Publicidad

El fotógrafo oficial de la ciudad

El reportero gráfico Armando Matiz trabajó como reportero gráfico en Bogotá durante toda su vida, buena parte con El Espectador.

Santiago Valenzuela
24 de agosto de 2013 - 09:00 p. m.
Armando Matiz tomando una foto para El Espectador desde  una escalera de bomberos en marzo de 1968. / Archivo  - El Espectador
Armando Matiz tomando una foto para El Espectador desde una escalera de bomberos en marzo de 1968. / Archivo - El Espectador

En su primer día como fotógrafo de El Espectador, Armando Matiz recibió la orden de cubrir lo que en principio parecía una protesta. Era sábado, 6 de septiembre de 1952. Salió a la calle con una cámara Rolleiflex, formato 6x6. “Para mí, como para todos los compañeros del periódico, el 6 de septiembre era como un día cualquiera”, dijo en su momento Guillermo Cano Isaza, director del periódico.

Mientras la redacción del periódico trabajaba en la edición del día siguiente, Armando Matiz caminaba por la carrera séptima, buscando el origen de unos gritos que se escuchaban desde la avenida Jiménez: “Era mi primera actividad como reportero. Salí con mi cámara, como si nada, por el centro de Bogotá. Cuando me acercaba a la casa del doctor Carlos Lleras vi una turba de conservadores. Me tranquilicé al ver a los policías, pero luego me di cuenta de que ellos también eran conservadores: casi me matan a punta de garrote. Forcejeé con ellos pero me quitaron la cámara y borraron todas las fotos. Ese fue mi debut en el periódico”.

Cuando regresó a su trabajo, encontró el periódico incendiado. Una turba había destruido las bicicletas de los repartidores y había utilizado las navajas para cortar las llantas de los vehículos que eran propiedad del diario. “Eran las 10 de la noche. El periódico llevaba ardiendo más de dos horas”, narró Guillermo Cano en la crónica titulada “La jornada del 6 de septiembre”, publicada un año después de los hechos. Esa misma noche, la turba prendió fuego a las instalaciones del diario El Tiempo e intentó destruir las casas de los dirigentes liberales Carlos Lleras Restrepo y Alfonso López Pumarejo. El Espectador sólo pudo circular 10 días después de los ataques.

Habían pasado apenas dos años desde que su hermano, Leo Matiz, le había enseñado a manejar una cámara fotográfica: “Hice mis primeras fotos en el sector de Bavaria, en la avenida Caracas con calle 30. Mi hermano estaba muy instruido y fue mi profesor”, recuerda Armando Matiz.

Leo Matiz se convirtió en uno de los reporteros gráficos más influyentes del país y dejó huella en México, Estados Unidos, el Caribe, Palestina, Beirut, Tel Aviv, Venezuela. Presenció la liberación nazi el 24 de agosto de 1944 en París y fue premiado con el Chevalier des Arts de ese país.

Las enseñanzas de Leo Matiz su hermano las puso en práctica en la capital: “Siempre me ha encantado La Candelaria. Conocí otras ciudades pero ninguna era como Bogotá. Recorría Puente Aranda, Teusaquillo. En las noches a veces iba a buscar fotos en los tugurios, en Las Cruces o en Los Laches. Ninguna foto se destaca sobre las otras”, dice Armando Matiz.

Después de 50 años de trabajo decidió vender 10.000 fotografías de la ciudad al Archivo de Bogotá: “Si me muero no quiero que las fotos queden en mi casa, hay más gente que las necesita”. El Archivo Distrital se interesó en las fotografías de Matiz, que develan el crecimiento de la ciudad desde la década del cincuenta. Aún las partes no llegan a un acuerdo definitivo y prefirieron guardar la reserva de la negociación en curso.

En la alcaldía lo reconocen como ‘el fotógrafo oficial de Bogotá’. Este título se fue construyendo desde que trabajó como reportero gráfico en la oficina de prensa del alcalde Virgilio Barco, en 1966. “En El Espectador tenía que ir por la chiva. Si la luz estaba mala, igual tocaba llegar con foto. Con el alcalde Barco conocí el desarrollo de la ciudad, la expansión. Tuve que hacer las fotos de la canalización en todo el sector de El Salitre, de la remodelación del Edificio Liévano. Salía con él a caminar por la Séptima y me sentía seguro. La ciudad no era tan grande. Cuando estaba en la calle estar con la gente era como estar acompañado. Hoy los fotógrafos se sienten inseguros”.

Actualmente es otra la mirada de Bogotá. Dice que, en aspectos quizá convencionales como las discotecas, la ciudad es otra. La interacción cotidiana como él la conocía parece haberse desvanecido: “Le doy un ejemplo (risas), una vez salía del trabajo y terminé encontrándome con José, el mono Salgar, y con Guillermo Cano, en una rumba en la calle 42 con 13. Eso era normal, las caras eran en su mayoría conocidas”.

Hoy, además de La Candelaria, lo que más le gusta a Matiz de Bogotá es la zona rural: “En una época trabajé con el Incora (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) y conocí el campo. “Me gustó mucho toda el área rural de Bogotá. Los cerros. Ahora siento que soy un campesino frustrado”. Armando Matiz no pudo vivir mucho tiempo en la zona rural por hostigamientos de las Farc en los años noventa.

En su archivo particular (de 30.000 fotografías) se quedan los retratos de Gabriel García Márquez, Carlos Lleras Restrepo, del expresidente de Venezuela Marcos Pérez Jiménez: “Hice fotos de muchos presidentes; de personajes de la época; de futbolistas. En Bogotá quisiera seguir haciendo fotos, pero creo que ya no puedo salir por la noche a caminar por los tugurios”.

Por Santiago Valenzuela

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar