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Es frecuente que, en una relación de pareja, uno de los miembros comience a tratar al otro con expectativas y dinámicas propias de una relación madre-hijo. Esto puede incluir demandas de cuidado constante, resentimientos ante la independencia del otro, o incluso sentimientos de culpa cuando quien “responde al llamado” no cumple el rol emocional esperado.
Desde la psicología, este fenómeno puede entenderse a través de mecanismos mentales como la proyección (atribuir al otro sentimientos propios) y la transferencia (relacionarse con la pareja como si fuera una figura parental).
Contexto psicológico y emocional
1. Apego infantil no resuelto: El psicólogo Kent Hoffman y otros autores del estudio “Why People Project Their Parents on Their Partners” señalan que las pautas de apego se forman hacia los 12 a 14 meses de vida. Si hubo inconsistencia afectiva —por ejemplo, padres ansiosos o distantes— esa inseguridad puede replicarse en las relaciones adultas. El estudio define la proyección como una estrategia inconsciente donde se atribuyen al otro impulsos o emociones inaceptables para el yo. Por su parte, la transferencia (o transferencia parental) implica reaccionar al otro como si fuese padre o madre, desplegando en la pareja patrones afectivos anteriores. Cuando estos procesos se activan, la pareja comienza a comportarse como una madre emocional: exige comunicación constante, espera consuelo sin límite o reacciona con arrebatos si percibe falta de afecto.
Las personas con apego inseguro (ansioso o evitativo) tienden a proyectar sus necesidades rígidas: los ansiosos buscan pruebas constantes de amor, los evitativos temen la pérdida de independencia y la cercanía excesiva. Estos patrones son parte de la proyección: “Si no me respondes como mamá lo haría, entonces me estás abandonando”.
2. Identificación parental y “parentificación”: Otro mecanismo es la identificación parental, donde la pareja recrea roles directos de cuidador/cuidado. La investigación en psicología infantil señala que experiencias tempranas de parentificación (ser quien cuida en lugar de ser cuidado) pueden programar a una persona para buscar ese rol en el futuro o, contrariamente, para depender de alguien que lo adopte.
Quien creció cuidando a su madre emocionalmente puede encontrar en su pareja a alguien que cumpla ese rol de madre: la ve como pilar, escudo y guía. En lugar de una relación de igualdad, emerge una dinámica familiar encubierta.
3. Proyección y proyección identificativa: La proyección identificativa (o projective identification) va un paso más allá: no solo atribuyes sentimientos, sino que haces que el otro se los “absorba” e incluso encarne esos rasgos. Según Melanie Klein y R.D. Laing en el estudio, esta dinámica puede distorsionar la identidad del receptor, quien llega a comportarse como el objeto proyectado –en este caso, madre– existiendo una manipulación inconsciente poderosa.
Además, el mismo estudio plantea que “casi todas las relaciones tienen algo de esto, y no siempre es perjudicial”. Sin embargo, cuando se vuelve reiterativo, el desequilibrio altera la relación.
Alejandro Martínez, psicólogo clínico de Profamilia, explicó que cuando una persona comienza a dirigir su pareja como si fuera su madre, “hay un trasfondo afectivo profundo. No se trata de infantilización voluntaria, sino de heridas tempranas que no se han sanado”.
Según él, hay tres señales claves:
1. Exceso de expectativas emocionales: “Es como si el otro esperara que tú siempre tengas las respuestas, que consueles sin pedir nada a cambio”.
2. Sentimientos de culpa por autonomía: “Cuando tu pareja se molesta solo porque usas tu espacio personal o te desconectas, es señal de que te necesita en el rol de madre ausente”.
3. Confusión entre límites de pareja y límites infantiles: “Se confunde la búsqueda sana de apoyo emocional con una exigencia exclusiva de afecto y atención, como si no tuviese otras fuentes de sostén”.
Vélez propone que esta dinámica merece atención terapéutica, idealmente de enfoque estructural o familiar, para reequilibrar los roles y restaurar la autonomía de cada persona.
