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                                                                                                                              Día contra el reclutamiento infantil: ¡Qué horror, qué horror, qué pena!

                                                                                                                              Este 12 de febrero es el día mundial contra el reclutamiento de niños y niñas para la guerra, un día para la reflexión sobre nuestra responsabilidad como familia, sociedad y Estado frente a la protección integral de la niñez. Nuestra desprotección allana el camino para que recorran, como única forma de vida, el camino que más los acerca a la muerte.

                                                                                                                              Ximena Norato *

                                                                                                                              AFP

                                                                                                                              - ¡Papá! yo voy con usted.

                                                                                                                              - No mijo, quédese que ahorita vuelvo.

                                                                                                                              - Que la virgen lo acompañe apá…

                                                                                                                              Esa fue la última vez, que Juan vio a su padre.

                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!: Desplazamiento número 1

                                                                                                                              La primera vez que a Juan y a lo que quedaba de su familia los desplazaron de su finca, no tenía ni 10 años. A su papá la virgen no lo acompañó esa noche sino los paramilitares y no trajeron de regreso, tampoco a su hermano ni a otro familiar. Al día siguiente, se colgaron al hombro lo que pudieron y se fueron.

                                                                                                                              Al año, regresaron a su tierra y Juan pudo volver a su vida habitual. Desde que lo puede recordar, dedicaba sus días a trabajar raspando coca en la mañana y en los laboratorios debidamente dotados con ácidos y otros químicos para refinar la coca, en las tardes.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!: Desplazamiento número 2

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              “En el pueblo, yo no alcancé a estudiar. Éramos muy pobres, yo vendía cositas, tenía 11 años. Al frente de mi casa vivía un niño y nos hicimos muy amigos. Su familia siempre había sido de las Farc, pero yo no sabía. Mi amigo llevaba comida a los campamentos, les hacía mandados… Un día, unos señores llegaron en una camioneta y me metieron en una bolsa negra, me llevaron a las afueras del pueblo y me empezaron a golpear”.

                                                                                                                              Lo habían visto con Jacinto, su amiguito. Juan no entendía por qué lo habían amarrado y por qué hablaban de picarlo y arrojarlo al río. Decidieron dejarlo ir y le dieron dos horas para desaparecerse del pueblo, sin contarle a nadie.

                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!: Desplazamiento número 3

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Llegó a su casa maltrecho, adolorido y asustado. Le dijo a su mamá que se tenía que devolver a trabajar a la mina de oro. No le contó la verdad para que no la mataran. Tenía que protegerla.  Juan se fue y nunca volvió. Desplazado tres veces por los paramilitares, terminó aceptando la invitación que día a día le hacían las Farc y su amiguito, que ya empezaba a hacer parte de esas filas. 

                                                                                                                              “Yo no quería irme, yo nunca quise, pero estaba solo. Nadie sabía lo que me pasaba y si volvía me mataban a mí y mataban a mi mama”. Se fue con las Farc antes de cumplir los 12… a los 14 nuevamente hizo lo que mejor sabía.

                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Se escapó y volvió a su vida habitual: raspar coca. Pronto, el Eln descubrió que había pertenecido a las Farc, pero no tomaron represalias y lo invitaron a unirse a ellos. “Yo estaba muy aburrido, yo nunca he querido eso y yo creo que se notaba”.

                                                                                                                              - ¿Nos volamos?

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Este me está haciendo inteligencia… Pensó Juan y decidió ignorar a su compañero del nuevo grupo, pero éste seguía insistiendo, hasta que un día decidió decirle que sí. “Y empezamos a soñar con irnos”. El día de la fuga, en la entrega de turno, todo estaba listo.

                                                                                                                              - Empiece a caminar usted.

                                                                                                                              - No empiece usted.

                                                                                                                              “Uno sabía que, si era por hacerlo caer, lo fusilaban por la espalda” pero al fin Juan dio el paso y nuevamente… ¡Corre juan, corre!

                                                                                                                              Y corrieron dos días.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Durante la fuga, una comisión, otro grupo de la guerrilla, les disparó con una intencionada mala puntería. Arañados, picados, heridos, llegaron a una finca y pidieron un celular prestado para poder llamar al 146 y entregarse. El campesino, asustado, les dio su celular, pero no tenía casi minutos ni batería.

                                                                                                                              Buscaron ropas, guardaron las armas en un costal y empezaron a caminar, muy cansados, lastimados, con hambre.

                                                                                                                              - Hermano, si logramos salir de esto es un milagrito de Dios. Si nos van a atrapar, vuélese solo, yo ya no puedo correr.

