La Sierra Nevada: procesos históricos de violencias simbólicas

Grupo de Berlín (GIFK) y David J. Luquetta Cediel
13 de junio de 2025 - 05:57 p. m.
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La Sierra Nevada de Santa Marta ha sido escenario de múltiples violencias a lo largo de la historia colombiana. Desde la llegada de los españoles hasta los recientes procesos de paz, la región ha estado marcada por el despojo, la exclusión y la lucha por el control del territorio. La ausencia del Estado no ha sido un descuido, sino una estrategia: una política de abandono selectivo que ha permitido la normalización de la violencia y la consolidación de poderes paralelos.

El primer gran golpe a la Sierra llegó con la colonización, lo que podemos llamar como de la conquista al despojo, cuando Rodrigo de Bastidas fundó Santa Marta en 1525 y comenzó un proceso de sometimiento de los pueblos indígenas. La evangelización forzada, el trabajo esclavo y la imposición de la cultura europea destruyeron sistemas sociales y espirituales que habían gobernado la región durante siglos. Este proceso de evangelización reforzaron esta lógica de dominación con las reformas borbónicas del siglo XVIII bajo el pretexto de modernizar la administración. La Corona española impuso tributos y restringió la autonomía indígena, que como señala Marcelo Carmagnani: el colonialismo en América Latina no solo impuso una jerarquía racial, sino que consolidó una estructura de poder que perduraría más allá de la Independencia.

Posterior a esto llegaron las guerras de Independencia sin emancipación (1810-1824) que no significaron una transformación real para los habitantes de la Sierra. Como explica Heraclio Bonilla, este proceso fue más un cambio de élites que una revolución social. Los indígenas y campesinos fueron reclutados para pelear en una guerra que no les pertenecía y, al final, quedaron relegados a la misma marginalidad de siempre.

Durante el siglo XIX, la violencia simbólica tomó la forma de políticas de “civilización” que promovieron la integración forzada bajo la lógica del mestizaje. Se crearon reservas indígenas con la excusa de proteger a estas comunidades, pero en realidad fueron mecanismos de control territorial que facilitaron la explotación económica del territorio.

El siglo XX: guerra y narcotráfico

Desde mediados del siglo XX, la Sierra Nevada se convirtió en un escenario de disputa entre diversos actores armados. La violencia bipartidista (1948-1958) marcó el inicio de un proceso de militarización del territorio. Guerrillas como el ELP, ELN y las FARC establecieron allí corredores estratégicos, agregando microcircuitos de violencias, que fueron usados como justificación para que los paramilitares, financiados por narcotraficantes y élites locales, llegaran y respondieron con una violencia aún más brutal.

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En los años 80, el narcotráfico, con la bonanza marimbera, transformó la dinámica del conflicto. La Sierra pasó de ser un espacio de lucha ideológica a un mercado de economías ilícitas donde el control territorial era más valioso que cualquier discurso político. Posteriormente, la coca se convirtió en el motor del conflicto y redefinió las relaciones de poder, como lo han señalado diversos académicos.

Con la llegada del siglo XXI, el gobierno de Álvaro Uribe lanzó la política de Seguridad Democrática, que debilitó a las guerrillas pero no eliminó la violencia. La desmovilización paramilitar en 2006 solo fragmentó el conflicto: nuevos grupos, como las Águilas Negras y el Clan del Golfo, ocuparon los espacios dejados por las FARC y el ELN, consolidando nuevas formas de control sobre las comunidades.

El Acuerdo de Paz con las FARC en 2016 fue un hito, pero su implementación en la Sierra Nevada ha sido deficiente. La salida de la guerrilla no trajo la esperada pacificación del territorio. En su lugar, permitió la reorganización de actores armados y el fortalecimiento del crimen organizado. En estos dos procesos visibles, hubo dos factores determinantes. El primero de ellos con el Acuerdo de Paz con las AUC., con la extradición de exjefes paramilitares, que fragmentó la reparación y la verdad que necesitaban las víctimas. El segundo, con el Acuerdo de Paz, cuyo gobierno entrante hizo trizas la Paz y esto afectó procesos orgánicos como los PDET cuya implementación permitiría subsanar errores del pasado y atrasos asociados a tantos años de violencia. En los dos procesos no primó el posconflicto sino una paso de un conflicto a otros con múltiples interpretaciones y modalidades.

Con la llegada del gobierno de Petro y bajo la política de Paz Total, se han intentado nuevos diálogos con el ELN y las disidencias de las FARC. Sin embargo, el fuerte de esta serranía en la que hacen parte tres departamento son los grupos herederos de violencias paramilitares, como el caso del Ejército Gaitanista de Colombia y de violencias de autodefensa como las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra, cuyas fragmentaciones, posiciones e intereses del conflicto ha dificultado estas negociaciones. Mientras tanto, líderes sociales que defienden sus territorios de las economías ilícitas siguen siendo asesinados con total impunidad.

El 13 de marzo de 2025, el Estado y las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada dieron un primer paso hacia el desescalamiento de las violencias en la región. A través de un comunicado conjunto, se acordó la protección de los menores de 18 años y la promoción de las economías populares del territorio. También se destacó la necesidad de convertir la Sierra en un entorno protector para la infancia y la juventud, alejándolos del reclutamiento forzado y la delincuencia. Unos días después un acción militar dio de baja a 3 integrantes de este grupo y por lo manos 19 quedaron heridos, generado una acción de estancamiento que hasta el momento no se ha podido resolver. Las ACSN., decidieron parar temporalmente las negociones, la Oficina del Consejero para la Paz, ha guardado silencio. Esto lleva más de 2 meses y solo quedan las violencias que día a día les siguen imprimiendo al territorio en un territorio con dos alertas inminentes, de la ONU sobre la posible extinción de los pueblos indígenas y de la Procuraduría sobre el incremento en los homicidios.

¿Violencia o estrategia de Estado?

La ausencia del Estado en la Sierra Nevada no es casualidad. Ha permitido la consolidación de redes de poder que administran el territorio sin intervención estatal. Este abandono selectivo perpetúa la dependencia de las comunidades frente a los actores armados y las economías ilícitas.

La violencia en la Sierra no solo se manifiesta en masacres y desplazamientos, sino también en las narrativas oficiales que reducen la historia de la región a un conflicto entre criminales. Se ignoran los procesos históricos de exclusión que han mantenido a estas comunidades en la marginalidad. Como he señalado en textos previos, la paz no puede ser solo un acuerdo entre el gobierno y los grupos armados; debe ser una transformación estructural del Estado en su relación con los territorios históricamente olvidados.

Si algo nos enseña la historia de la Sierra Nevada es que la violencia nunca ha sido un accidente ni una anomalía, sino una constante en la relación del Estado con sus periferias. Mientras no se reconozca esto, cualquier intento de pacificación será, en el mejor de los casos, un parche sobre una herida que no deja de sangrar.

*David J. Luquetta Cediel. Director. Instituto para la Paz y la Democracia. Universidad Autónoma del Caribe

Por Grupo de Berlín (GIFK)

El Grupo de Berlin o Berliner Gruppe für interdisziplinäre Friedens-und Konfliktfors -GIFK-, en español: Grupo de Berlín para la Investigación Interdisciplinaria de la Paz y los Conflictos.

Por David J. Luquetta Cediel

 

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