Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
La tendencia a enfocarse en los errores supuestos o reales de la mesa de diálogos de La Habana, que he podido constatar en varios espacios de trabajo en torno al nuevo proceso, podría conducir a un desperdicio grave de la experiencia y a un destino fallido.
Hago la aclaración. Hablar de lecciones positivas no significa hablar desde la óptica del gobierno orgulloso que expresa haberle dado una victoria final a las fuerzas militares y a la confianza inversionista en reuniones del Foro Económico Mundial. No significa tampoco desconocer errores que se cometieron en el proceso con las Farc y que hay que considerar. Pero en cambio sí significa evitar la tentación de justificar particularidades del modelo diseñado para el diálogo Gobierno-Eln en contraste con el proceso de la Habana, desconociendo las razones por las que ese proceso fue como fue. Significa buscar un enfoque realista en función de la paz completa, insisto, alejándose del desperdicio de la experiencia.
Sobre esa base recojo algunas lecciones preliminares desde mi punto de vista como activista, participante y estudioso, con la esperanza de aportar al proceso de diálogos que ha iniciado formalmente en Quito.
a. Hay que remar todo lo que se pueda pero encender el motor cuando haya tormenta.
Es deseable que el proceso gobierno-Eln sea el más exitoso ejercicio participativo, pero las partes tienen suficiente experiencia como para comprender las vicisitudes de la participación y para identificar los puntos de agenda por los que pasa la solución del conflicto. La experiencia acumulada de procesos anteriores gobierno-Farc, y la determinación para llegar a un Acuerdo permitieron evitar que la participación se convirtiera en una ventana para el oportunismo, lo cual fue determinante para lograr un Acuerdo Final. Además, se tomaron decisiones difíciles sobre temas a pesar de que el ejercicio participativo no enviara señales claras de solución y esas soluciones no fueran siempre las más populares según las mediciones de opinión.
b. Una agenda tiene tareas pero también tiene tiempos.
Al principio del proceso de la Habana escuchamos a los negociadores de las Farc decir lo mismo que dijo el Eln en un reciente comunicado: que no se le podían poner tiempos al proceso porque eso enredaba la mesa. No obstante, en retrospectiva, es claro que las Farc comprendieron que la agenda no era sólo la lista de temas a resolver, sino los tiempos en que la mesa debía producir soluciones para ganar legitimidad frente a una sociedad escéptica y bombardeada con mensajes contra-insurgentes y a favor de la indiferencia o la oposición a una solución política.
c. El relato sobre el origen y las causas del conflicto
Los temas de la agenda de negociación no son temas de las partes sino de la sociedad. Antes y durante el proceso de paz con las Farc fue muy importante el esfuerzo intelectual y comunicativo que se ha realizado en Colombia para posicionar la importancia de temas claves de la agenda, como la tierra y las víctimas, con todas las críticas que caben. No obstante, ese esfuerzo no le ha dado el mismo nivel de importancia a los temas claves de la agenda con el Eln: el modelo minero energético, la exclusión y su relación con el origen del conflicto. Sin un esfuerzo intelectual de envergadura será difícil alcanzar el nivel de comprensión suficiente que se necesita para un Acuerdo Final.
d. Una visión compartida sobre la terminación del conflicto
Gobierno y Farc fueron enemigos, pero al final tenían una visión del cambio compartida que pasaba por la democracia. No todo se podía resolver en la mesa de diálogos, pero la democracia aún representa el espacio de deliberación y competencia donde los adversarios pueden competir por el poder y así ejecutar los programas que proponen. El Eln tiene que mostrar su perspectiva futura, responder y comenzar a clarificar cuál es su destino después de un acuerdo.