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Hablar de relaciones implica, inevitablemente, hablar de dependencia. Los seres humanos no somos islas emocionales. Siempre buscamos pertenecer a un sitio y necesitamos de la conexión con otros para desarrollar distintas esferas de nuestra vida.
Esta interdependencia es natural, sí, pero existe una diferencia importante entre compartir la vida con alguien y comenzar a depender emocionalmente de esa persona para sentirnos completos y satisfechos.
La dependencia emocional aparece cuando el vínculo deja de ser una elección y comienza a funcionar como una fuente casi que exclusiva de bienestar, validación o seguridad personal. Cuando nuestra pareja se convierte en la muy reconocida “media naranja”. Cuando el amor comienza a mezclarse con el miedo a estar solos, a ser abandonados o a no ser suficientes sin la presencia del otro.
Es cierto que esto suele confundirse con entregarnos totalmente, pero en realidad se trata de una dinámica emocional que catapulta las relaciones a algo muy poco saludable.
Conozcamos un poco más.
Cuando el amor se confunde con necesidad
La psicóloga Marina Mammoliti, desde los contenidos divulgativos de su plataforma Psi Mammoliti y su podcast Psicología al Desnudo explica que la dependencia emocional se manifiesta cuando una persona empieza a perder su autonomía dentro del vínculo y que es un proceso gradual en el que se dejan de priorizar los deseos propios, intereses o proyectos para enfocarse casi exclusivamente en sostener una relación.
Allí mismo, habla de que este tipo de vínculos se caracteriza por una “erosión progresiva” de la identidad personal. Esto se ve en las decisiones —no importa si son muy importantes o no—, que pasan a depender de la opinión de la pareja. También se abandonan amistades, espacios o actividades individuales, hay un encierro casi que inconsciente y se está bajo la sensación de que todo lo verdaderamente relevante ocurre con y para esa persona.
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Aparece el miedo al abandono y, con él, la idea de que la relación pueda terminar. Eso genera ansiedad, angustia o comportamientos de control sobre el otro, porque se teme a la soledad más que a la permanencia perjudicial en un vínculo. A esto se le suma el sacrificio excesivo: muchas personas empiezan a ceder sueños, metas o necesidades con tal de evitar conflictos o asegurar un “final feliz”, aun cuando ese desequilibrio termina produciendo frustración y desgaste emocional.
En el mismo artículo de la web de Psi Mammoliti se plantea que este tipo de dependencia suele estar conectada con patrones de apego aprendidos a lo largo de la historia emocional de cada persona. Puede ser por experiencias en la infancia, vínculos inseguros o carencias afectivas que predisponen a relaciones basadas “más en la necesidad que en la elección consciente”.
☝🏼Compartimos este episodio de Psicología Al Desnudo que puede expandir un poco más el panorama acerca de la dependencia emocional.
Entonces... ¿cómo avanzar hacia relaciones más sanas?
De acuerdo con sus recomendaciones, el trabajo para transformar estos vínculos comienza por reconocer la existencia de la dependencia, aceptar que algo no está funcionando.
Hay que trabajar en poder hablar en pareja sobre inseguridades, miedos y expectativas sin temor a ser juzgados. Y, partiendo de eso, recuperar espacios individuales: retomar actividades personales, amistades y proyectos que fortalezcan una identidad propia por fuera del vínculo.
El proceso también incluye un desarrollo de la autonomía emocional, es decir, trabajar la autoestima, la validación interna y el autocuidado. Una de las cosas más importantes para lograrlo es ir a la raíz; revisar la historia personal permite entender por qué se repiten ciertos patrones afectivos y cómo modificarlos.
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Definamos lo que es el amor
Desde plataformas especializadas en orientación psicológica, como Selia, se describe el amor como un sentimiento que involucra conexión emocional, cercanía, intimidad y compromiso mutuo. Y, sobre todo, enfatizan en que el amor sano es recíproco y expresivo, que se ve reflejado en acciones concretas y se construye desde la confianza.
El amor saludable, explican en su blog, permite el desarrollo personal porque conservamos nuestra independencia, nuestros intereses y nuestro proyecto de vida. Todo sin dejar de escoger a quien nos acompaña en nuestra cotidianidad. Porque amar no significa necesitar al otro para existir ni renunciar a uno mismo para sostener la relación.
Como es costumbre en nuestras últimas notas de la sección, recordamos que el acompañamiento terapéutico facilita los procesos y, en este caso, aporta herramientas para crear modos de vincularse más equilibrados.
💌 Conozca Hablemos de amor: historias reales que ayudan a llevar estas reflexiones y consejos a la vida cotidiana. Recibimos los relatos de nuestros lectores para seguir ampliando la conversación.
