¿Un nuevo Mandato por la Paz?

Diego Arias
08 de abril de 2025 - 04:09 p. m.
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Hace muchos años, comenzando la década de los 90, un grupo de ciudadanos del más diverso origen nos congregamos en Cali para dar forma a una Mesa por la Paz. Este encuentro diverso de personas comprometidas con la causa de superar la violencia y encontrar caminos dialogados para poner fin al conflicto armado tuvo lugar a instancias de una convocatoria hecha por la Comisión Vida, Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Cali.

Ocurrió muy a propósito de la declaratoria de “Guerra Integral” anunciada por el gobierno de Cesar Gaviria contra las extintas FARC y materializada con el ataque a Casa Verde (sede del Secretariado de esa antigua guerrilla), justo en el momento en que se firmaba la Constitución de 1991 como expresión, en uno de sus aspectos fundamentales, de la paz recientemente pactada con el M19 y otros cinco grupos que transitaron hacia la legalidad producto de acuerdos políticos.

En contexto: M-19, 35 años del acuerdo de paz de Colombia, que aún tiene deudas con las víctimas

Este momento histórico fue el reflejo de muchas cosas: la de la dificultad de poder acordar la paz con todos los grupos, al mismo tiempo; del valor de la paz pactada con quienes dejaron las armas y se incorporaron al momento político más importante de nuestra historia reciente (la Constituyente de 1991), y la emergencia del que se convertiría en un activo y vigoroso movimientos social por la paz.

Como la mesa instalada en Cali, hubo muchas otras que se gestaron a lo largo y ancho del país y esa es la génesis de lo que se dio en llamar luego la Red Nacional de Iniciativas por la Paz y Contra la Guerra REDEPAZ.

En este largo y complejo recorrido del Movimiento Social por la Paz se dieron muchos hitos importantes, como lo fueron las marchas contra el secuestro, la configuración de “Territorios de Paz” y “Constituyentes de Paz”, así como la creación de la Asamblea Nacional de la Sociedad Civil por la Paz. Pero sin duda, el más significativo de estos momentos lo constituye la realización del Mandato Ciudadano por la Paz, la Vida y la Libertad, impulsado inicialmente por REDEPAZ, Unicef y País Libre y que obtuvo 10 millones de votos aquel memorable 26 de octubre de 1997.

A propósito de la muy oportuna realización del Congreso por la Paz que tuvo lugar este fin de semana en Bogotá, ya se está hablando de reconstruir el Movimiento Nacional por la Paz y eventualmente de gestar un nuevo Mandato Ciudadano por la Paz. No obstante esta buena voluntad y del compromiso inequívoco con la causa de la paz, este propósito se enfrenta a enormes retos y desafíos porque no en vano este país y las dinámicas del conflicto y la violencia ya son otras, más complejas y degradadas.

Por otra parte, y no menos importante, debemos aceptar que el apoyo público a una paz negociada esta quizás reducido a su mínima expresión y no resistiría, por ejemplo, una consulta a los colombianos como la que se dio exitosamente en su momento con el Mandato por la Paz y que se tradujo, ni más ni menos, en un mandato político tan contundente, que el presidente Andrés Pastrana se vio en la necesidad de acoger para poder iniciar negociaciones con las FARC y estas últimas aceptar también esa interpelación ciudadana.

Hay además muchos otros elementos políticos, sociales, culturales, internacionales e incluso éticos que han emergido en el último tiempo y que es necesario considerar, incluido el concepto de la paz misma, más allá de los procesos de desarme, como una noción realmente transformadora. Así que de alguna manera, en el Movimiento por la Paz, nos toca reinventarnos.

Hay que celebrar pues que este llamamiento renovado por la paz haya tenido lugar y dar apoyo a los esfuerzos que se ha propuesto hacia adelante, así como la exigencia imperativa para que en lo inmediato, y sin ningún tipo de justificaciones, cesen los ataques de los armados a las comunidades y sus liderazgos sociales y comunitarios.

También destaca el llamado a mantener abiertas las puertas de los distintos espacios de diálogos de paz en curso (así algunos estén suspendidos) y mediando los ajustes y correctivos que resulten necesarios, volver a la idea de la paz pactada como la mejor de las paces posibles.

Como nos ha insistido Monseñor Héctor Fabio Henao, vocero de la Iglesia Católica para los temas de la paz: ¡Hay que creer pero también alimentar la esperanza!

Por Diego Arias

 

Felipe Fegoma(94028)08 de abril de 2025 - 10:05 p. m.
¿Qué se puede negociar con traquetos?. Como dice Eduardo Pizarro, si los jefes de los bandidos, ya ricos y viejos, quisieran retirarse, sus lugartenientes quieren ser tan ticos como ellos y siempre surgirán disidencias de otras disidencias. Se cambian el nombre, con la desfachatez de llamarse "gaitanistas" o invocar a lo "popular". Todo es una gran mentira que sustenta un gran negocio y cualquier intento de negociar será otra mamadera de gallo, como ya comprobó este gobierno.
Felipe Fegoma(94028)08 de abril de 2025 - 09:58 p. m.
No queda ni un solo vestigio ideológico en ninguna de las más de 50 organizaciones armadas con poder territorial y todas tienen como único fin las rentas del narcotráfico, la minería ilegal, la extorsión, o cualquier otro delito común, ya se disfracen de narcoguerrillos o narcoparacos y da igual cómo se llamen. Si no es a bala, jamás renunciarán a sus negocios ni se irán de esas regiones que dominan, en donde compran la colaboración de poblaciones que montan asonadas y secuestran a soldados.
ML (11374)08 de abril de 2025 - 06:45 p. m.
Los colombianos ya aprendimos con muchos tiestazos, dolor, muerte,y perdida de la seguridad, que esas famosas mesas y procesos de paz a los únicos que les ha servido es a los bandidos, las víctimas han sido olvidadas y revictimizadas y han conseguido que no creamos nunca más en esos cantos de sirena electoreros.
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