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Microinfidelidades: ¿qué son y cuál es su efecto emocional en una relación?

Para Alejandro Lemos, sociólogo y experto en dinámicas de pareja, estas prácticas reflejan una falta de honestidad emocional.

Diego Alejandro Suárez Guerrero
26 de julio de 2025 - 12:30 a. m.
Las microinfidelidades son pequeñas grietas que, si no se atienden, pueden derrumbar los cimientos de una relación.
Las microinfidelidades son pequeñas grietas que, si no se atienden, pueden derrumbar los cimientos de una relación.
Foto: Getty Images
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Las microinfidelidades, una serie de comportamientos aparentemente inofensivos que se sitúan en una zona gris de la lealtad emocional, se han convertido en uno de los factores más silenciosos y corrosivos para las relaciones amorosas.

Enviar un mensaje por Instagram, mantener conversaciones íntimas con una expareja “solo como amigos”, guardar contactos con nombres falsos o borrar conversaciones del celular son ejemplos comunes de este fenómeno. Si bien no todos los comportamientos en esta categoría implican una traición abierta, sí ponen a prueba los límites acordados dentro de la pareja.

“La microinfidelidad es, en esencia, una forma de infidelidad emocional. No hay contacto físico, no hay sexo, pero sí hay una intención, un deseo o una necesidad de conexión íntima con alguien que no es la pareja. Y eso, aunque parezca sutil, tiene un impacto emocional muy fuerte”, explica Mariana Restrepo, psicóloga clínica, especialista en terapia de pareja con más de 15 años de experiencia.

El término “microinfidelidad” fue acuñado en el ámbito de la psicología para referirse a aquellas pequeñas acciones que, aunque no constituyen una infidelidad clásica, pueden generar dudas, inseguridades y conflictos en la relación. Son deslices pequeños, a veces inconscientes, que alimentan una conexión emocional con otra persona fuera del vínculo principal. Y aunque no siempre se hacen con mala intención, muchas veces se ocultan.

Para Alejandro Lemos, sociólogo y experto en dinámicas de pareja, estas prácticas reflejan una falta de honestidad emocional más que una traición sexual. “El problema no es solo la acción, sino el secreto. Borrar un mensaje, ocultar una conversación, mentir sobre con quién se habla son señales de que algo no está bien. Si tienes que esconderlo, probablemente no sea tan inocente como quieres creer”, afirma.

Lemos añade que las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea han hecho que este tipo de comportamientos sean más comunes. “Vivimos en una cultura de hiperconectividad y validación constante. El like, el emoji, el comentario sugestivo se han convertido en moneda corriente. Y muchas personas cruzan líneas sin siquiera darse cuenta, porque lo ven como algo trivial”.

¿Por qué son tan peligrosas?

A diferencia de una infidelidad física, que puede ser un evento puntual y evidente, las microinfidelidades operan de forma sutil y repetitiva. Van erosionando poco a poco la confianza, creando una sensación constante de inseguridad y desconfianza. “Es como una gotera emocional”. No parece grave al principio, pero con el tiempo puede inundar toda la relación”, dice Restrepo.

Una de las razones por las que estas acciones son tan dañinas es porque muchas veces no se reconocen como tales. Es común que la persona que las comete las minimice, argumentando que no hizo “nada malo”, mientras que la pareja afectada siente que hay una traición emocional. Esto crea una brecha difícil de cerrar.

“El que comete la microinfidelidad se escuda en la ambigüedad. Dice cosas como ‘solo fue un mensaje’ o ‘ni siquiera nos vimos’. Pero lo que está en juego no es solo la acción, sino la intención y el impacto emocional”, explica Restrepo.

Otro aspecto relevante es el doble estándar. Lemos señala que, en muchas relaciones, existe una diferencia entre cómo se percibe la infidelidad según quién la comete. “A veces los hombres justifican ciertos comportamientos como juegos inofensivos, pero si su pareja hiciera lo mismo, lo considerarían una traición. Eso genera una dinámica muy desigual”.

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¿Dónde está el límite?

Una de las principales dificultades a la hora de hablar de microinfidelidades es que no existe una línea clara y universal. Lo que para una persona puede ser un gesto inocente, para otra puede representar una falta grave. Por eso, la comunicación abierta y sincera es clave. Cada pareja debe establecer sus propios límites, hablar sobre qué se considera una traición emocional y qué no lo es.

