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Los desatinos de la Paz Total

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José Obdulio Espejo Muñoz
14 de febrero de 2023 - 10:46 p. m.
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La coherencia no es una virtud del gobierno de Gustavo Petro. La ambiciosa, pero genérica propuesta de Paz Total no es la excepción a la regla en el imaginario de nuestro novel mandatario, quien, dicho sea de paso, se dedicó a gobernar por preferencia a través de Twitter.

En su desespero por allanar los caminos de una paz definitiva y ecuménica, ahora Petro le apuesta a pagar en dinero la entrega de armas de fuego que hagan guerrilleros disidentes, narcotraficantes e integrantes de bandas criminales. Esta estrategia de desarme nacional, según el ministro del Interior, Alfonso Prada, pretende atacar directamente la violencia que se viene agudizando en varias regiones del territorio nacional y en ciudades capitales como Medellín, Bogotá, Cali, Barranquilla y Cartagena.

Mas el tiro podría salirle por la culata al Gobierno, pues iniciativas similares, durante pasados procesos de paz, jamás se cristalizaron en exitosos modelos de Desarme, Desmovilización y Reinserción o DDR. Lo paradójico es que ahora se eche mano de recursos que en el pasado fueron satanizados, claro está totalmente válidos.

En este punto del escrito creo que debo precisar que no soy un abyecto enemigo de la paz. Lo hago en el entendido de que esta sociedad estila graduar de “guerreristas” a quienes hemos portado el uniforme de fatiga de las Fuerzas Militares y ahondamos en las grietas y en los abismos de procesos de este calado.

También aclaro que no había vuelto a escribir sobre el asunto porque quería darle una oportunidad a la Paz Total. Sin embargo, los desatinos superan por amplio margen a los aciertos, comenzando por el trino de fin de año que, con bombos y platillos, anunciaba un cese al fuego bilateral con el Eln y que los cabecillas de la organización no tardaron en desmentir.

A este zambapalo se suman recién los ofrecimientos monetarios de narcos para colarse en el proceso y que salpican al hermano del presidente Petro, el adoctrinamiento en escuelas que realizan disidencias de las Farc y combos criminales en Antioquia –si bien habrían acordado cese al fuego bilateral– y el secuestro de tres fiscales y una funcionaria judicial a manos del Clan del Golfo, organización que se dijo está montada en el bus de la paz.

La explicación a estos exabruptos es simple y la vienen repitiendo hasta el cansancio expertos nacionales e internacionales en negociación de conflictos armados: el diálogo con cada grupo exige un modelo de Desarme, Desmovilización y Reinserción hecho a la medida, así como mesas casi que exclusivas. En otras palabras, no toda la harina de la Paz Total cabe en el mismo costal. Este es el quid del asunto que no han entendido ni el presidente Petro, ni su Comisionado de Paz, Danilo Rueda, ni sus ministros del Interior, Prada, y de Defensa, Iván Velásquez.

La negociación con el Eln ilustra este punto de vista. En la mesa confluye más de un interlocutor del movimiento armado, situación que encuentra explicación en su carácter federativo. Por una parte, están los históricos del grupo, algunos “jubilados” y otros miembros del Comando Central; por la otra, delegados de los frentes que hacen presencia en los territorios y que responderían a sus propios intereses.

El Gobierno también parece desconocer la cultura mafiosa que está intrínseca en el ADN de cada una de las 23 organizaciones ilegales que buscan sumarse a la Paz Total. No importa que se trate de disidencias, carteles o bandas criminales, la mayoría de sus integrantes, en especial aquellos que ostentan posiciones de comando y control, prefieren continuar su ajetreada y hasta lujosa vida por fuera de la ley, en vez de convertirse en ciudadanos normales y de a pie.

Esta conducta me retrotrae a mediados de la década de los ochenta, cuando los llamados “Extraditables” acuñaron su famosa proclama: “Preferimos una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos”. Valdría la pena entonces que el comisionado Rueda echara mano de la experticia en análisis del comportamiento humano que podría tener la filósofa y magíster en estudios culturales que el presidente tiene al frente del Ministerio de Minas, Irene Vélez Torres, encontrándole así su verdadero lugar en el Gobierno.

Sólo espero que de este afán no quede únicamente el cansancio, pues el país no aguanta más negociaciones inconclusas y en las que se pregone a los cuatro vientos que Colombia vive las mieles del posconflicto. La limitada y mentirosa paz del acuerdo Santos-Farc explica a grosso modo nuestra coyuntura.

 

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