Música y escucha para tiempos de paz

Rafael Quishpe*
23 de julio de 2022 - 07:30 p. m.
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Esta semana el país conoció a Camilo Montoya, un niño de diez años que conmovió con su historia a la audiencia del reality musical “La Voz Kids”. Camilo es hijo de un firmante de paz y vive en el Espacio Territorial de Dabeiba, Antioquia. Durante el conflicto armado perdió en un bombardeo a su mamá, combatiente de las Farc-Ep. En su honor, junto a su padre, compuso la canción “Historia triste”.

La canción de Camilo se suma a una larga lista de piezas musicales que han sido escritas por distintos actores del conflicto armado y la paz en Colombia. La Biblioteca Musical de la Paz ha identificado 3.156 canciones compuestas por víctimas, miembros de grupos armados, excombatientes y fuerza pública entre los años 1985 y 2020. Este proyecto de la Universidad del Rosario, la Universidad Nacional de Colombia, la Universidad Libre de Berlín (Alemania) y el Instituto CAPAZ reúne obras musicales que cuentan distintas visiones, historias y experiencias que han marcado la historia nacional y regional por causa de la violencia. Reconocer este archivo sonoro como patrimonio musical del país es hoy una tarea que traería muchos beneficios. Comprender la historia musical del conflicto armado nos ayudaría, entre otras cosas, a escucharnos mejor unos a otros en este contexto de postconflicto.

La Real Academia Española define escuchar como “poner atención o aplicar el oído para oír [algo o a alguien]”. Es por tanto un ejercicio consciente e intencionado. Gracias al trabajo de la Comisión de la Verdad (cuyo informe final fue entregado a la sociedad colombiana el 28 de junio de 2022) y las audiencias de la Justicia Especial para la Paz, Colombia ha empezado a escuchar. Escuchar a las víctimas, a los responsables. Escuchar relatos dolorosos, pero también relatos de resistencia.

En busca de otros ejercicios de escucha que enriquezcan el trabajo de las instituciones del Acuerdo de Paz habría que poner atención sobre la banda sonora del conflicto armado, que nos ha acompañado desde hace décadas pero sigue siendo poco conocida. Las personas mayores recordarán canciones como “A quién engañas, abuelo” o “Las Acacias”, donde se narran la violencia liberal y conservadora y el abandono de los campesinos a sus tierras. O quizás la emblemática canción del Charrito Negro “El guerrillero”, la cual tuvo éxito en la ruralidad colombiana. Más fresco está en la conciencia colectiva el canto de las Alabadoras de Bojayá, quienes en la firma del Acuerdo Final en Cartagena corearon versos de esperanza y exigencia de cumplir lo pactado.

Sin embargo, es aún desconocida la amplia producción que realizaron los distintos actores armados y la fuerza pública durante la confrontación. En 1989, las Farc-Ep lanzaron su primer vinilo titulado “Mensaje Fariano”, en un contexto de crecimiento organizativo y trabajo político-cultural en regiones como la Costa Caribe. Por su parte, inspirado en el rock estadounidense de la época, el Ejército colombiano lanzaba en los años noventa la banda sonora de apuesta audiovisual “Hombres de Acero”, la cual buscaba aumentar la simpatía de la población civil hacia la institución. Con la implementación de la Ley 975 de 2005 y la Ley 1448 de 2011, organizaciones no gubernamentales, instituciones del Estado y movimientos de víctimas impulsaron la creación de productos sonoros que contaban los hechos victimizantes, pero también los caminos de recuperación individual, colectiva y comunitaria de los sobrevivientes.

Un análisis comparado sobre las temáticas que han compuesto estos actores involucrados en el conflicto y la paz confirman algunas suposiciones, pero también revelan llamativas tendencias. Si bien cantar sobre la guerra y sus efectos ocupa una parte importante del repertorio, la mayor cantidad de canciones se ocupa de narrar situaciones comunes a nuestra experiencia como seres humanos: el amor, la naturaleza, la familia y la celebración. Reconocer estas vivencias en los otros a través de la música nos sensibiliza frente nuestra condición compartida de humanidad.

El contexto del acuerdo de paz también ha abierto la posibilidad de encuentros sonoros en tono de reconciliación. Iniciativas como el Coro Reconciliación (auspiciado por la Orquesta Filarmónica de Medellín), el colectivo Son de Paz en San José de Oriente (César) o la iniciativa Semillas de Reconciliación en Icononzo (Tolima) reafirman cómo, en torno al arte, se están produciendo escenarios transformadores que merecen mayor atención y apoyo para lograr ser sostenibles en el tiempo.

La paz en Colombia atraviesa hoy una nueva etapa y la música es y debe ser protagonista de ella. Ya sea para complementar los hallazgos de la Comisión de la Verdad o hacer pedagogía a partir de su legado; como recurso educativo en colegios y universidades, cuando las redes sociales y los lenguajes audiovisuales son centrales en procesos de enseñanza-aprendizaje; para ampliar los ámbitos de la investigación y el trabajo académico; o para que circule en radios, podcast, conciertos y fiestas, haciendo que más públicos escuchen las historias, se apropien de ellas y debatan en torno a estas composiciones. Para que haya música y escucha, más allá de la televisión.

Nota: si bien el Acuerdo de Paz no contempló en sus disposiciones al arte, es evidente el importante papel que ha tenido para su implementación local y nacional. En las ciudades se ha creado un ecosistema artístico alrededor de la paz, impulsado por iniciativas como La Casa de la Paz, Casa Alternativa o Casa La Roja en Bogotá. En las regiones, por su parte, existen redes que trabajan incansablemente por la recuperación de la memoria y la pedagogía a través de distintos lenguajes, entre ellos la música. Pensar y exigir una implementación artística del acuerdo pasa, entonces, por promover desde las industrias culturales a las y los artistas de la paz y las cooperativas que los asocian.

Esta columna hace parte del proyecto de diplomacia de la educación y la ciencia del Instituto Colombo-Alemán para la Paz – CAPAZ.

*Docente universitario e investigador. Colaborador Científico del Instituto CAPAZ y Director de la Biblioteca Musical de la Paz (BMP). Instagram: bibliotecamusicalpaz correo: rafael.quishpe@instituto-capaz.org

Por Rafael Quishpe*

 

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