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Parece extraño de entender, sin embargo, en el actual proceso de paz entre el Gobierno Colombiano y el Ejercito de Liberación Nacional – Eln, la inclusión del análisis desde la perspectiva de género, y por supuesto de los derechos de las mujeres, no ha sido una prioridad. Y digo que parece extraño porque su inclusión dentro del Acuerdo Final entre las Farc y el Gobierno ha sido uno de los hechos más destacados a nivel de la comunidad internacional y que permitirían algunas de las transformaciones de fondo que la sociedad colombiana requiere. Parecería entonces, obvio, partir de las lecciones aprendidas y los acumulados logrados en situaciones semejantes; aun así, en el actual proceso de paz que se está negociando, este tipo de relaciones desiguales que se observan siguen siendo difíciles de posicionar.
En el actual proceso hay tres mujeres que se han propuesto esta tarea al interior de las negociaciones. Una por parte del Gobierno Nacional y dos por el Eln. Ellas, con esfuerzo, vienen haciendo su trabajo, y sin duda, el movimiento de mujeres desde su diversidad hará todo lo posible por aportar con propuestas, debates y opiniones para reconocer lo que ya se ha ganado, principalmente a nivel legislativo y con el Acuerdo Final entre el Gobierno Colombiano y las Farc. Es importante partir desde allí para seguir avanzando, sobre todo en la implementación, para que sean realidades sus contenidos y no solo marcos teóricos o legislativos del deber ser.
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Una creería que se dan pasos importantes para entender las múltiples formas de discriminación en la sociedad, y que si bien incluyen las desigualdades en razón de la clase social, también las hay de tantas otras maneras naturalizadas, normalizadas. Lo que en definitiva dificulta entender las luchas de las mujeres, verlas, además de los prejuicios culturales, es la no conciencia de su impresionante potencial de cambio, y de la importancia e impacto que implica ser más del 51% de la población del país.
Sin embargo, es un tema que está en la trastienda de la discusión... Las mujeres tienen las mismas oportunidades que los hombres, no vamos a mostrarlas débiles. Ellas son capaces y si les damos ventajas no estarán orgullosas de sus logros ganados con el mismo esfuerzo que los hombres. No les haremos ese daño... Esas palabras, más o menos, fueron dichas por un congresista para objetar la paridad y las listas cremallera en los partidos, y no avanzar en términos de equidad e inclusión política durante la discusión de reforma política. Así las cosas, no nos harán daño y tendremos que seguir sin el reconocimiento a los tremendos obstáculos que significa la participación en la toma de decisiones en la vida pública política y económica de este país.
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Gracias señores del Congreso, qué gentileza destinar a que NO se generen acciones que nos permitan avanzar en nuestros derechos, afirmando los privilegios establecidos y lanzándonos de nuevo a la más cruda competencia de desigualdad, hacia caminos empinados y rocosos para llegar a la toma de decisiones, mientras que otros van en carretera pavimentada. Mujeres capacitadas para asumir estos retos las hay, pero los derechos deben ser garantizados porque son y han sido reconocidos en todo el mundo. No es un regalo, es la normatividad internacional ratificada por Colombia.
Recordemos: solamente desde el año 1957 pudimos ser ciudadanas en Colombia. ¿No dice eso algo a los oídos culturales y políticos de este país? Estamos cumpliendo 60 años de ciudadanía de las mujeres, y a pesar de ello nos falta lograr una ciudadanía de primera, seguimos estancadas en una de segunda, tercera o cuarta según el lugar que ocupemos; definitivamente queremos una de primera para todas las mujeres con todas sus diversidades y diferencias, una que nos permita participar con la misma fuerza y reconocimiento que la ciudadanía privilegiada de Colombia, esa misma ciudadanía que decide sin nosotras y por todas nosotras.
*Por: Rosa Emilia Salamanca González