Hablar de relaciones espejo es hablar de la forma en que nuestros vínculos devuelven (o rebotan) información sobre nosotros mismos. Y es que las personas con las que nos relacionamos no llegan por casualidad a nuestras vidas.
Muchas veces, nuestros vínculos funcionan como reflejo de esas emociones, miedos o patrones internos que no siempre reconocemos, tal vez por costumbre o porque nos cuesta enfrentarlos.
¿Cómo funciona una relación espejo?
Según Selia, una plataforma de salud mental que ya ha sido citada en notas anteriores, las personas con las que nos relacionamos pueden actuar como espejo de aspectos personales que no siempre podemos —o no queremos— ver.
Como mencionábamos hace un momento, esas interacciones sacan a relucir heridas no resueltas. Lo que nos desestabiliza, lo que nos duele o lo que nos molesta en una relación puede traducirse en necesidades emocionales no atendidas o conflictos internos pendientes.
Uno de los mecanismos que podemos identificar en las relaciones con efecto espejo es la proyección. Pero, ¿qué significa?
Proyectar implica atribuirle a otra persona emociones o características que pertenecen a nuestro “mundo” interno. Therapyside —un portal web que también gestiona procesos terapéuticos y cuenta con su propio blog—, explica que este recurso emocional funciona como una defensa inconsciente: como nos cuesta reconocer algo desde adentro, evitamos pasar por el malestar de enfrentarlo en la vida real. Es un caparazón.
De acuerdo con el sitio, el rechazo hacia ciertas conductas puede estar relacionado con distintos conflictos emocionales. Por ejemplo: una baja autoestima, dicen, puede hacer que los logros o actitudes de otros se vivan como una amenaza.
Y puede llegar a verse algo así:
Por eso, en muchos casos, experiencias pasadas —especialmente las de la infancia— influyen en la forma en que la interpretamos las acciones de los demás. Así podríamos explicar las reacciones intensas o desmedidas frente a situaciones cotidianas que para otros no podrían representar peligro, dolor o irritación. Es la herida “hablando” por nosotros.
Las formas en las que ese espejo aparece en los vínculos
Tanto Selia como Therapyside describen distintas maneras en las que esto sucede. A veces nos incomoda en los demás un rasgo propio que no logramos percibir; en otros casos, nos molesta una característica “opuesta”, pero que, en el fondo, representa un deseo de lo que quisiéramos ser. Por otro lado, también puede aparecer la idealización: cuando le otorgamos al otro cualidades que creemos ausentes en nosotros mismos.
Por ejemplo...
Cuando una persona se molesta frecuentemente con quienes buscan atención o reconocimiento, puede estar enfrentándose a su propia dificultad para pedir lo que necesita.
También puede ocurrir si alguien reacciona desde el enojo, fastidio o desagrado frente a las personas que expresan abiertamente sus emociones. Pues, detrás de esa incomodidad, puede esconderse su propia historia en la que mostrar lo que sentía nunca fue permitido o fue objeto de burlas, rechazo y minimización.
El efecto espejo en nuestras relaciones revive muchas heridas antiguas, como el miedo al abandono o al rechazo. Generalmente, la manera en la que una persona trata a los demás, refleja el modo en que se trata internamente, repitiendo hacia afuera la autoexigencia o la autocrítica llevada al límite con la que debe cargar.
Reconocer estas dinámicas no siempre es sencillo. Pero, de alguna manera, atravesar la incomodidad en nuestros vínculos permite que esos comportamientos dejen de normalizarse y, si queremos, empecemos a buscar el porqué. En ese proceso, la terapia psicológica puede ayudar guiándonos para observar los patrones, la proyección emocional y el desarrollo de una mayor consciencia sobre cómo se construyen nuestros vínculos.