En su página principal Google tiene hoy la figura de una mujer sentada en una banca y mirando por binoculares. Está en falda, tiene un saco y usa pañoleta y gafas. Atrás están unas figuras célebres en todo el mundo: las Líneas de Nazca, un grupo de imágenes que se extienden en el desierto del sur de Perú y que son una reconocida atracción turística.
Cuando María Reiche, la científica a la que hace referencia la ilustración de Google, llegó a este país suramericano en 1932, nada se sabía sobre esas líneas. Nadie se había interesado por descifrar su significado ni en medirlas con precisión. Pero ella, arqueóloga y matemática alemana, las encontró en 1939 y, desde entonces, se armó de paciencia para entender lo que escondían aquellos trazos del pueblo Nazca.
La primera figura que descubrió fue el Ave Kosok en 1941. Diez años más tarde vinieron los otros hallazgos: la araña, el mono, la ballena, el loro, el lagarto y más figuras geométricas. En total, armada con un metro, una escalera de mano, una libreta y una brújula, Reiche midió unas 50 figuras y elaboró los primeros mapas y planos de esa inmensa superficie.
Tras hacer cálculos y elucubrar, limpiar el terreno y protegerlo de los foráneos, llegó a la conclusión de que esas líneas tenían un propósito: fijar los ciclos y los cambios climáticos de aquellos pueblos. Sus teorías abrieron un gran camino a futuros investigadores y, gracias a ella, en 1994 la Unesco declaró a las Líneas de Nazca como Patrimonio de la Humanidad.
Las razones por las que esta germana, graduada de la Universidad Técnica de Dresde y Hamburgo (Alemania), se esforzó por estudiar y proteger esos geoglifos, como son conocidos los trazos en el mundo científico, pueden resumirse en una frase suya que hoy cita la Asociación María Reiche:
“Sería tener una opinión muy baja de los antepasados, de suponer que todo este trabajo inmenso y minuciosamente exacto y detallado, hecho con concienzuda perfección, tenía como única finalidad el servicio de una superstición primitiva o un culto estéril de los antepasados. Al contrario, tenemos aquí el testimonio en gran escala y único en el mundo del primer despertar de las ciencias exactas en la evolución de la humanidad, esfuerzo gigantesco de la mente primitiva que se refleja en la grandeza de la ejecución bajo el cielo vasto de las pampas inmensas y solitarias, barridas por el viento y quemadas por el sol”.
Ilustración del doogle de Google.
Pero aunque sus teorías fueron valiosas, con el tiempo nuevos estudios apuntaron a otra dirección: las figuras probablemente obedecían manifestaciones culturales del pueblo Nazca o a prácticas religiosas. Como lo dice un perfil de Reiche publicado en el diario El País de España, el hecho de que estas imágenes se puedan recorrer de una lado a otro sin cruzarse con ninguna otra línea, hace suponer que en algún momento fueron caminos para procesiones ceremoniales.
Más allá de su acierto o no, Reiche jugó un papel esencial en la protección y difusión de esas figuras prehispánicas que fueron elaboradas entre el año 200 a. C. y el 700 d. C. Fue, además, un ejemplo de perseverancia. Ello lo demuestran diversos premios como la Medalla de Honor del Congreso de Perú en 1981 o el doctorado honoris causa concedido por las universidades nacionales de Trujillo (1983) y San Marcos (1986).
Por todos estos motivos, hoy la ciencia celebra 115 de su natalicio. En poco menos de un mes también se conmemorará 20 años de su fallecimiento. La llamada “Dama de la Pampa” murió el 8 de junio de 1998.