“Hay parejas que no tienen problema con que uno de los dos siga hablando con una ex, mientras que otras lo ven como una falta de respeto. Lo importante es que esos límites se conversen y se acuerden, no que se asuman o se impongan unilateralmente”, señala Restrepo.

Además, muchas veces la microinfidelidad surge no porque la persona quiera activamente engañar, sino porque busca algo que no está encontrando en su relación actual. Atención, validación, novedad, emoción. “Las microinfidelidades son síntomas, no causas. Son una señal de que algo está faltando. Por eso, más que juzgar, es importante preguntarse qué necesidad está intentando satisfacer esa persona fuera de la relación”, dice Lemos.

Efectos emocionales

Cuando se descubre una microinfidelidad, la reacción emocional puede ser tan intensa como si se tratara de una infidelidad física. Celos, tristeza, pérdida de confianza, inseguridad y ansiedad son comunes. Lo más difícil suele ser que la persona afectada siente que no tiene derecho a sentirse herida, porque “no pasó nada”. Pero sí pasó. Y ese es el núcleo del problema.

“El dolor emocional no siempre está vinculado a la magnitud del acto, sino al sentimiento de traición. Si tu pareja flirtea con otra persona, aunque sea solo por mensajes, y tú lo descubres, es probable que te sientas igual de mal que si te hubieran sido infiel físicamente. Porque el impacto está en la ruptura de la confianza”, aclara Restrepo.

En muchos casos, las microinfidelidades son el inicio de comportamientos más serios. Un mensaje lleva a una conversación más íntima, que luego se convierte en una cita secreta. El desliz emocional se transforma en una traición concreta. Pero incluso si no llega tan lejos, el daño ya está hecho.

¿Se pueden superar?

La buena noticia es que sí. Una microinfidelidad no tiene por qué ser el fin de la relación, pero sí puede ser una oportunidad para revisarla y fortalecerla. El primer paso es reconocerla y asumir la responsabilidad emocional. Luego, es fundamental abrir un espacio de diálogo sincero donde ambos miembros de la pareja puedan expresar lo que sienten y lo que necesitan.

“Muchas veces, una microinfidelidad es un punto de quiebre que permite reconstruir la relación desde la honestidad. No se trata solo de perdonar, sino de entender qué llevó a esa situación y qué se puede hacer diferente a partir de ahora”, comenta Lemos.

Restrepo coincide: “Cuando una pareja logra atravesar una crisis como esta con madurez, puede salir fortalecida. Pero eso requiere compromiso, empatía y disposición al cambio”.

La importancia de establecer acuerdos

Frente a la ambigüedad que rodea las microinfidelidades, una de las mejores herramientas para evitarlas es la construcción de acuerdos de pareja claros y consensuados. Estos acuerdos deben incluir tanto los aspectos físicos como los emocionales del vínculo. ¿Está bien seguir en contacto con una expareja? ¿Se pueden tener conversaciones privadas con personas atractivas? ¿Qué se considera un coqueteo?

“No se trata de imponer reglas estrictas ni de vigilar cada paso del otro, sino de entender que cada relación tiene sus propios códigos. Lo esencial es que esos códigos se construyan juntos, no que se asuman como obvios”, explica Restrepo.

Lemos añade que la clave está en la transparencia. “Si no puedes contarle a tu pareja lo que estás haciendo, probablemente estás cruzando una línea. La confianza se basa en la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos”.

Las microinfidelidades nos obligan a repensar qué significa la fidelidad en el siglo XXI. Hoy, la lealtad se mide también en términos emocionales, digitales y simbólicos. Y aunque algunos puedan considerar exagerada esta perspectiva, lo cierto es que cada relación necesita sus propias reglas del juego.

“Las relaciones sanas no se basan en la perfección, sino en el respeto, la empatía y el compromiso diario. Y parte de ese compromiso consiste en cuidar lo que construimos, incluso en los pequeños detalles”, concluye Restrepo.

Las microinfidelidades son pequeñas grietas que, si no se atienden, pueden derrumbar los cimientos de una relación. Reconocerlas, entenderlas y dialogar sobre ellas es una forma de blindar el amor contra el desgaste silencioso del descuido emocional.

Diego Alejandro Suárez Guerrero

Por Diego Alejandro Suárez Guerrero

Comunicador social y periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en comunicación creativa y medios emergentes.dasuarez@elespectador.com

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