Basta ya de posar con las víctimas de la Fuerza Pública (II)

José Obdulio Espejo Muñoz
27 de mayo de 2018 - 03:30 p. m.
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La primera entrega de esta columna levantó ampollas en funcionarios de alto nivel del sector Defensa. Como reza el refranero popular, “al que le caiga el guante, que se lo chante”.

En varios de mis escritos he sostenido con vehemencia que las víctimas de la Fuerza Pública están abandonadas. Esta postura me ha puesto en la condición de paria para la institución a la que serví.

Era de esperar la crítica soterrada de funcionarios responsables del tema en el sector Defensa. Incluso, supe que le dijeron a un alto mando militar que mis columnas están motivadas por el más mezquino de los intereses: obtener trabajo. Toda una ofensa a mi inteligencia. Propio de quienes no conocen mi talante moral, profesional y personal.

Creen que pueden tapar el sol con un dedo y que, dada mi condición de oficial en retiro del Ejército Nacional, mi deber es escribir maravillas de lo actuado hasta la fecha. El disenso no existe en su glosario.

Esgrimen la postura de quienes tergiversan el espíritu de cuerpo propio de las instituciones castrenses, pues jamás comprenderían que, como soldado en ejercicio del retiro, mi deber no es con los grados o los cargos, sino con la institucionalidad y con aquellos que lo dieron todo por la patria.

Jamás entenderían por qué me duele su abandono y el de sus familiares y me causa escozor el desequilibrio en el tratamiento que reciben en su calidad de víctimas directas e indirectas del conflicto armado. Tampoco les cabe en la cabeza que quien escribe es el periodista y no el militar retirado.

Ante esta dualidad, el acápite de un escrito reciente del coronel retirado Silvio Vallejo Rosero resulta ilustrativo: “[…] en la milicia prima la jerarquía y la ley es obedecer sin preguntar cómo, cuándo o a quién. El que manda, manda, así mande mal. En el retiro la obediencia termina liberando al hombre de la pesada carga de la subordinación. Ahora, la opción verdadera es la de obedecer a la propia conciencia, a la familia o a los intereses individuales”.

Para su tranquilidad, diré entonces lo que quieren escuchar: estoy equivocado como lo está el contenido de cada una de mis columnas. La articulación de los procesos relacionados con esta temática entre el ministerio de Defensa Nacional, el comando general de las Fuerzas Militares y los comandos de fuerza funciona al ciento por ciento. ¡Verdadero arquetipo de efectividad, eficiencia y eficacia!

Diré también que el presupuesto asignado a las oficinas responsables del posconflicto en las Fuerzas Militares es el esperado y alcanza para atender las diferentes aristas resultantes de la firma de los acuerdos de La Habana. Asimismo, afirmaré, sin asomo de duda, que estas dependencias cuentan con personal idóneo, calificado y suficiente en temas cruciales como justicia transicional, memoria histórica, víctimas y reparación, entre otros. Será justo señalar que el abordaje de estos temas se efectúa sin excepciones de manera integral y por equipos interdisciplinarios,

Para terminar, diré que estoy convencido de la absoluta y abnegada labor de todas y cada uno de los funcionarios (uniformados y no uniformados) que trabajan por las víctimas de la Fuerza Pública en el sector Defensa, así como del trato digno y oportuno para con estas personas, de las cuales jamás he escuchado queja o necesidad alguna. ¡Una historia con final Disney!

Adenda: En el sector nunca suceden casos como el del mayor Manuel Alejandro Cardona López −víctima de las minas antipersonales y héroe en todo el sentido de la palabra−. Él, según algunos criterios administrativos y otros poco ortodoxos (al estilo de Esparta), no tuvo más cabida entre los héroes multimisión. Un contrasentido para este ingeniero mecatrónico y experto en desminado, quien perdió cuatro dedos de su mano derecha y uno de sus pies.

 

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