La abstinencia no debería ser la única opción en el abordaje al consumo de drogas

15 de diciembre de 2024 - 02:37 p. m.
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¿Es la abstinencia el único camino válido para abordar el consumo de sustancias psicoactivas? Durante años, se nos ha enseñado que sí. Pero, ¿qué pasa con quienes no desean, no pueden o simplemente no necesitan dejar de consumir? En un mundo donde se exploran soluciones personalizadas para todo, desde los planes de alimentación, los procedimientos médicos y tratamientos psicológicos hasta formas de aprendizaje o ejercicio, el abordaje del consumo de drogas parece atrapado en una visión única: la abstinencia.

El problema no es pensar en la abstinencia como un objetivo posible, sino definirlo como el único válido. Para muchas personas representa un camino coherente con sus valores y forma de vida. Sin embargo, aunque la abstinencia es deseable para algunos, no puede ser la única opción. Pese a los avances en derechos humanos y libertades individuales, que han evidenciado el fracaso de la guerra contra las drogas y de los enfoques centrados exclusivamente en la abstinencia, este paradigma continúa siendo planteado como la única solución válida.

Lograr un cambio es mucho más fácil cuando las motivaciones, razones y deseos surgen de la persona, en lugar de ser impuestos por un profesional. Los programas que respetan los objetivos individuales generan una mayor percepción de control y mejoran la adherencia. Mediante conversaciones horizontales que exploran los intereses genuinos de las personas que usan drogas, muchas personas optan por ajustar sus prácticas de consumo, haciéndolas menos riesgosas, o modificar sus hábitos, reduciendo la dosis o la frecuencia. Estos cambios significativos se logran sin necesidad de imponer perspectivas externas.

El abordaje al consumo de drogas debe dejar de lado el estigma, la criminalización y la represión hacia los usuarios. En cambio, debe adoptarse un enfoque que respete los derechos humanos y la autonomía del consumidor. Las personas que usan drogas han sido históricamente etiquetadas como enfermas, delincuentes, fracasados sociales, dependientes, inconscientes o amenazas para ciertas visiones sociales y morales. Sin embargo, el Reporte Mundial de Drogas 2024 de la UNODC señala que de 292 millones de consumidores globales, solo 64 millones presentan consumos problemáticos o dependientes. Esto evidencia que la mayoría de las personas que usan drogas no desarrollan un uso problemático. El consumo de sustancias psicoactivas cumple diversas funciones según el contexto y la cultura: el café para aumentar la energía en el trabajo, el alcohol para socializar, la marihuana para aliviar el dolor, los psicodélicos como tratamiento para condiciones de salud mental, el yagé en ceremonias rituales o el éxtasis para potenciar experiencias en festivales de música.

La abstinencia, aunque puede ser un objetivo válido para algunas personas, no es efectiva ni adecuada para todos. Los tratamientos que la exigen como único camino generan barreras significativas para el acceso a los servicios de salud, excluyendo a quienes presentan consumos problemáticos o dependientes, pero no están dispuestos o no pueden cesar su consumo como requisito para iniciar un proceso terapéutico. Este enfoque limita las posibilidades de intervención y perpetúa obstáculos para atender las necesidades de una población diversa que requiere alternativas más flexibles y adaptadas a su realidad. Además, este enfoque puede influir negativamente en la retención y finalización de los tratamientos, dado que no siempre se alinea con las necesidades y circunstancias de los usuarios. Por otro lado, centrar las intervenciones en el objetivo de una abstinencia continuada puede limitar su efectividad, en la medida en varios casos el consumidor vuelve a hacerlo y el objetivo de mantener una abstinencia continuada no es realista para muchas personas en estas condiciones.

En el caso de los opioides como la heroína, por ejemplo, la interrupción abrupta del consumo puede ser extremadamente desafiante debido al síndrome de abstinencia, un conjunto de síntomas físicos y psicológicos que surgen cuando el cuerpo, acostumbrado a la presencia de la sustancia, intenta adaptarse a su ausencia. Estrategias como las salas de consumo supervisado son muestras de estrategias exitosas en las que se pueden brindar apoyo sin la necesidad de que la persona deje de consumir (Lea también: https://www.elespectador.com/colombia-20/analistas/consumo-de-drogas-que-es-la-reduccion-de-riesgos-y-danos-funciona-en-colombia-elementa/).

La reducción de daños en el consumo de drogas se define como un conjunto de políticas, programas y prácticas orientadas a minimizar o mitigar los impactos negativos asociados al consumo de drogas y a las políticas públicas y leyes sobre drogas, abarcando diversos niveles, ya sean personales, sociales o legales (Harm Reduction International). Aunque la reducción de daños pueda parecer un enfoque novedoso, en realidad es una práctica que ya aplicamos de manera cotidiana, por ejemplo, con el consumo de alcohol. Entregar las llaves a un conductor elegido o solicitar un servicio de transporte cuando bebemos, tomar agua entre tragos, comer antes de beber, evitar mezclar diferentes tipos de alcohol, optar por productos de calidad, conocer nuestros límites o tomar pausas de consumo, son estrategias simples pero efectivas para reducir riesgos sin necesidad de renunciar al consumo. Así como no consideramos que la única solución sea prohibir o dejar el alcohol, el enfoque de reducción de daños propone que se puede minimizar el impacto negativo del consumo de otras sustancias, sin necesidad de imponer la abstinencia como única opción. Incluso en los casos en que el consumo está generando problemas, la abstinencia no siempre es única opción.

Un abordaje efectivo al consumo de sustancias debe basarse en la evidencia científica, priorizando el bienestar y la calidad de vida de quienes consumen. Esto implica respetar las decisiones individuales y garantizar que los tratamientos sean siempre voluntarios. Las estrategias más exitosas son aquellas que se adaptan a las necesidades y particularidades de cada persona, en lugar de imponer un modelo único y rígido que ignore la diversidad de experiencias y contextos. Solo así podremos avanzar hacia políticas y prácticas verdaderamente inclusivas, compasivas y efectivas.

 

Eugenio(20023)15 de diciembre de 2024 - 11:10 p. m.
Excelente artículo, ojalá los padres de la patria lo lean y opten por la legalización.
Gonzalo(2764)15 de diciembre de 2024 - 07:47 p. m.
Este artículo está en el lugar equivocado. Debe ir en la sección: CONTENIDO PATROCINADO. Aquí cabe preguntar: ¿patrocinado por quién o quiénes? Sin temor a equívoco, este artículo es de buen recibo por las empresas licoreras, bares y cantinas y por todas las personas vinculadas al tráfico de drogas. La realidad nos muestra que el alcohol y las drogas que producen adicción suelen arruinar en múltiples sentidos a sus víctimas, y les generan un dolor dantesco a su núcleo familiar
  • Adrian(vqctm)15 de diciembre de 2024 - 09:54 p. m.
    Se puede decir lo mismo de casi cualquier cosa, o usted cree que las papas fritas y las hamburguesas son muy buenas para la salud, y sin embargo no están prohibidas. Y el azúcar? Las drogas deben tener el mismo tratamiento.
Mario(196)15 de diciembre de 2024 - 05:15 p. m.
Muy importante reflexión y aporte a la idea de legalizar la distribución y venta de estos productos
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