La universidad parecía el momento perfecto para salir del “cascarón”. En las películas que Laura* veía en su adolescencia siempre había capitanes de fútbol americano, grupos de porristas, la antagonista rubia que hace la vida imposible sin razón… y, por supuesto, la posibilidad de hacer amigos y encajar.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Venía de un colegio femenino y se sentía torpe para conversar con los hombres, o como ella recuerda, “para interactuar con la sociedad en general”. Conocer a Rosa* en su vida universitaria fue un alivio y una sorpresa. Se volvieron inseparables en cuestión de semanas: pijamadas, karaoke, llamadas hasta altas horas de la noche, confidencias sobre todo –y nada a la vez– de sus vidas. La relación parecía casi de hermanas. Era una amistad salida de la pantalla grande.
Al principio, todo parecía “perfecto”. Pero apareció algo que, aunque Laura quiso, no pudo ignorar: la manera en la que Rosa controlaba cada detalle de su vida. Con quién salía, a dónde iba, cómo caminaba. Parecía que todo debía pasar por ella, por sus filtros y con su permiso. Los límites comenzaron a desdibujarse cuando Laura se enamoró de un muchacho y, a sabiendas, Rosa se involucró sentimentalmente con él. El golpe no era solo por el desamor, sino por sentir que alguien a quien ella también amaba, su mejor amiga, se había tomado la libertad de “decidir que un hombre no era para ella”.
“Intenté perdonarla y seguir adelante. Creí que no valía la pena y lo olvidé”, dice Laura.
💌 Conozca otras historias de la serie: Amar a través de las heridas de la infancia
Parecía que la cinta volvía a correr con normalidad. Pero el desarrollo del personaje de Rosa todavía no terminaba. Su tía, que sufría de insuficiencia renal crónica, tuvo una recaída entre 2016 y 2017 y perdió el riñón que había recibido como donante. Laura debía entrar y salir de la universidad constantemente para acompañarla a la clínica.
“Rosa, en lugar de entender, me decía: ‘Tienes que vivir tu vida, este es el momento de salir de fiesta, tu tía ya qué…’”. Su insensibilidad fue la gota que derramó el vaso. Le costaba creer que su mejor amiga le aconsejara tal cosa y desapareciera cuando más la necesitaba.
Con razones suficientes, decidió cortar la amistad. No fue una decisión sencilla y, a pesar de estar priorizando su salud mental, hubo dolor e inseguridad de por medio. Desde entonces –y hasta hace uno o dos años– se han cruzado y han intercambiado un par de palabras. De las pijamadas, los secretos y la dupla de cuento de hadas ya no queda nada.
(*) La historia de esta nota periodística es real. Los nombres de los personajes han sido cambiados a petición de las fuentes consultadas para mantener su privacidad.
¿Existen las tusas por amistades?
La doctora Ana Romero (ananeuropsicología), psicóloga clínica y máster en neurociencias de la Universidad Nacional de Colombia, explica que lo que vivió Laura no es raro, aunque socialmente se minimice. “A nivel emocional, la ruptura de amistad es fuerte. De una u otra manera impacta no solo a la persona, sino también a su rutina diaria. Por ejemplo, muchas veces pasa que voy al gimnasio con un amigo y ya no está. O íbamos siempre a un parque, o todos los días compartíamos memes en el almuerzo… y, cuando todo eso acaba, se siente un vacío”, dice Romero.
Cuando atravesamos una ruptura por una pareja, los demás entienden (en mayor o menor medida) que es un vínculo cercano, que el duelo no es lineal y requiere de paciencia. Pero cuando se trata de amigos, suele percibirse como algo “exagerado” y es posible cuestionarse si, acaso, un corazón solo puede romperse dentro del canon romántico. “Esto ocurre porque no se habla tanto de estos duelos. Además, muchas amistades se diluyen sin un cierre formal: uno se muda, trabaja más, tiene pareja o familia, y la relación deja de tener los mismos espacios. Entonces se asume que es parte de la vida, aunque realmente sea doloroso”, asegura la doctora.
Se necesita fuerza para atravesar el duelo, pero también para abandonar ciertos vínculos que nos consumen. “Antes de cortar, hay que evaluar si la amistad es significativa y equilibrada. Aprender a poner límites es clave. No todo debe ser dar sin recibir reciprocidad”. Porque, en algunos casos, la perspectiva de la amistad está idealizada: “nos enseñaron que las amistades deben ser incondicionales y durar siempre. No todas lo hacen, y eso no significa que no hayan sido valiosas. Reconocerlo y poder expresarlo a la otra persona es saludable. Puede ser un cierre verbal consciente, explicando cómo ha cambiado la relación, qué se valora de lo vivido y dejando espacio para seguir adelante sin resentimiento”.
La línea de tiempo (o el zigzag) del duelo
Echemos un vistazo a las etapas que muchas personas, como Laura, atraviesan tras la ruptura.
Incredulidad
“¿Todavía puedo rescatar nuestra amistad?”. Es el momento inicial tras la ruptura, donde se niega la pérdida y se busca retomar lo que se perdió.
Tristeza
“La extraño y la ausencia es difícil de sobrellevar”. Es la etapa de duelo en la que se reconoce la pérdida.
Rabia y culpa
“Me siento molesta con la situación, a veces culpabilizo a la otra persona… a veces a mí misma”. Se experimenta frustración, enojo y autocrítica; las emociones confusas que forman parte del proceso.
Aceptación
“Entiendo que nuestra etapa como amigas terminó, que no puedo forzar el vínculo y sigo adelante deseando lo mejor”. Aquí se recoge la experiencia, se interioriza el aprendizaje, y se reorganiza la vida sin esa persona.
🗞️ Podría gustarle: La infidelidad en tiempos de amores frágiles
Una caja de primeros auxilios para la tusa
Seleccionamos algunos tips que la doctora Romero nos deja para enfrentar el proceso.
Reflexionar sobre la reciprocidad
Evaluar si la amistad es equilibrada y se sostienen mutuamente. Cuando la relación exige mucho de uno y poco del otro, es un indicio de que es momento de reconsiderar los límites.
Expresarse con alguien de confianza
Verbalizar los sentimientos con otra persona ayuda a organizar los pensamientos y comprender mejor la situación. “Podemos apoyarnos en alguien para contar y pensar en ello desde otra perspectiva, para asentar la emoción y comprenderla mejor. Llorar o hablar de lo sucedido es necesario”.
Escritura terapéutica
Anotar lo que duele, lo que se extraña o lo que molestó. Escribir cartas, aunque no se envíen, ayuda a procesar la experiencia. La doctora recomienda no quemarlas: “Es mejor conservarlas para poder leerlas después y ver cómo los sentimientos cambian con el tiempo. Permite observar la evolución emocional”.
Arteterapia
Por ejemplo, si siempre soñaron con ir al mar, se puede hacer un dibujo de ese lugar y escribir sobre lo que cada persona aportó a la relación. “Esto ayuda a cerrar la amistad de manera consciente”, comenta.
Cierre verbal (cuando sea posible)
“No se trata siempre de decir ‘ya no vamos a hablar’, sino de poder sentarse y expresar: ‘Creo que nuestra amistad ya no es la misma, y eso está bien. Gracias por lo vivido’”. Preparar una guía con los puntos clave, como en una reunión, ayuda a estructurar la conversación y evita malentendidos.
Nota: Todas estas herramientas son complementarias y no sustituyen la terapia profesional.