
Cuando se pierde peso, la capa grasa de la piel, conocida como hipodermis, se encoge, lo que deja un espacio vacío entre la piel y los músculos.
Foto: Karolina Grabowska - Pexels
En poco menos de un año, Tresnae Ramsey perdió 45 kilos gracias al uso de tirzepatida, un medicamento contra la obesidad, pero su piel quedó marcada: flácida, colgante y con pliegues. “Cuando me siento en el sofá, oigo un plop”, dijo.
Al principio, le pareció un pequeño precio a pagar porque, al perder peso, el dolor de la endometriosis y la fibromialgia disminuyó, y su presión arterial y sus niveles de azúcar en sangre se normalizaron. Pero a medida que su piel se aflojaba y sus pechos se caían, Ramsey, de 37 años, se volvió más...
Por Simar Bajaj | The New York Times
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