                                                                                                                              A sus 16 años, Juan ya no tenía fuerzas para correr, una astilla atravesaba su bota y cientos de ellas su corazón. Un camión los recogió, y el conductor les dijo que lo tenían que esperar, porque iba a desayunar

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              “Y nosotros con esa hambre, que ya no podíamos.  Sentíamos que la gente nos miraba raro, nosotros mirábamos para el piso, no sabíamos qué iba a pasar”.

                                                                                                                              Cuando siguieron el trayecto volvieron a llamar a la línea 146.

                                                                                                                              - ¿Aló?

                                                                                                                              - Nos vamos a entregar

                                                                                                                              - Dejen de molestar…

                                                                                                                              - Tutututu y cogaban,

                                                                                                                              No nos creían, la batería titilaba… se iba a acabar la batería.

                                                                                                                              “Cuando mencioné el nombre del frente me creyó… y me preguntó dónde estábamos. Le dije que bien afuera del pueblo, pero ya estábamos entrando. Me echaron como $20.000 en minutos y me pasaron con un coronel. Yo le decía”:

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              - Deme un punto para vernos ¡Se me va a apagar el celular! ¡Prométame que no nos matan!

                                                                                                                              Divisan a dos soldados y detrás un carro. Juan le dice al que está al teléfono, que los está viendo.

                                                                                                                              - Yo los mandé, entréguese a ellos.

                                                                                                                              - Pero mire, si nos van a hacer algo, respondemos.

                                                                                                                              - ¡Pare, Pare! Le gritan al del camión.

                                                                                                                              Cuando se acercan para agradecerle, le cuentan quienes son y le dicen que se van a entregar. “El señor me dijo: ¡Ay mijo! si me hubieran dicho… y yo comiendo solo y no les di”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Caminábamos hacia los soldados, todos con un teléfono en la mano, las armas atrás.

                                                                                                                              - ¿Ustedes son? preguntan los soldados.

                                                                                                                              -  Sí…, respondieron

                                                                                                                              - ¡Bienvenidos a la libertad!

                                                                                                                              Me tiré en una hierbita y me quedé quieto. No podía creer que lo habíamos logrado. Juan no podía creer que ya no tenía que volver a correr…

                                                                                                                              ** Juan no quería cambiarse el nombre, porque ya había tenido muchos alias. No obstante, por su protección y la de su mamá, que aún vive en ese pueblo, optamos por hacerlo.

                                                                                                                              * Directora Agencia PANDI

                                                                                                                              AFP

                                                                                                                              - ¡Papá! yo voy con usted.

                                                                                                                              - No mijo, quédese que ahorita vuelvo.

                                                                                                                              - Que la virgen lo acompañe apá…

                                                                                                                              Esa fue la última vez, que Juan vio a su padre.

                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!: Desplazamiento número 1

                                                                                                                              La primera vez que a Juan y a lo que quedaba de su familia los desplazaron de su finca, no tenía ni 10 años. A su papá la virgen no lo acompañó esa noche sino los paramilitares y no trajeron de regreso, tampoco a su hermano ni a otro familiar. Al día siguiente, se colgaron al hombro lo que pudieron y se fueron.

                                                                                                                              Al año, regresaron a su tierra y Juan pudo volver a su vida habitual. Desde que lo puede recordar, dedicaba sus días a trabajar raspando coca en la mañana y en los laboratorios debidamente dotados con ácidos y otros químicos para refinar la coca, en las tardes.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!: Desplazamiento número 2

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              “En el pueblo, yo no alcancé a estudiar. Éramos muy pobres, yo vendía cositas, tenía 11 años. Al frente de mi casa vivía un niño y nos hicimos muy amigos. Su familia siempre había sido de las Farc, pero yo no sabía. Mi amigo llevaba comida a los campamentos, les hacía mandados… Un día, unos señores llegaron en una camioneta y me metieron en una bolsa negra, me llevaron a las afueras del pueblo y me empezaron a golpear”.

                                                                                                                              Lo habían visto con Jacinto, su amiguito. Juan no entendía por qué lo habían amarrado y por qué hablaban de picarlo y arrojarlo al río. Decidieron dejarlo ir y le dieron dos horas para desaparecerse del pueblo, sin contarle a nadie.

                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!: Desplazamiento número 3

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Llegó a su casa maltrecho, adolorido y asustado. Le dijo a su mamá que se tenía que devolver a trabajar a la mina de oro. No le contó la verdad para que no la mataran. Tenía que protegerla.  Juan se fue y nunca volvió. Desplazado tres veces por los paramilitares, terminó aceptando la invitación que día a día le hacían las Farc y su amiguito, que ya empezaba a hacer parte de esas filas. 

