La recaída…

Columnista invitado
11 de julio de 2017 - 03:36 p. m.
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Por: Padre Leonel Narváez

Dentro del sistema internacional, las guerras internas son los conflictos más peligrosos y los más dificiles de resolver. A demás de los miles de muertos y millones de desplazados, son cultivo para el reclutamiento y fortalecimeinto de bandas criminales (Collier, Elliott, Hegre, Hoeffler, Reynal-Querol, and Sambanis 2003). No es casualidad que la mitad de las guerras internas sean recaídas del postconflicto generadas por la no garantía de un trato adecuado a los victimarios y una falta de actitud generosa por parte de la sociedad.

El trato adecuado a los victimarios hoy en día se resume en tres condiciones indispensables llamadas DDR: desarme, desmovilización y reintegración. Las DDR deben garantizarles a las personas desmovilizadas condiciones básicas para un mínimo de satisfacción económica, seguridad y reinserción en sus comunidades.

Para las víctimas y para buena parte de los colombianos, la enorme prueba será la disponibilidad a entregar y liberarse de las armas peligrosas de las rabias, rencores y deseos de venganza. El fortalecimiento de bandas criminales es un grave síntoma que evidencia que buena parte de los colombianos no hemos logrado entregar esas armas de destrucción masiva que circulan todavía en nuestros cerebros más arcaicos. En verdad, el peligro no son las armas físicas. ¡El gran peligro para Colombia son los corazones armados!

La falta de acogida popular – y en muchos casos, rechazo frontal- está generando en los desmovilizados un gran miedo por su seguridad, que es posiblemente el componente más importante, en su esfuerzo para decidir o no su  regreso a la civilidad. Ante el rechazo y la inseguridad a los excombatientes, los colombianos nos arriesgamos a tenerlos de nuevo en otros grupos de violencia. Grupos de recaída y reciclaje de la violencia.

Aunque las armas físicas se entregan  con dolor porque se han convertido en extensiones del cuerpo, las otras armas explosivas del corazón, solamente se logran entregar y   transformar con  heroicos y generosos procesos de cultura ciudadana de perdón y reconciliación. No hay otra salida. Por eso, Desmond Tutu, Premio Nobel de Paz, dirá que sin perdón no hay futuro.

El problema no es con las armas de los excombatientes. El problema es con los corazones y las mentes de los colombianos todavía cargados de odio y urgidos de venganza.

Para resaltar: las 7.132 armas silenciadas son 7.132 nuevos ciudadanos y 7.132 razones para creer en el diálogo. No las reciclemos en más odio y rabia social. Sepultémoslas y hagamos un giro narrativo como país.

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