Los caminos del posacuerdo: transformación laboral o guerra
Sin oportunidades no hay paz. Colombia es un país desigual en el cual se destaca la concentración de la riqueza y la inequidad. Si la sociedad no brinda un camino digno a los miles de colombianos inmiscuidos en la guerra ellos jamás regresarán a la vida civil.
Un estudiante al trascurrir cinco años de primaria, seis de bachillerato y otros cinco de universidad podrá graduarse como profesional, para entonces habrá utilizado 16 años de su vida en educación y un promedio de 60-70 millones de pesos, sin contar los gastos asociados al bachillerato.
A los 23 años un joven ha pasado 20 formándose, si logra graduarse, inicia un tortuoso camino para ingresar al mercado laboral, el cual puede tardar hasta 1 año, al obtenerlo su salario rondara el $ 1.100.000 pesos (DANE,2017) el cual podrá usar para pagar sus gastos básicos e incluso los créditos bancarios que utilizo para estudiar. Si sale avante, sin enredos financieros, y decide iniciar un postgrado deberá invertir otros 20 o 30 millones y dos años más de su vida, lo cual en teoría le ayudara a incrementar sus ingresos alrededor de $ 3.000.000 millones de pesos siempre y cuando acumule entre 3-5 años de experiencia.
Si por azar cae en la creciente ola de contratación por prestación de servicios la cual reúne, principalmente, a jóvenes profesionales asociados al sector público, puede que la situación sea más crítica ya que tendrá mayor inestabilidad contractual, pagara más impuestos, no tendrá prestaciones sociales y en general vivirá presa del clientelismo y el capitalismo depredador.
Este panorama es desalentador y se agrava aún más a la luz de la Colombia pobre y regional. El conflicto armado ha tenido sus bases en la ruralidad y es allí donde se ha sentido la degradación violenta, más allá de los límites de las principales urbes, está confrontación ha sido afrontada por personas que no ingresaron a las guerrillas o bandas criminales por apasionamientos ideológicos o predisposición sádica a la guerra. Simplemente lo hicieron por constituirse en la oportunidad más próxima que su contexto les proporcionó.
El otro escenario: el de la clandestinidad, indica que una hectárea de coca produce una media de 5 cosechas al año con un estimado de 97 arrobas por cosecha, la cual se transforma en 1.92 kilos de base de cocaína a un costo medio de 1.400 dólares; (valor 2014, DIRAN) para el cultivador después eliminar los costos de producción obtendrá un dividendo cercano a $1.700.000 pesos; si se participa en otra etapa del proceso las ganancias pueden ser más cuantiosas.
La realidad de las cifras evidencian la disparidad entre la formalidad y la ilegalidad, Colombia es el segundo país con mayor cantidad de jóvenes que ni estudian ni trabajan (Banco Mundial) cerca de 1.3 millones de ellos están desempleados y son combustible para la guerra, la delincuencia y la clandestinidad. La sociedad y el Estado deben construir caminos de equidad, si se continua ignorando, cada día habrá más individuos dispuestos a engrosar los ejércitos de narcotraficantes, bandas criminales y grupos guerrilleros, tan solo por ir en pos de una oportunidad.
En la medida que lo ilegal y lo informal continúe siendo más rentable y mejor remunerado que los empleos profesionales, técnicos y tecnólogos nunca llegara la paz a las zonas rurales y los cinturones de pobreza en las ciudades; por lo tanto siempre que un joven encuentre al servicio de la guerra más dinero que en las fábricas, con dificultad regresará a construir un proyecto de vida en la legalidad.
Tomando en cuenta está información y la realidad laboral actual vale la pena cuestionarse: ¿Se compadecen los salarios en Colombia con el nivel de formación de los trabajadores? ¿La economía ha logrado establecer un modelo de repartición justa de las ganancias y las bonanzas productivas? ¿Es justo el salario rural? ¿Quién puede construir una familia con contratos sin prestaciones sociales de 4, 6 u 8 meses al año? ¿Por qué crece la concentración de la riqueza y los salarios de la mayoría cada vez son más paupérrimos? ¿Podemos realmente edificar un país en paz si no ofrecemos oportunidades? ¿Cómo sacamos a la juventud de la guerra si no pueden estudiar y si lo hacen sus salarios será insuficiente? ¿Cuál paz queremos construir si continuamos alimentando un modelo desigual?
