir herramientas para vivir con respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Un hogar donde se puede hablar abiertamente de estos temas es también un hogar más seguro, más amoroso y más libre.
Y, como insiste Cárdenas, hablar de sexualidad no se trata de saberlo todo, sino de estar ahí cuando nuestros hijos más lo necesitan. Porque si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará —y no siempre con buenas intenciones.
