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La técnica de las dos sillas (o la silla vacía) para entender los conflictos

Aunque la técnica tiene un origen psicológico y se utiliza dentro de la terapia Gestalt, también puede funcionar como un ejercicio personal.

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Redacción Bienestar
31 de diciembre de 2025 - 01:00 a. m.
La técnica de las dos sillas (o la silla vacía) para entender los conflictos
Foto: Sungai Desing
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A veces sentimos rabia, culpa o miedo, y no sabemos cómo gestionarlo. Le huimos a nuestras emociones porque la incomodidad es difícil de atravesar y el silencio parece ser la opción más cómoda, pero siempre hay maneras de afrontarlo. Por eso escribimos cartas que no enviamos, dedicamos canciones que realmente nadie va a escuchar, o volvemos a lugares en los que compartimos con alguien para soltar lo que quedó prendido en alguna parte de nosotros.

A nivel individual ocurre algo parecido: evitamos culpas, ignoramos los aspectos de nuestra personalidad que no nos gustan o posponemos decisiones importantes. Cuando estamos a solas, conversar con nosotros mismos puede resultar difícil, porque enfrentar lo que sentimos o pensamos requiere de mucho coraje.

Desde la psicología, pretender que se habla con alguien que no está (o con nuestra voz interior) puede transformar un sentimiento atrapado en algo que podemos palpar. Lejos de relacionarse con la locura o el delirio, “la técnica de las dos sillas” o “de la silla vacía” permite aceptar lo ocurrido y darle un cierre.


¿Cómo funciona este método?

Como dato, este nació de la idea de Fritz Perls -el doctor, neuropsiquiatra y psicoanalista que, además, dio origen a la terapia Gestalt- de ayudar a las personas a enfrentar las cosas que quedaban sin resolver. Se trata de “recrear” un encuentro con alguien o con un hecho importante.

Para ponerla en práctica, primero, coloque frente a usted una silla vacía, que será su “interlocutor”. Puede representar cualquier cosa que le genere emociones o comentarios pendientes: un problema, una persona que ya falleció o con la que dejó de tener contacto hace un tiempo, un comportamiento o rasgo de su propia personalidad que aún le cuesta aceptar, un error que cometió, etcétera.

Por ejemplo, si tiene un conflicto con uno de sus hermanos que reside en otro país, y por lo que no le ha sido posible desahogarse o solucionar lo que siente, puede pretender que está allí y conversarlo. Es una manera de “hablar” con alguien o algo que ya no está para poder procesarlo. Generalmente, al verbalizar lo que lleva tanto tiempo reprimido, se presenta la rabia, el dolor, la tristeza, la impotencia o la pena.

Una de las ventajas de este método es que permite involucrarse por completo; además de hablar, posibilita la improvisación, como en el teatro. Lo que podría parecer ridículo, exagerado o inusual funciona. Hay espacio para los gestos, para el cambio en el tono o el volumen de la voz, para la expresión corporal e, incluso, para asumir el rol de quien debería estar sentado en la silla vacía.


Abordarlo en la terapia

Aunque la técnica tiene un origen psicológico y se utiliza dentro de la terapia Gestalt, también puede funcionar como un ejercicio personal, siempre que cada persona sienta que puede resultarle útil. Existen diversos recursos y guías en línea para “blindarse” y conocer al respecto, pero es importante tener en cuenta que, en un contexto terapéutico, la efectividad de la silla vacía depende de la evaluación y el acompañamiento del psicólogo, quien decide cómo guiar la sesión y cuándo es seguro abordar ciertos temas.

Cuando se pone en práctica la técnica, lo importante es darse la oportunidad de sentir y reconocer lo que está pasando dentro de usted mismo. Como en otros ejercicios, al poner en palabras lo que le preocupa, le duele, le angustia o todavía no logra perdonar, muchas emociones que antes estaban guardadas empiezan a liberarse: puede haber llanto, pausas cortas o largas, gritos.

A partir de allí puede entender mejor los pensamientos que esa emocionalidad lo lleva a producir; descubrir formas nuevas de enfrentarse a recuerdos o situaciones difíciles; relacionarse con lo que antes le causaba malestar; y ordenar lo que sentía confuso. La técnica no va a resolver del todo el conflicto, pero sí va a crear un espacio para explorarlo con mayor seguridad.

Según el blog de divulgación de Psicología y Mente, esta es una técnica que puede ser de mucha ayuda para enfrentar experiencias difíciles o traumáticas, como pérdidas o rupturas, y situaciones más graves que puedan estar relacionadas con estrés postraumático o trastornos disociativos. También se puede aplicar en otros contextos, como en la educación o dentro de las empresas, para abordar situaciones como agotamiento laboral o acoso.


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Por Redacción Bienestar

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