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Los beneficios para las mujeres mayores de practicar actividades al aire libre

Mujeres han cambiado la jubilación por el ciclismo de ruta y aseguran sentirse “más viva que nunca”. ¿Qué las impulsa a a desafiar la edad en la cima de una montaña?

Redacción Bienestar

26 de abril de 2025 - 03:00 p. m.
A medida que las mujeres envejecen, la aventura al aire libre emerge como una poderosa herramienta de transformación. Es ejercicio, es sanación, es conexión, es comunidad.
Foto: Getty Images
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A medida que los años pasan, muchas mujeres enfrentan una narrativa social que les invita al reposo, la discreción y la renuncia progresiva de la actividad física intensa. Sin embargo, una tendencia creciente está rompiendo estos estereotipos: mujeres mayores que abrazan la aventura al aire libre como un medio para revitalizar su salud física, mental y emocional.

Senderismo, escalada, ciclismo de montaña, kayak y hasta paracaidismo forman parte de las nuevas rutinas de mujeres que superan los 50, 60 e incluso los 70 años. ¿Qué hay detrás de esta tendencia?

Según la doctora Mariana Rivas, gerontóloga especializada en envejecimiento activo de la Pontificia Universidad Javeriana, “el cuerpo humano, especialmente el de la mujer, tiene una capacidad impresionante para adaptarse y fortalecerse incluso en edades avanzadas, siempre que se mantenga en movimiento y con un objetivo emocional fuerte como el que ofrece la aventura”.

Rivas señala, en entrevista con El Espectador, que las actividades al aire libre no solo ayudan a mantener la densidad ósea y el tono muscular, dos aspectos que suelen deteriorarse con la edad, sino que también tienen un fuerte impacto en la salud cognitiva. “Caminar en un bosque o escalar una montaña obliga al cerebro a estar presente, a tomar decisiones rápidas y a adaptarse al entorno. Todo eso actúa como un gimnasio mental”, dice.

No se trata solo de mantenerse activas, muchas mujeres encuentran en la aventura una forma de redescubrirse. Un estudio publicado recientemente por el Instituto de Envejecimiento Saludable del Noroeste (IEN) analizó durante cinco años a un grupo de 450 mujeres de entre 55 y 75 años que comenzaron a practicar deportes de aventura al aire libre.

El estudio, titulado “Vitalidad al borde del sendero: los efectos del ejercicio outdoor en mujeres mayores”, arrojó resultados contundentes.

Las mujeres participantes fueron divididas en tres grupos: uno practicó actividades al aire libre de forma regular (mínimo tres veces por semana), otro grupo realizó solo ejercicio en espacios cerrados como gimnasios, y un tercer grupo mantuvo una vida sedentaria. Los investigadores midieron aspectos físicos como capacidad pulmonar, masa muscular, densidad ósea, y flexibilidad, así como indicadores psicológicos como autoestima, nivel de estrés, satisfacción con la vida y sensación de propósito.

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Los resultados fueron claros: el grupo que practicaba deportes al aire libre no solo mostró mejoras físicas superiores (un 23 % más de resistencia cardiovascular en comparación con el grupo del gimnasio), sino también una notable mejora en el bienestar emocional. Las mujeres de este grupo reportaron un 48 % menos síntomas de ansiedad y depresión, y un 62 % de ellas declararon sentirse “más vivas que nunca”.

El doctor Samuel Londoño, psicólogo clínico, analizó los resultados del estudio: “La conexión con la naturaleza, el sentido de desafío y el hecho de formar parte de un grupo con intereses similares aportan un conjunto de factores protectores frente al deterioro mental y emocional. La aventura al aire libre actúa como antidepresivo natural”.

El estudio también encontró un aumento significativo en la autoestima de las mujeres que participaban en actividades al aire libre. Según Londoño, esto se debe en parte a que muchas mujeres enfrentan un proceso de invisibilización a medida que envejecen. “La sociedad deja de verlas como protagonistas, y ellas mismas comienzan a sentirse relegadas. Pero cuando escalan una montaña, reman contra la corriente o acampan en lo alto de una colina, recuperan ese sentido de agencia. Se dan cuenta de que aún tienen control sobre su cuerpo, su destino y su capacidad de disfrutar”.

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Este efecto es multiplicado cuando la actividad se comparte. “Formar parte de un grupo de trekking, por ejemplo, ayuda a combatir la soledad, uno de los grandes enemigos de la salud mental en la vejez. Las mujeres se animan mutuamente, se celebran los logros y crean vínculos profundos, lo que fortalece el sistema inmunológico y mejora incluso el sueño”, añade Rivas.

Uno de los grandes retos sigue siendo el acceso. A pesar de los beneficios, muchas mujeres mayores no se animan a practicar deportes de aventura por miedo, desconocimiento o falta de apoyo. Algunas también enfrentan barreras económicas o viven en contextos donde no existen grupos organizados o espacios naturales accesibles.

La aventura al aire libre no es solo un medio para mantenerse activa; es también un acto político y simbólico. “Cada vez que una mujer mayor cruza un río, duerme en una carpa o escala una cumbre, está enviando un mensaje: ‘No he terminado, no he dejado de vivir’”, concluye Londoño.

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Esta actitud de desafío frente al envejecimiento tradicional está siendo documentada en redes sociales, donde mujeres de cabello plateado se muestran con mochilas, cascos y bastones de trekking, inspirando a otras a romper con los moldes establecidos.

Una de las frases recurrentes que surgió durante el estudio del IEN fue: “Ya no quiero que me digan qué no puedo hacer”. Ese espíritu se ha convertido en lema de muchas de estas mujeres que, lejos de resignarse a una vida pasiva, han elegido el sendero, la montaña, el mar, el viento, como sus nuevos aliados.

Para las mujeres que desean iniciarse en la aventura al aire libre, la doctora Rivas recomienda comenzar con actividades suaves como caminatas en parques o senderos fáciles. “Lo importante es que se adapten a su condición física, y lo hagan en compañía al principio. También es fundamental una buena hidratación, ropa adecuada, y conocer los signos del esfuerzo excesivo”.

Por su parte, el doctor Londoño sugiere poner el foco en el disfrute y no en el rendimiento. “No se trata de competir ni de superar récords, sino de reconectar con el mundo, con otras personas, y con uno mismo”.

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A medida que las mujeres envejecen, la aventura al aire libre emerge como una poderosa herramienta de transformación. Es ejercicio, es sanación, es conexión, es comunidad. Pero sobre todo, es una forma de reivindicar el derecho al gozo, al descubrimiento y a la libertad en cada etapa de la vida. Y es que, como dice Teresa Beltrán, “uno no deja de vivir cuando envejece… uno envejece cuando deja de vivir”.

Por Redacción Bienestar

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