Perdón sí, pero…

Fabiola Calvo
04 de noviembre de 2017 - 07:30 p. m.
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Puede sonar cursi hablar del amor en este proceso de paz pero si queremos perdonar lo necesitamos en altas dosis aunque en el fondo retumban los discursos, las descalificaciones, el afán de continuar armados, pretexto para seguir ocultando la descomposición ética y moral de personas, élites, instituciones, partidos…Pretexto para seguir ampliando fortunas.

Unos cuantos y cuantas prefieren los tiros, a la política con la palabra; un sin número prefiere la Ley del Talión, “Ojo por ojo y diente por diente” y sectores crédulos siguen con la fe del carbonero a dirigentes que no destacan precisamente por un pasado transparente. “Cuando el río suena piedras lleva”.

Podemos perdonar pero no olvidar, no olvidar para no llegar a la locura, diría Freud, y ojalá, ojalá sepamos, por lo menos por lo menos, una parte de la verdad de esta guerra porque toda…toda… no la sabremos. Esos que destacan por un pasado oscuro y poco transparente no lo contarán todo. Y perdonar no es convertir en tu mejor amigo al o la responsable de un asesinato, una desaparición, una masacre, una tortura, es ponerlo en un contexto y sin justificarlo, entender que fue un hecho atroz pero que es posible renunciar al deseo de castigo y al odio, es seguir viviendo sin esa pesada carga que consume.

El perdón nos puede dar herramientas para desaprender lo que histórica y religiosamente cargamos: la exclusión. No existe un único Dios que me lleve a excluir otros y con ello a excluir a quienes no piensan como yo. ¿Por qué satanizar? ¿Necesitamos un enemigo para vivir en la cotidianidad y para hacer política? Posiblemente tengamos una mejor capacidad de reflexión si no permitimos la manipulación de líderes que desde un escondido interés juegan con la mentira y nuestra incapacidad o falta de recursos y condiciones para informarnos.

Perdonar no es desde luego permitir que en esta búsqueda de paz, la propaganda goebbeliana siga apropiándose de los espacios de una campaña electoral en la que todo vale y en la que la siembra de odio nos continua llevando a más soledad y dolor mientras que los señores de la guerra, no importa que se llame Álvaro Uribe, Germán Vargas o cualquiera de los mismos, nos alejan de la posibilidad de una sociedad incluyente.

¿Recuerdan los 11 principios de la propaganda nazi? Recordemos cuatro y ustedes dirán si cualquier parecido es mera coincidencia:

- Principio de la transposición. Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. “Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan”.

- Principio de la exageración y desfiguración. Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.

- Principio de la vulgarización. “Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar”.

- Principio de orquestación. “La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas”. De aquí viene también la famosa frase: “Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad”.

Perdonar no es entonces, dejar pasar todo y todos juntitos…en un solo abrazo; perdonar es una motivación personal que parte de mi propio deseo de curación, de la desintoxicación de la rabia que ha guardado mi cuerpo y mi sentir, parte del deseo de construir un lugar amable para vivir, no ya el país que soñamos en nuestro viejo romanticismo, sino un Estado social de derecho con todas las condiciones para ejercer esos derechos y lograr otros más. ¡Ah!, Y un país laico que permita el vuelo de nuestra espiritualidad.

Perdonar abre camino para la reconciliación.

 

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