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El celular se ha convertido en una extensión casi natural de la vida cotidiana: un compañero constante para comunicarse, informarse, entretenerse e incluso para dormir. Sin embargo, lo que empezó como una herramienta útil puede transformarse en un rival silencioso dentro de la intimidad.
En la cama, cuando uno o ambos priorizan el teléfono sobre la conexión con su pareja, la tensión emocional y física aumenta. Con el tiempo, ese exceso de uso podría afectar la calidad de la relación y refleja una paradoja: cuanto más cerca se está digitalmente, más lejos se puede estar emocionalmente.
Este fenómeno se percibe en distintos lugares del mundo cuando parejas que “se conectan” cada noche a redes sociales, mensajes o pantallas, pero reportan menos espontaneidad, menor deseo y un desempeño sexual que se deteriora con los años. La sensación de que el otro está más pendiente del dispositivo que de la relación genera frustración y desconfianza, sentimientos que inevitablemente se trasladan al momento íntimo.
Laura Montoya, psicóloga clínica de la Universidad Externado de Colombia, explica que “cuando el celular se convierte en refugio emocional o en escape diario, erosiona el contacto real entre las parejas, y eso aparece como falta de deseo o evitación en la cama”.
En su experiencia, muchos conflictos nocturnos tienen como raíz una “activación digital” previa: mensajes urgentes, notificaciones y revisiones compulsivas que alteran el estado de ánimo justo antes de dormir.
Andrés Valderrama, urólogo sexual de la misma institución, coincide y agrega que “el cerebro necesita condiciones de reposo, conexión afectiva y mínima distracción para que la respuesta sexual ocurra con normalidad: si el sistema nervioso está saturado, la erección o la excitación femenina pueden fallar”.
De acuerdo con el experto, no basta con recomendar “apagar el teléfono”. Se requieren hábitos que restablezcan los circuitos del deseo.
1. Sobrecarga cognitiva y dificultad para “desconectarse”
El cerebro humano no está diseñado para pasar de una estimulación intensa y constante —pantallas, mensajes, alertas— a un estado íntimo de calma. La atención queda atrapada en el celular y la transición hacia la conexión romántica resulta forzada. Incluso con voluntad, la pareja debe vencer primero esa inercia mental. “Muchos llegan a la cama distraídos, mentalmente lejos, y solo de manera gradual consiguen rescatar algo de presencia entre los dos”, resume Montoya.
2. Comparación, insatisfacción y expectativas irreales
El consumo continuo de redes sociales, contenido erótico o publicidad del “amor perfecto” crea estándares poco realistas sobre el cuerpo y el placer. Esa comparación constante alimenta la insatisfacción con uno mismo o con la pareja, generando un bloqueo psicológico en la intimidad.
Un ejemplo es el estudio Sexual Function and Problematic Use of Smartphones and Social Networking Sites (2022, Portugal). Los investigadores analizaron datos de cuatro estudios entre 2019 y 2021, con 946 mujeres y 235 hombres, evaluando la función sexual y el uso problemático del celular. Los resultados mostraron que, en mujeres, ese uso se relacionó con menor excitación, dificultades de lubricación, problemas para alcanzar el orgasmo y mayor insatisfacción sexual. En hombres, se asoció con menor función eréctil, deseo reducido e insatisfacción general. Aunque algunas asociaciones se atenuaron al controlar variables, la investigación advierte que la exposición constante a expectativas idealizadas desde el celular puede disminuir el deseo y el rendimiento.
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3. Alteraciones del sueño y su impacto en la sexualidad
Dormir bien es fundamental para la producción hormonal —testosterona, estrógenos, progesterona— y la recuperación física. El uso del celular antes de acostarse, con su luz azul, alertas y estímulos mentales, retrasa el sueño profundo, lo fragmenta o reduce sus horas. La consecuencia es directa: cansancio, somnolencia y desajustes hormonales que afectan la libido, la lubricación, la excitación y la erección. “Quien revisa el celular en la cama interrumpe la fase inicial del sueño, y eso apaga la libido al día siguiente”, resume Valderrama.
4. Aislamiento emocional y pérdida del deseo compartido
El tiempo dedicado al celular sustituye momentos esenciales de conversación, contacto físico y cercanía emocional. Cuando una persona llega a la cama más interesada en responder mensajes que en mirar al otro, este puede sentirse relegado. Con el tiempo, esa distancia acumulada debilita el deseo compartido. Montoya observa que muchas parejas “duermen juntas pero solas”, porque el teléfono ocupa el lugar de un “tercero invisible” que roba atención y genera desconexión.
5. Dependencia digital y excusas inconscientes
En algunos casos, el celular funciona como una excusa inconsciente para evitar la intimidad, no por falta de deseo, sino por cansancio emocional o conflictos no resueltos. El dispositivo se convierte en refugio frente a la vulnerabilidad de estar con el otro. “A veces el celular actúa como máscara: quien tiene dudas internas, frustraciones o bloqueos emocionales prefiere refugiarse en la pantalla antes que enfrentarse a la intimidad”, explica Valderrama.
Más que un problema del aparato en sí, el impacto surge del espacio que ocupa en la vida emocional, cognitiva y física de la pareja. La buena noticia es que existen formas de reconquistar la intimidad sin renunciar al celular, sino aprendiendo a usarlo de manera consciente.
Estrategias recomendadas por los especialistas:
• Zonas libres de celular antes de dormir: pactar al menos una hora sin pantallas para conversar, leer o simplemente descansar juntos.
• Modo nocturno y notificaciones silenciadas: usar filtros de luz cálida y suspender alertas para reducir la expectativa de respuesta inmediata.
• Hablar sobre las presiones digitales: reconocer que lo que se ve en redes no refleja la realidad y que no debe condicionar la intimidad.
• Compartir actividades sin pantalla: cenas, paseos o conversaciones cara a cara fortalecen el vínculo y la complicidad.
• Buscar apoyo profesional si hay adicción: la terapia psicológica o sexológica ayuda a modular la conducta digital y a tratar disfunciones persistentes.
Aunque aún no existe una prueba definitiva de que el uso del celular sea la causa directa de los problemas sexuales, la evidencia muestra asociaciones claras y consistentes. Factores como el estrés, la salud general, la calidad de la relación o la presión cultural también influyen.
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