                                                                                                                              “Yo no quería irme, yo nunca quise, pero estaba solo. Nadie sabía lo que me pasaba y si volvía me mataban a mí y mataban a mi mama”. Se fue con las Farc antes de cumplir los 12… a los 14 nuevamente hizo lo que mejor sabía.

                                                                                                                              ¡Corre Juan, corre!

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Se escapó y volvió a su vida habitual: raspar coca. Pronto, el Eln descubrió que había pertenecido a las Farc, pero no tomaron represalias y lo invitaron a unirse a ellos. “Yo estaba muy aburrido, yo nunca he querido eso y yo creo que se notaba”.

                                                                                                                              - ¿Nos volamos?

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Este me está haciendo inteligencia… Pensó Juan y decidió ignorar a su compañero del nuevo grupo, pero éste seguía insistiendo, hasta que un día decidió decirle que sí. “Y empezamos a soñar con irnos”. El día de la fuga, en la entrega de turno, todo estaba listo.

                                                                                                                              - Empiece a caminar usted.

                                                                                                                              - No empiece usted.

                                                                                                                              “Uno sabía que, si era por hacerlo caer, lo fusilaban por la espalda” pero al fin Juan dio el paso y nuevamente… ¡Corre juan, corre!

                                                                                                                              Y corrieron dos días.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Durante la fuga, una comisión, otro grupo de la guerrilla, les disparó con una intencionada mala puntería. Arañados, picados, heridos, llegaron a una finca y pidieron un celular prestado para poder llamar al 146 y entregarse. El campesino, asustado, les dio su celular, pero no tenía casi minutos ni batería.

                                                                                                                              Buscaron ropas, guardaron las armas en un costal y empezaron a caminar, muy cansados, lastimados, con hambre.

                                                                                                                              - Hermano, si logramos salir de esto es un milagrito de Dios. Si nos van a atrapar, vuélese solo, yo ya no puedo correr.

                                                                                                                              A sus 16 años, Juan ya no tenía fuerzas para correr, una astilla atravesaba su bota y cientos de ellas su corazón. Un camión los recogió, y el conductor les dijo que lo tenían que esperar, porque iba a desayunar

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              “Y nosotros con esa hambre, que ya no podíamos.  Sentíamos que la gente nos miraba raro, nosotros mirábamos para el piso, no sabíamos qué iba a pasar”.

                                                                                                                              Cuando siguieron el trayecto volvieron a llamar a la línea 146.

                                                                                                                              - ¿Aló?

                                                                                                                              - Nos vamos a entregar

                                                                                                                              - Dejen de molestar…

                                                                                                                              - Tutututu y cogaban,

                                                                                                                              No nos creían, la batería titilaba… se iba a acabar la batería.

                                                                                                                              “Cuando mencioné el nombre del frente me creyó… y me preguntó dónde estábamos. Le dije que bien afuera del pueblo, pero ya estábamos entrando. Me echaron como $20.000 en minutos y me pasaron con un coronel. Yo le decía”:

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              - Deme un punto para vernos ¡Se me va a apagar el celular! ¡Prométame que no nos matan!

                                                                                                                              Divisan a dos soldados y detrás un carro. Juan le dice al que está al teléfono, que los está viendo.

                                                                                                                              - Yo los mandé, entréguese a ellos.

                                                                                                                              - Pero mire, si nos van a hacer algo, respondemos.

                                                                                                                              - ¡Pare, Pare! Le gritan al del camión.

                                                                                                                              Cuando se acercan para agradecerle, le cuentan quienes son y le dicen que se van a entregar. “El señor me dijo: ¡Ay mijo! si me hubieran dicho… y yo comiendo solo y no les di”.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Caminábamos hacia los soldados, todos con un teléfono en la mano, las armas atrás.

                                                                                                                              - ¿Ustedes son? preguntan los soldados.

                                                                                                                              -  Sí…, respondieron

                                                                                                                              - ¡Bienvenidos a la libertad!

                                                                                                                              Me tiré en una hierbita y me quedé quieto. No podía creer que lo habíamos logrado. Juan no podía creer que ya no tenía que volver a correr…

                                                                                                                              ** Juan no quería cambiarse el nombre, porque ya había tenido muchos alias. No obstante, por su protección y la de su mamá, que aún vive en ese pueblo, optamos por hacerlo.

                                                                                                                              * Directora Agencia PANDI

                                                                                                                              Por Ximena Norato *

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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