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Durante estas fechas, mientras muchas personas se preparan para cerrar el año y reunirse con sus familias, otras viven la Navidad y las vísperas desde el cansancio, la rabia o la frustración.
No todos atravesamos diciembre con el mismo ánimo. Para algunos, la presión por celebrar puede hacer más evidentes los conflictos personales, las ausencias o las expectativas que, al final, no se cumplieron.
¿De qué trata el Síndrome del Grinch?
Recordemos que en la famosa película, el Grinch observa cómo los habitantes de Villaquien se organizan para celebrar la Navidad. Vigilando constantemente a los quienes desde su guarida (una cueva en lo alto de una montaña, en donde vive junto a su perro Max), llega a la conclusión de que la alegría de esa fecha depende de los regalos, las decoraciones y la comida. Y convencido de que, si él no puede disfrutarla, nadie más debería hacerlo, decide arruinar la celebración de todos.
Entonces, durante Nochebuena, el Grinch se disfraza de Santa Claus —conocido en Colombia como Papá Noel— y baja a la ciudad. Una por una, entra a las casas mientras sus habitantes duermen y estropea o roba todo lo que tiene que ver con la festividad.
¿Es negativo no celebrar la Navidad?
Es cierto que el Síndrome del Grinch toma su nombre del conocido personaje infantil porque, en algunas personas, el malestar que genera la Navidad no se queda solo en sus emociones y pensamientos, sino que termina afectando la relación con los demás, especialmente con quienes sí disfrutan las celebraciones.
Esa incomodidad puede verse reflejada en irritabilidad, distancia o rechazo hacia el ambiente que estas fechas producen. Es un desagrado persistente frente a la Navidad y a sus estímulos, a lo que representa, a lo que nos hace sentir y lo que se supone que trae consigo.
Contrario a lo que mucha gente podría relacionar únicamente con la decisión de no celebrar, este fenómeno desencadena emociones como la tristeza o la amargura, junto a la necesidad de aislarse; las reuniones, los intercambios navideños, los villancicos, las calles decoradas, las reuniones para las novenas —y hasta los buñuelos— pueden resultar difíciles de tolerar, sobre todo en las personas que experimentan el síndrome. Esto es algo que ocurre mucho más en las personas en la etapa de la adultez.
Respetar los tiempos propios y ajenos
Vivir la Navidad no significa que todas las personas tengan que llegar a un punto en el que, de repente, todo les resulte bonito o disfrutable, como le pasa al Grinch al final de la historia. Para muchos, estas fechas simplemente se atraviesan y esperan con paciencia a que terminen.
No hay ningún tratamiento ante lo que ocurre. La solución no es otra más que permitirse sentir lo que aparece, sin forzarse a celebrar, pero también reconociendo hasta dónde llegan los propios límites.
Así como es importante no presionar a quien no tiene el ánimo o la disposición para festejar, también lo es cuidar que ese malestar no termine pesando sobre los demás. Respetar los tiempos ajenos y los propios suele ser la forma más honesta de convivir durante estos días de cierre de nuestro 2025.
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