Un cacerolazo feminista

Laura Macias
23 de noviembre de 2019 - 07:00 a. m.
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La histórica movilización social, que se vive por estos días en las calles de Colombia, debe ser la ventana para que el movimiento feminista encuentre, pero también que aquellos liderando el proceso social le brinden, un espacio relevante en el gran diálogo nacional.

El feminismo va más allá de reclamar igualdad entre hombres y mujeres – cosa importantísima sin duda- el objetivo último del feminismo es ofrecer alternativas a un nuevo orden social, económico y político. Nuestro país, nuestro continente y el mundo están pidiendo a gritos que repensemos el modelo, uno que ponga por encima de todo el bienestar del ser humano.

Las marchas en los diferentes lugares del país han sido pacíficas y alegres; sí, llenas de inconformismo, pero de uno que tiene intenciones de encontrar soluciones. No obstante, han surgido brotes de violencia síntoma del profundo sistema patriarcal en el que hemos cimentado nuestra sociedad. Abusos de poder y de autoridad, y vandalismo. La respuesta ha sido represión mediante toques de queda e intenciones de tomarse la justicia por las propias manos, todas consecuencias de este sistema vertical y patriarcal.

¡Qué decir del modelo económico por el cual se han desatado las protestas! no solo en Colombia, si no en el mundo entero. Uno que ha priorizado la competencia desleal y el crecimiento económico desmedido acosta de poner en jaque nuestro entorno, y de profundizar tremendamente las desigualdades sociales. El feminismo viene a proponer una nueva forma de crecimiento, una que tenga como centro a los recursos naturales, una que no deje de lado a aquellos y sobre todo a aquellas, que por simple azar nacieron con menos oportunidades, o que son discrimandos/as del sistema simplemente por la categoría social a la que pertenecen.

Los gobiernos y los organismos internacionales están hoy buscando alternativas, para nadie es un secreto la profunda crisis por la que atraviesa el mundo entero. Se habla actualmente en los debates de más alto nivel de políticas públicas, sobre la crisis medio-ambiental, el crecimiento inclusivo, el bienestar integral y la lucha contra la desigualdad. No obstante, el modelo de gobernanza nos ha fallado, sabemos que necesitamos un cambio, pero no cómo migrar hacia él.

Países como Francia, una de las economías más fuertes del planeta, se ha visto inmerso en una profunda crisis desde hace más de un año. Chile, el país ejemplo de los indicadores macro-económicos, los que cumplieron la tarea al pie de la letra: reducir la deuda externa, aumentar el PIB, disminuir el desempleo y reducir las cifras de pobreza, es hoy el escenario de una de las movilizaciones sociales más impresionantes del continente. Colombia no se queda a tras, uno puede leer todos y cada uno de los reportes emitidos por diferentes entidades nacionales e internacionales, y el escenario macro-económico es uno de los más prometedores del continente.

Claramente, esto no ha sido suficiente. La gente está inmersa en un profundo descontento y la confianza en las instituciones es nula. El sistema democrático uno de los logros más importantes de la humanidad está en peligro.

El patriarcado económico y social está desgastado, urge encontrar nuevas alternativas. El feminismo es una de ellas. Que nos den el micrófono a las mujeres, que nos abran los espacios, que este ambiente de cambio por el que atraviesa nuestro país sea el momento para que nos permitan a nosotras construir una Colombia diferente.

El feminismo puede ser ese puente que conecte a los diferentes sectores, ese que permita llegar a consensos y a cambios profundos y estructurales.

¡Tómense las calles, los medios y los espacios de diálogo mujeres!

*Esta columna representa únicamente la opinión de la autora y no de la organización a la que pertenece.

 

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