Bogotá, qué aprender y no aprender de Brasil en movilidad

Brasil nos lleva la delantera en varios temas. Movilidad no es la excepción. Bogotá tiene cosas que aprender en términos de movilidad de las ciudades de Brasil, pero también tiene que aprender de los errores, tal como ellos mismos lo han hecho.

Álvaro Rodríguez Valencia/Investigador en transporte Universidad de California
08 de julio de 2014 - 04:56 a. m.
Bogotá, qué aprender y no aprender de Brasil en movilidad

Brasilia, una de las pocas ciudades planificadas y diseñadas desde cero a finales de los 50, fue por años ejemplo de planificación perfecta de transporte. Basada en la Carta de Atenas de 1933, amplias autovías expresas, sin semáforos y con pocos accesos atraviesan la ciudad.

Una red secundaria de vías que sale de las autovías y albergan los comercios. Por último unas vías ciegas, para evitar el tráfico de extraños, llevan a los edificios residenciales. El resultado de ese intento es una ciudad zonificada, difícil de caminar o de transitar en bicicleta, llena de carros y sin mucha vida.

Pero en el sur, en Curitiba, no muchos años después en los 70, se implementaría uno de los sistemas de transporte más exitosos del mundo. La clave: coordinación entre usos de suelo y transporte. Si le gente vive y trabaja muy cerca del sistema masivo de transporte público, entonces tendrá una mayor propensión a usarlo; entonces grandes rascacielos fueron construidos alrededor de los ejes de transporte. Si este transporte público es rápido y de calidad, las personas dejarían el carro y el taxi. Y así fue. De allí vienen los sistemas BRT, que conocemos genéricamente en Colombia como TransMilenios, que circulan en vía exclusiva con estaciones para pre-pagar el pasaje. Un éxito.

Sao Paulo anunció recientemente un modelo de ordenamiento territorial llamado Plan Director, en el cual se incentiva la construcción sin límite de rascacielos en zonas aledañas a las estaciones de metro con el objetivo de replicar el modelo de Curitiba. Un buen intento, en una ciudad híper congestionada donde se ha intentado hacer todo, pero donde no hay capacidad para responder al crecimiento de las varias ciudades dormitorio que la rodean. Mi pregunta no es qué hacer para mejorar su movilidad de Sao Paulo, sino si las ciudades tan grandes son viables.

Una reciente investigación muestra cómo, por ejemplo, el tren de cercanías, proyecto insignia del progreso del Departamento de Cundinamarca, podría terminar matando buena parte de la actividad futura de Facatativá y Zipaquirá, volviéndolas ciudades dormitorio y sentenciando a futuros ciudadanos, los más pobres, a desplazarse por horas para llegar a sus trabajos. Así pasó en Sao Pablo…

Bogotá, hasta ahora, ha aprendido bien la lección. Desde finales de los 90 se decidió que el modelo de ciudad basado en carros, como el de Brasilia, no era para nuestra ciudad. Adoptamos el sistema de buses en vía exclusiva de Curitiba, y lo mejoramos. Sin planificarlo, cerca de los portales, grandes centros comerciales y conjuntos residenciales surgieron, y por eso más de 1.7 millones de personas usan el TransMilenio cada día.

Sin embargo, el futuro de Bogotá está en un punto crucial de su historia.¿Queremos una Sao Pablo? Creo que ni los brasileros saben qué es lo que hay que hacer en estos casos. Sao Paulo y Rio están sumidas en la congestión y sin salidas a la vista. Por lo pronto, no bajar la guardia y seguir con más transporte público, como el metro, el SITP y el TransMilenio es lo único que hay a la vista. Pero tendremos los colombianos que ser más creativos para resolver los problemas que ellos no pudieron resolver en sus dos más grandes metrópolis. Nos queda la tarea.

Por Álvaro Rodríguez Valencia/Investigador en transporte Universidad de California

 

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