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Además, el experto explica compara niveles de apego inseguro con la tendencia a tratar a la pareja como figura parental, den parejas heterosexuales de entre 25 y 40 años:
• El 68 % de quienes obtuvieron puntajes altos en apego ansioso reportaron creer que su pareja debería “adivinar” cómo se sentían, sin necesidad de expresarlo verbalmente.
• El 54 % indicó sentir ira o abandono cuando la pareja no les envía mensajes durante el día.
• Las parejas que asistieron a terapia de enfoque estructural familiar mostraron una reducción del 45 % en la percepción de “rol maternal” después de seis meses.
• Aquellas que aplicaron técnicas de contratransferencia (conciencia de los propios patrones proyectivos) mejoraron su capacidad de establecer límites en un 52 %.
Consecuencias en la relación
Las dinámicas en las que alguien ve a su pareja como mamá pueden generar:
• Estrés crónico: quien es tratado como madre siente presión constante por cumplir expectativas emocionales irreales.
• Desequilibrio de poder: la relación deja de ser recíproca y pasa a tener rasgos de cuidado unilateral.
• Desplazamiento de la identidad personal: ambas partes pierden la posibilidad de ser plenamente adultos, autónomos e interdependientes.
• Aparición de resentimientos: la exigencia constante puede generar agotamiento, celo, irritabilidad y, con el tiempo, explosiones emocionales.
¿Cómo revertir el patrón?
Con base en las investigación y las recomendaciones de Velez, estas son las recomendaciones para revertir el patrón:
1. Reconocer el patrón: Una vez identificado, conversar en pareja acerca de cómo afecta: campañas de “¿se sientes agotado por mis exigencias?” pueden impulsar la reflexión.
2. Terapia dual (estructural/familiar): Una intervención adecuada reconstruye los márgenes del vínculo, corrigiendo la parentificación y enseñando a redefinir roles adultos.
3. Desarrollo personal y emocional: Trabajar individualmente en técnicas de autorregulación, como mindfulness, “shadow work” y establecer límites desde el “yo”, no desde quien cuida.
4. Construcción de una intimidad recíproca: Apoyarse mutuamente desde la igualdad, sin que exista jerarquía ni expectativas dependientes, permite desarrollar una relación más sana y auténtica.
5. “Earned security” (seguridad ganada): Basado en Kent Hoffman en el estudio, se trata de reenfocar la relación hacia la autonomía emocional, sin apego rígido y sin negación de la vulnerabilidad.
El experto comenta uno de los casos que recibió en el consultorio, con una mujer de 35 años que expuso cómo en su matrimonio terminó automedicándose como “mamá emocional” de su esposo, quien la miraba con enfado cuando ella pasaba tiempo sola o conversaba con amigas. “Yo buscaba que él sintiera en mí lo que no encontró en su madre cuando niño”, reflexiona ella. Tras acercarse a un especialista (como los que forman parte del estudio de febrero de 2025), pudo reconocer que su comportamiento era una respuesta al apego inseguro y al miedo a que él la abandonara emocionalmente.
El cambio vino al:
• Reconocer la exigencia emocional mutua.
• Aplicar límites: ella retomó actividades personales y él aceptó gestionar sus emociones también por su cuenta.
• La terapia aprendida fue un espacio para resignificar la dinámica de dependencia, sin caer en roles parentales.
Se redujo un 60 % la frecuencia de roces por expectativas afectivas —efecto inmediatamente vinculable con lo documentado en el estudio—.
Más allá de “parece tu mamá”
En lugar de decir “me trata como si fuera su mamá”, conviene:
• Centrarse en percepciones: “Siento que me pide respuestas emocionales sin darme espacio”.
• Explorar necesidades emocionales: “¿Qué busca cuando necesias que le consuele enseguida?”
• Diferenciar entre cuidados sanos y exigencias infantiles.
Una relación no se sostiene obligando a la pareja a cumplir roles parentales, sino que prospera con reconocimiento mutuo de fallos, reparación constante, respeto y expansión personal conjunta.
