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El lado femenino del derecho ambiental colombiano: Imelda Gutiérrez

*Por: María Fernanda Fernández y Laura J. Santacoloma M. / De Justicia.

María Fernanda Fernández y Laura J. Santacoloma M.
23 de enero de 2021 - 09:02 p. m.

Imelda Gutiérrez Correal es una de las madres del derecho ambiental en Colombia. Abogada de profesión, fue secretaria general del INDERENA y ha sido una de las mujeres de mayor impacto en la construcción de normas jurídicas para la gestión de nuestros recursos naturales. Participó en la escritura de la Ley Sanitaria Nacional número 9 de 1979 y en la introducción de tipos penales para sancionar conductas que atentaban contra el ambiente.

También, junto con Carlos Fonseca, estuvo en las mesas que se instauraron para la redacción de la Constitución de 1991. Pero sin duda, uno de sus más grandes aportes al ordenamiento jurídico del país fue conducir a la conceptualización del ambiente como un patrimonio común, lo cual quedó plasmado en el Código Nacional de Recursos Naturales y de Protección al Medio Ambiente (1974) —primero en el mundo de su clase—, así como en varios de los decretos reglamentarios que ayudó a redactar.

Es una mujer reconocida por su rigor jurídico, de impecable hablar y un referente fundamental sobre la evolución de la gestión ambiental en el país. Se especializó en derecho agrario en Alemania y cuando regresó su sueño era trabajar en el —Instituto Colombiano de la Reforma Agraria— INCORA y así apoyar los procesos de reforma del campo. Sin embargo, la vida le tenía preparados otros planes. Durante esa época se expidió en Colombia una ley que autorizaba la creación de un código ambiental, a raíz de lo cual, Imelda se unió al selecto equipo interdisciplinario al que se le encargó esta labor. A partir de este momento, la abogada agraria empezó a aprender, a leer todo sobre ecología y a apasionarse por los temas ambientales, los cuales se volvieron un compromiso para toda su vida.

Para ella era urgente la implementación de normas que, desde un enfoque interdisciplinario y de la mano de las comunidades locales, regularan las acciones que los seres humanos realizan sobre la naturaleza, sobre todo, aquellas relacionadas con el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales y del ambiente. Imelda creía que era necesario entender que tanto el Estado como los particulares tenemos responsabilidad con el ambiente, y que además, hay una obligación con relación al manejo de los recursos, pues esto tiene un impacto en vida y salud humana. Así, con su ímpetu, pasión y trabajo logró que estas concepciones no sólo llegarán a ser normas dentro del Código Nacional de Recursos Naturales y de Protección al Medio Ambiente, sino también principios elevados a rango constitucional.

Sin embargo, aún ante su fuerte determinación, Imelda atestiguó la constante oposición de sectores políticos y económicos que aseguraban que la regulación ambiental solo alejaría la inversión, generaría inseguridad jurídica y detendría el progreso. Por estas resistencias, todo el capítulo de sanciones del Código fue eliminado.

Hoy en día, 50 años después, los mismos argumentos de 1970 se citan para oponerse a la aprobación a otro instrumento jurídico: el Acuerdo de Escazú. Este busca proteger los derechos al acceso a la información, la participación pública, el acceso a la justicia, y, en especial, la vida de los líderes y lideresas ambientales que son sistemáticamente asesinados en Colombia. Ni los niños ambientalistas se salvan de las más miserables amenazas.

La vida de Imelda cuenta una historia de poder femenino en los años setenta. Fue ella quien se encargó de destacar por su trabajo y dedicación, y con estos, logró cambiar por siempre la historia de la sociedad colombiana y su forma de interactuar con la naturaleza. Así, esta gran abogada dice que nunca sintió subestimación por el hecho de ser mujer. Por el contrario, se enorgullece de su capacidad de liderar una revolución que se enfrentó al libro sagrado más importante del derecho: el Código Civil. Con ello, esta audaz mujer nos demuestra que el trato igualitario permite que todas las personas, más allá de su género, puedan expandir sus capacidades, con lo cual se beneficia la sociedad en la medida en que se afianza un desarrollo sostenible, justo y libre de violencias.

“Las personas deben defender su entorno” dice Imelda en un tono categórico que se siente como un mantra. Y no oculta su alegre sorpresa ante un movimiento juvenil mundial que lo entendió. Habla con esperanza de quienes continúan con el trabajo que ella y su generación impulsaron para cambiar la historia de un país que no sabía que su principal tesoro estaba en sus bosques, aguas, incontables especies, y singularmente, en su enorme bioculturalidad.

Historias como la de esta abogada ponen en evidencia el gran papel que tuvieron las mujeres en la construcción del derecho ambiental de nuestro país. Como ella existen muchas más que a través de la historia de nuestro país han sido pioneras en la protección de la naturaleza: Marta Concepción Matabanchoy, Leonor Zalabata, Elsa Matilda Escobar, Margarita Flórez, Margarita Marino, Alegría Fonseca y muchos nombres más.

Imelda Gutiérrez Correal es el reflejo fiel de que el trato igualitario y la participación de las mujeres son fundamentales en la construcción de mejores sociedades. A ella y a quienes nos han inspirado para hacer de nuestra vida la defensa de la naturaleza y los derechos de las personas ¡Gracias!

Por María Fernanda Fernández y Laura J. Santacoloma M.

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