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Si hay algo que suele venirnos a la cabeza cuando alguien menciona la palabra “miedo” es un payaso (como Pennywise, de la obra de Stephen King), las agujas, el médico, o las alturas.
En el caso de los niños, el miedo puede tomar la forma de un monstruo escondido en el armario o debajo de la cama, o de situaciones que generan vergüenza y desagrado, como orinarse en la cama.
Pero, más allá del miedo, existen distintos factores por los cuales los niños —aunque también puede ocurrir en adultos— presentan este problema, que en realidad es una condición llamada enuresis.
Un estudio publicado por el IFAS Extension (una rama de la Universidad de Florida dedicada a convertir la investigación científica en información más sencilla), explica que existe la enuresis diurna, que ocurre, valga la redundancia, en horas del día, y la enuresis nocturna, que se presenta mientras el niño duerme.
Esta última se divide en dos tipos. La primaria, que ocurre cuando el niño tiene alrededor de cinco años (o más) y aún no logra un control “fuerte” de la vejiga. Y la secundaria que, en cambio, se trata de la pérdida de ese control cuando ya se había logrado anteriormente.
¿Por qué ocurre la enuresis?
La enuresis no es un trastorno, una enfermedad sin cura o una condición que vaya a afectar al niño toda la vida. Garret D. Evans y Heidi Liss Radunovich, profesores que firman el artículo, explican que los médicos la consideran un síntoma de algo que debe estudiarse más a fondo. Aunque lo cierto es que sí debe prestarse más atención cuando, por ejemplo, se da en niños de siete u ocho años.
Entre los factores que pueden influir se encuentran los genéticos, hormonales, neurológicos, médicos y emocionales.
Sobre lo hereditario, por ejemplo, el estudio señala que “aproximadamente el 75 % de los niños que se orinan en la cama tienen un padre o un hermano que pasó por lo mismo”.
En el ámbito familiar, el miedo al castigo suele ser el responsable de que un niño se anticipe a una reacción negativa o preventiva. Cuando un padre, una madre o un cuidador toma medidas que exceden la situación -es decir, que el castigo genera más pánico y angustia que aprendizaje- el cuerpo puede responder con esa pérdida involuntaria de orina.
En cuanto a los factores urológicos y neurológicos, los especialistas explican que existe una relación entre el cerebro y la vejiga, pero que en algunos niños el sistema nervioso aún no está lo suficientemente maduro para que esa comunicación funcione de forma adecuada. A esto se suman situaciones como infecciones del tracto urinario, el uso de ciertos medicamentos o condiciones como la diabetes, que deben descartarse acudiendo a un médico.
Y, por último, en el plano hormonal, también se señala que algunos niños presentan niveles bajos de arginina vasopresina nocturna, una hormona cuya función es disminuir la producción de orina mientras dormimos.
El impacto emocional detrás de la enuresis
El estrés, la ansiedad, el susto o las experiencias que marcan emocionalmente a un niño pueden detonar episodios de micción involuntaria. Muchos de ellos no saben identificar ni expresar lo que sienten, por lo que las emociones terminan manifestándose a través del cuerpo. Lo que en el mundo adulto denominamos “somatizar”.
Lo que sí es importante dejar claro es que los niños no se orinan en la cama para llamar la atención. Por el contrario, sienten vergüenza, culpa y miedo si alguno de sus amigos se entera -o, incluso, cuando son los propios padres quienes lo comentan con conocidos-. Pueden ser víctimas de burlas o bullying y desarrollar una percepción negativa de sí mismos, sensaciones que comienzan a aumentar cuando existen castigos o humillaciones por parte de los adultos.
¿Qué se puede hacer? ¿Cuándo consultar a un profesional?
Entre las estrategias está establecer horarios para ir al baño durante la noche, incluso si el niño no siente ganas, con el objetivo de que el cuerpo vaya reconociendo esos momentos poco a poco. También, evitar bebidas con cafeína en la noche -aunque los niños, en teoría, no deberían ser muy cercanos a ellas- y moderar la cantidad de líquidos antes de dormir, aunque algunos expertos advierten que restringirlos en exceso puede afectar la salud.
La consulta a un pediatra debe realizar si:
- El niño tiene más de siete años y no ha logrado controlar la vejiga.
- Si la enuresis reaparece después de un periodo sin episodios, como lo mencionamos antes.
- Si existe incontinencia diurna.
- Si los papás sienten que la situación los supera y las herramientas en casa ya no son suficientes.
En esos casos, el profesional evalúa qué está pasando y, si es necesario, sugiere un tratamiento, incluso farmacológico.
Por su parte, el National Institutes of Health también recomienda acudir al médico cuando aparecen síntomas como dolor o ardor al orinar, fiebre, cambios en el color u olor de la orina, sangre, o molestias en la parte baja del abdomen o la espalda, ya que pueden indicar una infección urinaria u otro problema que puede comprometer los riñones.
Es cierto que orinarse en la cama puede resultar desgastante para los padres; entendemos que lavar sábanas y cobijas o explicar constantemente cómo debe comportarse un niño es una tarea que requiere de paciencia, paciencia que el día a día nos puede quitar.
Pero no debemos olvidar que los niños recién están aprendiendo cómo funcionan su cuerpo, sus emociones y su entorno, y también sienten pena, culpa y tristeza por lo que aún no controlan. Por eso, acompañar ayuda a que esta experiencia no se viva desde la humillación o el trauma y sea más fácil de atravesar.
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