Una nueva apuesta religiosa por la paz

Miguel Estupiñán
21 de julio de 2022 - 10:20 p. m.
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Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad (CEV), presentó el Informe Final redactado por la institución, entre otras cosas, formulando varias preguntas sobre la actitud de diversos sectores de la sociedad frente a la tragedia del conflicto armado en Colombia. Refiriéndose a su gremio natural, el jesuita inquirió: “¿Qué hicieron ante esta crisis del espíritu los líderes religiosos? Y, aparte de los pastores y mujeres de fe que incluso pusieron la vida para acompañar y denunciar, ¿qué hicieron otros obispos y sacerdotes, y comunidades religiosas y ministros?”.

Durante décadas, algunos sectores cristianos abrazaron como bandera la defensa de los derechos humanos, mientras muchos otros se mantenían al margen del movimiento por la paz o, incluso, intentaban torpedearlo. La historia, la teología y la sociología de la religión vienen documentando, cada vez con mayor interés, esta clase de procesos. Basta leer Catolicismo, cambio social y búsqueda de paz en Colombia, un libro editado por el profesor William Elvis Plata, de la Universidad Industrial de Santander, que cuenta con aportes de muchos expertos, entre ellos las investigadoras Ana María Bidegain e Isabel Corpas de Posada.

Encuentre aquí más información sobre el Informe Final de la Comisión de la Verdad

Ante la crisis del espíritu producida por la violencia en Colombia, la respuesta de la Iglesia católica ha sido heterogénea. Ciertamente, algunos creyentes callaron en medio del horror. Pero cada silencio debe ser analizado con prudencia, pues no siempre refleja falta de empatía. Hay silencios a tal punto impuestos por los victimarios que llevan a que la memoria de las víctimas recurra a la clandestinidad, como en tiempos de las catacumbas.

Esto no quita que en la historia del país haya habido también numerosos casos en los que católicos de uno u otro espectro ideológico justificaron teológicamente el recurso a la violencia, creyendo que Dios estaba de su lado y no del lado de sus enemigos. Con armas en sus manos o no, quienes así obraron reprodujeron una larga tradición de “guerra santa” mandada a recoger por el papa Francisco recientemente.

Si la misma pregunta del presidente de la CEV la planteáramos en este momento, con relación a la actitud de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) frente al derramamiento de sangre en curso en distintos puntos de la geografía nacional, en honor a la verdad, hay que reconocer que los obispos católicos del país no están guardando silencio ni promoviendo el odio.

Su denuncia se hizo sentir en la más reciente asamblea plenaria de la institución, a través del mensaje redactado al cierre de la reunión y de mensajes de diversos obispos que llevaron la situación de sus regiones frente a los micrófonos y las cámaras de los noticieros, en busca de soluciones a las crisis humanitarias que se multiplican hace meses, debido a la profundización de la guerra.

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“Constatamos el grito de nuestro pueblo, sobre todo de aquellas regiones amenazadas por la violencia, la proliferación de grupo armados al margen de la ley, la ilegalidad, el narcotráfico y la inequidad social, que anhelan soluciones a sus problemas más graves y claman por reformas sustanciales que le cierren el camino a toda forma de corrupción”, manifestó el cuerpo episcopal en pleno.

Jaime Cristóbal Abril, obispo de Arauca, denunció que en lo corrido del año el número de víctimas de la violencia en la región supera al presentado a lo largo de todo 2021. Ovidio Giraldo, obispo de Barrancabermeja, denunció un reciente asesinato ocurrido en Yondó (Antioquia) y varios homicidios, específicamente, contra jóvenes en territorio de su jurisdicción. Igualmente, condenó el atentado contra la líder social Yuli Andrea Velásquez, un hecho que dejó herido a su escolta, César Rodríguez. Y Orlando Olave, obispo de Tumaco, se solidarizó con el pueblo Awá, tras el asesinato de Juan Orlando Moreano, Carlos Moreano y John Faber Nastacuas, miembros del resguardo Inda Sabaleta y el primero gobernador de la entidad.

Hablando en nombre de la CEC, el vicepresidente de la institución, Omar Alberto Sánchez, celebró la disposición del Eln y del presidente electo Gustavo Petro para reanudar diálogos de paz. Sánchez, actual arzobispo de Popayán y antes obispo de Tibú (Norte de Santander), invitó a aprovechar el momento histórico y a incluir en una eventual agenda de negociación las voces regionales.

Ratificó la voluntad del episcopado para colaborar en todo lo que haga falta. “Nuestra vocación está al servicio de la reconciliación y de la paz”, manifestó, el prelado adhiriendo a la preocupación de la Santa Sede frente a la situación del país, por el empobrecimiento que conlleva toda guerra y por la tragedia de recursos que se invierten en armas, mientras podrían ser destinados a reformas sociales.

¿Qué están haciendo ante esta crisis del espíritu los líderes del catolicismo? Apostándole decididamente a la paz. De su compromiso con la justicia de puertas para adentro, de su voluntad para dar prioridad a las víctimas de toda clase de violencia en ambientes eclesiales, depende hoy y siempre su credibilidad. En todo caso, el país agradece toda señal de buena voluntad. Un signo de los tiempos.

*Miguel Estupiñán / @HaciaElUmbral

Por Miguel Estupiñán

 

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