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Haciendo País

La Paz Total, servicio militar obligatorio y nuevos paradigmas

Julián Gallo Cubillos*
27 de septiembre de 2022 - 05:55 p. m.

Un aspecto singular de este momento lo constituye la propuesta del presidente Gustavo Petro, de buscar por la vía del diálogo y negociación una Paz Total. En las elecciones presidenciales, la mayoría del pueblo colombiano se pronunció a favor de transitar hacia un Estado y un régimen político distinto, más democrático, pluralista e incluyente. Comunes, partido que surgió del Acuerdo de paz y buscó una solución política al conflicto por décadas, saluda todos los esfuerzos en ese sentido.

Así pues, está sobre el tapete la discusión sobre la necesidad del cambio de modelos y paradigmas que hasta ahora se han impuesto como verdades, para abordar el análisis de las causas y las soluciones que nos permitan superar la violencia característica de nuestro sistema político, a partir de modificar las realidades socioeconómicas y políticas que están en su base causal.

Es por esto que algunas voces preocupadas por la agudización del problema de la tierra claman por más Fuerza Pública y hasta por ejércitos privados, pidiendo la defensa de la propiedad privada; como si no fueran suficientes los innumerables conflictos violentos que nos han traído décadas de tratamiento policial y militar a los problemas sociales.

No se les ocurre, o buscan desconocer, que el conflicto que se expresa alrededor de la tierra tiene un origen en la desigualdad que se vive en cuanto a la tenencia, la propiedad y la utilización de la tierra. Por esa razón, solo atinan a pedir más Fuerza Pública como solución a dicho problema.

Esa concepción de Estado de responder a las conflictividades, casi que de manera exclusiva a través de la fuerza, es lo que se conoce comúnmente como militarismo. Y es también la causa de que erróneamente se crea que la presencia y eficacia del Estado se mide por la cantidad de efectivos militares en el territorio, lo que nos ha llevado a ser el país que tiene las Fuerzas Armadas más numerosas del continente proporcionalmente hablando.

Vale aclarar que el militarismo no es exclusivo, ni hace referencia de manera específica a los militares. No, con él se designa una forma de pensar y de ver los problemas propia de un sector numeroso de la clase que históricamente nos ha gobernado y que tiene su origen en la doctrina del enemigo interno, según la cual todo aquel que disienta de las políticas de los gobiernos, o del sistema político, es considerado como un enemigo a vencer.

Son los mismos que frente a la discusión sobre la necesidad de desmontar el servicio militar obligatorio ponen el grito en el cielo con el argumento de que la Fuerza Pública tiene que mantener su número elevado de integrantes como garantía de protección de la propiedad privada; es decir, conciben las fuerzas armadas como un instrumento al servicio de sus exclusivos intereses y no del conjunto de la sociedad, sin tener en cuenta las nuevas realidades que se desprenden de la firma del Acuerdo de Paz y el cambio que produjo en la situación de orden público y en las características de los conflictos que aún persisten.

El momento actual hace imperativo analizar el papel de la Fuerza Pública, la doctrina militar y de defensa del Estado, la necesidad del servicio militar obligatorio, el número de efectivos, el monto del presupuesto del sector, el papel del ESMAD, así como el tipo de policía que necesitamos de acuerdo con el mandato que se expresó en las urnas en la elección presidencial de junio y que fue precedido por las grandes movilizaciones de abril del año pasado.

El presidente Gustavo Petro lo ha dicho claramente: ya no se trata de medir la eficiencia y los resultados de la Fuerza Pública en términos de bajas ni de cadáveres, se trata de salvar vidas y esa es la nueva doctrina de seguridad humana por la que tenemos que abogar. Es hora de que el Estado en su conjunto enfrente de manera coordinada las distintas expresiones de violencia atendiendo las causas estructurales de las mismas.

Un servicio social para la Paz es parte de esa nueva visión de un Estado democrático, es la posibilidad de que los jóvenes colombianos antes que empuñar un arma puedan vincularse a trabajos sociales de la mano de las comunidades; pero además, que quienes escojan la profesión de las armas lo hagan de manera voluntaria, requisito indispensable para ser un buen soldado.

La discusión sobre el servicio militar obligatorio no es un debate sobre cifras, es un debate sobre el tipo y el carácter de fuerza pública, sobre la doctrina de seguridad y defensa que demanda un Estado democrático.

*Senador de la República

Por Julián Gallo Cubillos*

 

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