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Solemos creer que una persona manipuladora tiene rasgos especialmente marcados que nos advertirían y nos harían huir de inmediato si nos topáramos con ella: una mirada penetrante, actitudes hirientes sin filtro, indiferencia, poca o nula comunicación... casi un letrero de “peligro” que se asomaría si fuese posible.
Pero la manipulación tiene tantas caras como formas de ejercerse. La vulnerabilidad, las carencias o simplemente la confianza en otra persona provocan que las víctimas queden atrapadas en un ciclo violento, especialmente cuando este se minimiza o se normaliza.
Seguramente, todos hemos escuchado alguna vez frases como “nunca había sentido esto”, “creo que nos conocemos de otra vida”, “es la primera vez que conecto con alguien así”, ”eres perfecta/perfecto para mí”. Estos halagos, aparentemente inocentes, suelen darse durante las primeras semanas de conocerse y forman parte de una práctica denominada Love bombing.
La víctima, aunque pueda desconfiar al principio, acaba desarmándose ante la aparente sinceridad de las palabras. No importa el poco tiempo de interacción que se haya tenido. A diferencia de un vínculo explícitamente violento, aquí no hay señales de alerta tan visibles.
¿Qué es?
El Love bombing es, en sí, una forma de manipulación, pero más sutil. Como si nos golpearan en la cabeza con un palo de madera, pero envuelto en espuma, y con una melodía alegre que convierte la escena en algo casi encantador.
“Las personas con baja autoestima suelen ser las principales víctimas, puesto que al recibir constante atención y validación al inicio de la relación se ven más fácilmente atrapadas en este patrón de dependencia”, señala Anna Ballester Galí en su estudio GASLIGHTING, LOVE BOMBING Y BREADCRUMBING: violencia psicológica sutil y su afectación en la autoestima de las mujeres.
Los comportamientos del agresor no son evidentemente groseros, violentos ni abusivos —o simplemente no resultan perceptibles al inicio—. ¿Por qué? Porque el bomber necesita despertar credibilidad para construir el vínculo y, así, ejercer manipulación sobre el otro sobre un terreno emocional más bien débil.
¿Cuáles son las señales?
Al comienzo, la persona que manipula dedica atención intensa a la “pareja”, y generan cercanía rápidamente. Después, cuando se ha ganado cierta confianza, aparecen las críticas, las formas de control y las actitudes que minan la seguridad, provocan dudas y dependencia.
Con el tiempo, la relación puede alternar entre momentos de distancia y de cercanía. Comienza un ciclo que confunde a la víctima, quien a toda costa planta sus esfuerzos en mantener la relación “como era al principio”. Los recuerdos que coleccionó y las sensaciones previas que experimentó dificultan que ahora pueda distanciarse.
Es importante tener en cuenta que, muchas veces, la primera ruptura no siempre ocurre de golpe. En ocasiones, el bomber puede tomar distancia gradualmente, desaparecer, acercarse de nuevo y reiniciar el ciclo.
Para entenderlo un poco a través del humor...
Según la app de salud mental Selia, el Love bombing se manifiesta a través de ciertas conductas desde el inicio de la relación y reconocerlas ayuda a entender cómo funciona la dinámica. Veamos cuáles son.
- Atención constante: desde los primeros encuentros, la persona puede mostrar un interés excesivo mediante mensajes, llamadas o regalos frecuentes. Pueden resultar abrumadores, sí, pero luego se convierten en parte de la rutina diaria y despiertan sentimientos en la víctima.
- Declaraciones de afecto anticipadas: el manipulador expresa sentimientos intensos más rápido de lo normal, haciendo que la víctima se sienta especial antes de que la relación se consolide: “me encantas, pero dejemos que fluya”.
- Aislamiento progresivo: busca alejar a la víctima de su círculo social o de su familia, sugiriendo que solo él o ella la comprende o que los demás no la valoran adecuadamente. Brinda soporte en los momentos en donde hay alta vulnerabilidad y ausencia de redes de apoyo.
- Celos y control disfrazados de “preocupación”: estas conductas parecen un acto cuidado al principio, pero buscan supervisar y limitar la libertad de la persona afectada.
- Cambios bruscos en el comportamiento: alterna entre afecto intenso y distancia. “Hacerse extrañar” refuerza la dependencia emocional.
¿Y los efectos?
Los comportamientos del agresor llenan una gran cantidad de vacíos. Parecen curar, incluso, heridas pasadas y hacen creer a la parte contraria que la situación es ideal y precisa. Parece que, finalmente, se ha coincidido en algo perfecto.
Pero cuando todo termina, comienza el síndrome de abstinencia, los ataques de pánico o ansiedad, la sensación de insuficiencia, el miedo a involucrarse sentimentalmente más adelante con alguien más e, incluso, una distorsión en la que se justifican los comportamientos abusivos a través de la culpa.
La víctima se pregunta: “¿Qué hice mal?”, “¿Por qué dejó de hablarme de la nada?”, “¿Habré dicho algo que lo enojó?”, “¿Por qué se pone distante sin razón alguna?”.
Según el estudio de Ballester, citado anteriormente, hay dos características principales que comparten prácticas como el Gaslighting, el Love bombing y el Breadcrumbing.
La primera es que las personas afectadas son mayoritariamente mujeres, lo que demuestra los patrones de desigualdad y vulnerabilidad que nos hacen más propensas a quedar atrapadas en dinámicas de manipulación emocional. La segunda es que estas conductas sí tienen efectos negativos en la salud mental: investigaciones muestran que quienes las experimentan pueden ver afectada su autoestima, sentirse más inseguras o incapaces de confiar plenamente en su propio juicio.
Salir o desprenderse a tiempo de un vínculo, sea o no “oficial”, es una tarea compleja. Reconocerse como víctima no está mal ni es motivo de debilidad, burla o exageración.
Buscar ayuda profesional y exteriorizar lo que lastima es una forma de protegernos, de priorizarnos. Aunque la relación no parezca extrema —y la sensación de adrenalina o placer sea “equivalente” al dolor—, puede generar desgaste emocional y, con el tiempo, llevarnos al desborde. Porque, como con todas las armas, siempre hay alguien dispuesto a encontrar más cartuchos para seguir disparando.
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