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De la paz conservadora a la paz total

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David Flórez / @DavidFlorezMP
19 de mayo de 2023 - 09:14 p. m.
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Hay quienes afirman que una de las mejores formas de definir algo o explicarlo es haciendo alusión a lo que no es, desglosando las características de su antónimo.

Este método puede resultar particularmente pedagógico sobre todo cuando intentamos explicar un concepto nuevo como sucede con la “paz total”, la cual en mi opinión más que la política de paz del nuevo gobierno es un nuevo paradigma en la forma en la se abordan los asuntos de la paz y la guerra en el país, en tanto implica una concepción distinta entre otras cosas de las causas de la guerra, de la finalidad de los diálogos de paz y de los procesos de acogimiento, de las formas y métodos en los que estos deben desarrollarse y por supuesto del papel de la participación ciudadana en la construcción de paz.

Digo esto a propósito de un reciente documento denominado “manifiesto por la paz total” firmado por Rafael Pardo, Fredy Padilla de León, Juan Camilo Restrepo, Gloria María Borrero entre otros y otras, el cual con el respeto que me merecen todas las personas firmantes, expone con claridad elementos de lo que más bien podríamos denominar una “paz conservadora”.

La primera gran diferencia gira en torno al fin último de los procesos de paz, en el documento al que aludo es claro que el propósito fundamental de todo intento de negociación política es el desarme y la consolidación del Estado tal y como existe, mientras que la paz total aunque por supuesto le apuesta al desarme y al fin del conjunto de las violencias armadas que aún persisten en el país, ve la política de paz en global y en particular en los procesos de paz oportunidades para que el Estado y la sociedad puedan posicionar y adelantar reformas, ajustes institucionales y hechos políticos claves que permitan resolver parte de las problemáticas que han hecho posible tantas décadas de conflicto armado.

En síntesis podemos decir que mientras la primera visión acude a una mesa a conservar, la paz total acude a los procesos de paz con espíritu reformador y transformador.

De hecho desde la paz total se han planteado los diálogos como uno de los lugares que contribuyan a la construcción de un gran acuerdo nacional sobre soluciones mínimas y urgentes a los grandes problemas del país.

Otra diferencia es sobre la conveniencia o no de implementar acuerdos parciales alcanzados en medio del desarrollo de los procesos de paz sin que estos hayan concluido, desde la visión que denomino conservadora se descarta abiertamente esta posibilidad en mi opinión no solo por lo que ellos llaman la necesidad de una paz unitaria, sino porque se concibe que cualquier implementación de un acuerdo parcial es una concesión innecesaria al adversario en la mesa, por el contrario la paz total acude a los acuerdos parciales no solo como una forma de ir avanzando en las transformaciones que concibe importantes para impulsar el proceso de paz sino como una forma de aliviar las condiciones humanitarias y sociales en las que viven especialmente los pobladores del campo.

Mientras la paz conservadora aborda el acuerdo parcial desde el cálculo frente al adversario la paz total lo aborda pensando en la ciudadanía y el cambio necesario.

Otro asunto no menor es el relativo a los ceses de fuego y de hostilidades bilaterales, según el manifiesto en cuestión, dichos ceses solo son posibles al final del los procesos de paz y previa concentración del actor armado, lo que en castellano simple se traduce a que la única forma de avanzar en el diálogo es medio de la de la guerra sin importar cuántas muertes ello suponga y cuanto afecte el ruido de las bombas al respaldo ciudadano y político que requiere un proceso de paz exitoso, aquí vale la pena preguntarse si el acuerdo con las FARC hubiese sido posible sin la decisión política de desescalar el conflicto que tomó en su momento esa insurgencia a través de los continuos ceses unilaterales y que recibió como importante aunque tardía respuesta del gobierno Santos el cese de los bombardeos aéreos.

Por el contrario la paz total ha plantado desde el comienzo la importancia de que el conjunto de esfuerzos de procesos de paz y de sometimiento se desarrollen en medio de un ambiente político, mediático y humanitario que los hagan posibles y pongan el respeto por la vida como imperativo ético angular del desarrollo de estos. La necesidad urgente de corregir por parte del Gobierno Nacional en relación a la necesidad de mecanismos de verificación públicos, confiables e imparciales no invalida a los ceses al fuego como método para desescalar la guerra y avanzar en un mejor ambiente hacia la paz.

El manifiesto dice también que las guardias indígenas, cimarronas y campesinas constituyen un riesgo ‘neoparamilitar’, afirmación que justo en el marco del horror con el que el país está escuchando las declaraciones de Salvatore Mancuso sobre cómo el entramado paramilitar masacro, desplazo y desapareció a miles de personas resulta claramente desproporcionada y estigmatizante. Conviene recordar que en más de dos décadas de existencia la guardia indígena no se ha visto involucrada en ningún hecho que se le parezca los relatos del horror y que por el contrario ha sido un ejemplo de acción humanitaria, civil y desarmada que ha salvado cientos de vidas.

Por último la “paz conservadora” plantea la importancia de acotar los alcances de la participación ciudadana en el marco de los procesos de paz mientras que la paz total tanto en la ley 2272 y el Acuerdo de México con el ELN ha planteado la necesidad de que las diversas preocupaciones y propuestas de la ciudadanía hagan parte integral del desarrollo de los acuerdos de paz, desde este paradigma se conciben también los diálogos de paz como un escenario donde no solo el Estado y las insurgencias pueden llevar sus visiones sino que también como un espacio donde la ciudadanía puede concurrir con sus agendas de cambio. Ya no más el clásico esquema de diálogo de dos partes, ahora es un diálogo a tres bandas.

Dicho sea de paso, lejos de morigerar el alcance de la participación ciudadana en la paz, urge que quienes ejecutan dicha política en el Gobierno Nacional construyan conjuntamente con organizaciones y comunidades espacios, mecanismos y herramientas específicas que garanticen que la participación incidente sea una realidad tanto en la paz total en su conjunto como en el desarrollo de cada uno de los diálogos y procesos de sometimiento.

En todo caso el manifiesto evidencia algo de la mayor importancia y es que el marco mayoritario actual de la deliberación pública no es ya sobre la guerra o la paz sino sobre las diferentes formas de acercarnos a la construcción de paz. Deliberación, debate y crítica de la que por supuesto la paz total como paradigma en construcción no puede estar para nada exenta.

Por David Flórez / @DavidFlorezMP

 

Alba(46837)20 de mayo de 2023 - 04:35 p. m.
Muy clara la comparación de las dos visiones; gracias por su análisis, importante
Atenas(06773)20 de mayo de 2023 - 12:48 p. m.
Esta entelequia de la paz total es campo despejado y abonado pa q’ ahí broten y florezcan todas las simientes de paja y fútil idealismo q’ quieran echar. Y eso sin importar q’ la q’ ya se hubo sembrado, la del indigno acuerdo, haya sido sonoro fracaso q’ sólo dejó una estela de impunidad y la facilidad pa q’ las múltiples bandolas q’ surgieron hicieran de Colombia un infierno peor. Idealismo en pasta.
Norma(12580)20 de mayo de 2023 - 03:48 a. m.
Un análisis profundo sobre dos visiones en torno a la paz que nos muestra la capacidad de construir pensando en avanzar en la superación de los problemas tornando efectivos en la medida de lo posible, los acuerdos que se concreten, . No repetir el "nada está acordado, hasta que todo esté acordado", sino buscar superar la desigualdad y humanizar las condiciones de vida para los territorios mas afectados.
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