Sin oportunidades no hay paz. Colombia es un país desigual en el cual se destaca la concentración de la riqueza y la inequidad. Si la sociedad no brinda un camino digno a los miles de colombianos inmiscuidos en la guerra ellos jamás regresarán a la vida civil.
Un estudiante al trascurrir cinco años de primaria, seis de bachillerato y otros cinco de universidad podrá graduarse como profesional, para entonces habrá utilizado 16 años de su vida en educación y un promedio de 60-70 millones de pesos, sin contar los gastos asociados al bachillerato.
A los 23 años un joven ha pasado 20 formándose, si logra graduarse, inicia un tortuoso camino para ingresar al mercado laboral, el cual puede tardar hasta 1 año, al obtenerlo su salario rondara el $ 1.100.000 pesos (DANE,2017) el cual podrá usar para pagar sus gastos básicos e incluso los créditos bancarios que utilizo para estudiar. Si sale avante, sin enredos financieros, y decide iniciar un postgrado deberá invertir otros 20 o 30 millones y dos años más de su vida, lo cual en teoría le ayudara a incrementar sus ingresos alrededor de $ 3.000.000 millones de pesos siempre y cuando acumule entre 3-5 años de experiencia.
Si por azar cae en la creciente ola de contratación por prestación de servicios la cual reúne, principalmente, a jóvenes profesionales asociados al sector público, puede que la situación sea más crítica ya que tendrá mayor inestabilidad contractual, pagara más impuestos, no tendrá prestaciones sociales y en general vivirá presa del clientelismo y el capitalismo depredador.
Este panorama es desalentador y se agrava aún más a la luz de la Colombia pobre y regional. El conflicto armado ha tenido sus bases en la ruralidad y es allí donde se ha sentido la degradación violenta, más allá de los límites de las principales urbes, está confrontación ha sido afrontada por personas que no ingresaron a las guerrillas o bandas criminales por apasionamientos ideológicos o predisposición sádica a la guerra. Simplemente lo hicieron por constituirse en la oportunidad más próxima que su contexto les proporcionó.
El otro escenario: el de la clandestinidad, indica que una hectárea de coca produce una media de 5 cosechas al año con un estimado de 97 arrobas por cosecha, la cual se transforma en 1.92 kilos de base de cocaína a un costo medio de 1.400 dólares; (valor 2014, DIRAN) para el cultivador después eliminar los costos de producción obtendrá un dividendo cercano a $1.700.000 pesos; si se participa en otra etapa del proceso las ganancias pueden ser más cuantiosas.
La realidad de las cifras evidencian la disparidad entre la formalidad y la ilegalidad, Colombia es el segundo país con mayor cantidad de jóvenes que ni estudian ni trabajan (Banco Mundial) cerca de 1.3 millones de ellos están desempleados y son combustible para la guerra, la delincuencia y la clandestinidad. La sociedad y el Estado deben construir caminos de equidad, si se continua ignorando, cada día habrá más individuos dispuestos a engrosar los ejércitos de narcotraficantes, bandas criminales y grupos guerrilleros, tan solo por ir en pos de una oportunidad.
En la medida que lo ilegal y lo informal continúe siendo más rentable y mejor remunerado que los empleos profesionales, técnicos y tecnólogos nunca llegara la paz a las zonas rurales y los cinturones de pobreza en las ciudades; por lo tanto siempre que un joven encuentre al servicio de la guerra más dinero que en las fábricas, con dificultad regresará a construir un proyecto de vida en la legalidad.
Tomando en cuenta está información y la realidad laboral actual vale la pena cuestionarse: ¿Se compadecen los salarios en Colombia con el nivel de formación de los trabajadores? ¿La economía ha logrado establecer un modelo de repartición justa de las ganancias y las bonanzas productivas? ¿Es justo el salario rural? ¿Quién puede construir una familia con contratos sin prestaciones sociales de 4, 6 u 8 meses al año? ¿Por qué crece la concentración de la riqueza y los salarios de la mayoría cada vez son más paupérrimos? ¿Podemos realmente edificar un país en paz si no ofrecemos oportunidades? ¿Cómo sacamos a la juventud de la guerra si no pueden estudiar y si lo hacen sus salarios será insuficiente? ¿Cuál paz queremos construir si continuamos alimentando un modelo desigual?