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¿Puede el consumo de pornografía afectar el rendimiento sexual?

Para muchas personas, la pornografía es un ocio cotidiano. Sin embargo, en los últimos años ha surgido un debate sobre el exceso de porno y sus posibles afectaciones en el rendimiento sexual. Aquí le contamos.

Diego Alejandro Suárez Guerrero
16 de abril de 2025 - 01:00 p. m.
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El acceso a contenido pornográfico está a tan solo un clic de distancia. Con más de 120 millones de visitas diarias en plataformas como Pornhub y un crecimiento exponencial de la industria, la pornografía es, para muchos, un ocio cotidiano. Sin embargo, en los últimos años ha surgido un debate sobre el exceso de porno y sus posibles afectaciones en el rendimiento sexual.

Aunque para muchos, esta práctica forma parte de su intimidad o incluso de la vida en pareja, estudios científicos y expertos han comenzado a cuestionar sus efectos reales.

“El porno no educa, condiciona. Uno de los principales problemas del consumo frecuente de pornografía es que genera expectativas irreales sobre la sexualidad. No es que veas un video hoy y mañana no puedas tener una erección. Es progresivo. Cuanto más se convierte en una vía primaria de excitación, más difícil es responder ante estímulos reales, como una caricia, una conversación íntima o la conexión emocional”, explica Mateo Rivas, sexólogo clínico y terapeuta de parejas con más de 20 años de experiencia.

El estudio científico: cambios cerebrales y baja respuesta sexual

Un estudio clave sobre el vínculo entre la pornografía y el desempeño sexual fue “Brain Structure and Functional Connectivity Associated With Pornography Consumption: The Brain on Porn”, publicado en JAMA Psychiatry en 2014 y liderado por el neurocientífico alemán doctor Simone Kühn, del Instituto Max Planck de Desarrollo Humano en Berlín. La investigación se basó en escaneos cerebrales mediante resonancia magnética funcional (fMRI) a 64 hombres adultos sanos, con edades entre 21 y 45 años, que declararon consumir distintos niveles de pornografía por semana. El objetivo era analizar cómo este hábito afectaba la estructura y el funcionamiento del cerebro.

Los resultados fueron:

• Cuanto mayor era el consumo de pornografía, menor era el volumen del cuerpo estriado, una parte clave del cerebro relacionada con el placer, la motivación y el procesamiento de recompensas.

• Además, se detectó una menor conectividad entre el cuerpo estriado y la corteza prefrontal, zona responsable del autocontrol, la toma de decisiones y el enfoque.

• Finalmente, los participantes con más consumo reportaron menor satisfacción sexual en relaciones reales y menor activación cerebral al ver imágenes eróticas, lo que sugiere un fenómeno de desensibilización.

“El cerebro se adapta. Y si lo alimentas con un bombardeo constante de pornografía, termina necesitando cada vez más para lograr el mismo nivel de excitación. Es lo que en términos clínicos llamamos ‘tolerancia’. Esa tolerancia no es inofensiva, porque cuando la estimulación proviene de una pareja de carne y hueso, muchas veces ya no basta”, explica Rivas al comentar el estudio.

Aunque durante años se creyó que la disfunción eréctil (DE) era un problema de hombres mayores o con enfermedades crónicas, en la última década ha habido un aumento alarmante de casos entre jóvenes. La Asociación Española de Andrología publicó en 2022 un informe que revelaba que uno de cada tres hombres menores de 30 años presentaba episodios recurrentes de DE, y en muchos de ellos no había ninguna causa física aparente.

“Este fenómeno se conoce como PIED, por sus siglas en inglés: Porn-Induced Erectile Dysfunction. Se trata de una disfunción eréctil puramente psicológica, derivada de la pérdida de excitación ante estímulos reales, producto del consumo excesivo de pornografía”, señala Rivas.

Vale la pena mencionar que la disfunción eréctil se considera clínicamente cuando un hombre presenta de forma persistente o recurrente la incapacidad para lograr o mantener una erección lo suficientemente firme como para tener una relación sexual satisfactoria. “No se trata de un episodio aislado ni de una dificultad ocasional, sino de un patrón que se repite durante al menos tres meses”, dice el Dr. Joseph Sánchez Sánchez, coordinador y docente de la Especialización en Urología de la Universidad El Bosque.

Rivas menciona un ejemplo: un paciente de 27 años que, tras años de consumir porno diariamente, ya no lograba mantener una erección con su pareja. “No tenía problemas de salud ni estrés. Solo había acostumbrado su cerebro a un estímulo artificial e hipersexualizado. Cuando logró dejar el porno durante seis semanas, su función eréctil se recuperó”, dice.

La buena noticia, según el experto, es que el cerebro también es capaz de reprogramarse. “La neuroplasticidad existe. Si dejas de ver porno y te expones de forma gradual a estímulos reales y afectivos, el deseo puede volver a conectarse con la experiencia sexual humana”. No se trata de prohibir o satanizar, aclara Rivas, sino de entender que el uso frecuente y sin conciencia puede llevar a consecuencias no deseadas. “Ver porno ocasionalmente no es necesariamente un problema. El problema aparece cuando reemplaza o dificulta el deseo y el contacto real”.

También hace énfasis en el uso de la pornografía como una forma de evasión emocional. “Muchas personas usan el porno como regulador emocional: para calmar la ansiedad, el aburrimiento o la soledad. Eso crea un hábito que no tiene nada que ver con la sexualidad consciente”.

El consumo excesivo de pornografía no solo afecta el rendimiento sexual individual, también puede tener consecuencias en las relaciones de pareja. “Cuando uno de los dos tiene una vida sexual paralela en el mundo virtual, es común que se generen tensiones, celos, frustración o desconexión afectiva. Hay quienes prefieren ver porno y masturbarse en secreto antes que tener relaciones con su pareja, no porque no la deseen, sino porque el porno les ofrece gratificación instantánea, sin esfuerzo emocional”, dice Rivas.

Una encuesta realizada por la Universidad de Montreal en 2020 encontró que el 41 % de los hombres encuestados había preferido ver porno en lugar de tener sexo con su pareja al menos una vez en el último mes. Esto, según el sexólogo, revela una distorsión de las prioridades y una dependencia de lo inmediato. “La intimidad requiere comunicación, empatía, entrega. El porno solo requiere un clic. Y eso termina erosionando la relación con el otro”.

Por Diego Alejandro Suárez Guerrero

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