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Mario Morales, un excomandante asesinado mientras cumplía una misión de paz

El viernes 28 de agosto verificaba unos predios en el sur de Bolívar para entregarle la información al Gobierno y reparar a las víctimas. Fue el último comandante del frente 37 y tras el Acuerdo de Paz se convirtió en coordinador del programa de sustitución de cultivos de uso ilícito. Fue asesinado, según testigos, por el Eln.

Sebastián Forero Rueda
01 de septiembre de 2020 - 09:45 p. m.
Mario Morales, o Jorge Iván Ramos, sosteniendo el Acuerdo de Paz en una visita de pedagogía a la zona veredal de La Carmelita, en Putumayo.
Mario Morales, o Jorge Iván Ramos, sosteniendo el Acuerdo de Paz en una visita de pedagogía a la zona veredal de La Carmelita, en Putumayo.
Foto: Cortesía

Cuando en enero de 2017 el Gobierno Nacional y las Farc lanzaron públicamente el programa de sustitución de cultivos de uso ilícito, Pastor Alape y Jairo Cala, por parte de la antigua guerrilla, hicieron una convocatoria para designar a quienes tendrían la difícil tarea de ir municipio por municipio, vereda por vereda, a convencer a los campesinos de que suscribieran ese programa. Un desafío, cuando las comunidades cocaleras han sido desconfiadas de las promesas fallidas del Estado. El resultado del proceso: designaron a Jorge Iván Ramos, conocido como Mario Morales, quien venía de ser el último comandante del frente 37, para que encabezara el equipo que iría a las regiones a construir confianza en el Acuerdo de Paz.

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El excomandante, cuenta Pastor Alape, tenía la cualidad del trabajo con comunidades agrarias y hablaba el mismo lenguaje de sus necesidades. Esa virtud la había construido durante su juventud en el Urabá, región en la que nació y donde vio el ascenso político de la Unión Patriótica (UP), el partido que nació de las negociaciones de la guerrilla con el entonces presidente Belisario Betancourt. En las plantaciones de banano se inició en el trabajo sindical y organizativo y se hizo militante de ese partido. Víctima de la persecución a la UP en esa región salió para el departamento del Magdalena y continuó su trabajo con las organizaciones bananeras de Ciénaga, Aracataca y Fundación.

De nuevo la persecución no le dejó espacio político y fue allí cuando ingresó a las filas de las Farc en 1997, al frente 19. A finales de 2001, ya como parte del frente 59, durante los diálogos del Caguán, fue enviado a la zona de despeje para formarse en un curso de capacitación de mandos donde conoció a Benedicto González, dirigente del partido Farc, quien fue uno de los hombres más cercanos al excomandante y al que se acercó por su pseudónimo de guerra, Alirio Córdoba, pues ese nombre era de un dirigente comunista asesinado en Urabá, región de la que él había salido huyendo.

Durante sus años en las Farc anduvo por la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá. En 2011 fue designado como comandante del frente 37, con el objetivo de reagrupar a los guerrilleros que habían quedado regados por el departamento de Bolívar tras la muerte en 2007 de Martín Caballero, el comandante de ese frente durante dos décadas y quien murió en un operativo del Ejército. Morales, durante su comandancia en esa estructura se ubicó en la región del sur de Bolívar, la misma en que fue asesinado el viernes 28 de agosto pasado.

Una vez designado como coordinador del programa de sustitución de cultivos, luego de la firma del Acuerdo de Paz en noviembre de 2016, Morales junto con otros excombatientes y delegados del Gobierno empezaron a ir a las regiones a dialogar con las comunidades. “Fue una tarea titánica convencer a las comunidades y a sus líderes porque el Gobierno era muy mal visto por el incumplimiento de los programas y la represión a los campesinos cultivadores. Ahí tuvimos que darnos la pelea con el liderazgo de Mario para llevar la idea de que había un acuerdo firmado y que el Gobierno estaba en la obligación de cumplirlo y que seguramente por la presión internacional y de los garantes lo iba a cumplir”, cuenta Federico Nariño, otro de los delegados de las Farc para esa misión.

Así lo reafirma Eduardo Díaz Uribe, quien en el Gobierno Santos era el encargado junto con el consejero para el posconflicto, Rafael Pardo, de llevar a buen puerto el programa de sustitución. “Íbamos a esos territorios a hablar de paz. Regiones donde las Farc habían tenido influencia y era importante entrar con ellos a explicar el alcance del Acuerdo. En Mario y en ellos siempre hubo un trabajo muy serio y comprometido. Era un trabajo muy duro, pero muy entusiasta”, dice hoy el exfuncionario. Cuando se conoció el asesinato de Mario, en un comunicado encabezado por Rafael Pardo y Eduardo Diaz, más de 20 funcionarios que participaron de la implementación del programa de sustitución en el Gobierno Santos condenaron enérgicamente lo sucedido.

La última reunión de la Junta de Direccionamiento Estratégico del programa de sustitución se llevó a cabo en julio. A ella pertenecían Mario Morales, Federico Nariño y Pastor Alape, entre otros, así como delegados del Gobierno en cabeza del consejero Emilio Archila. No se dio en buenos términos porque los representantes de Farc expresaron que el objetivo de esa instancia no era que los funcionarios del Gobierno expusieran una serie de indicadores de cumplimiento, sino tomar decisiones frente al curso del programa. Exigieron que se convocara la otra instancia de decisión del programa, el Consejo Permanente de Dirección, que también integran una decena de organizaciones sociales. Se convocó para el pasado 27 de agosto, pero por diferencias en la forma de llevar a cabo la sesión, no se concretó. Esa era la primera vez que se convocaba ese consejo en este Gobierno y la tercera vez que sesionaba la junta, cuando está estipulado que sea bimestral.

Quienes estuvieron presentes en esas reuniones entre Farc y Gobierno coinciden en que el papel de Morales fue determinante para que las discusiones no se trabaran entre las visiones de unos y otros, sino que se avanzara. “Era muy aterrizado. Muchas veces estábamos en discusiones con el mismo Eduardo Díaz y se caldeaba el ambiente, yo me alteraba, pero Mario era el que bajaba siempre los ánimos”, dice Federico Nariño. Eduardo Díaz lo confirma: “Era muy calmado. Uno lo veía y no se podía imaginar cómo había sido comandante guerrillero. Era muy ponderado, medía muy bien sus palabras”.

El pasado viernes 28 de agosto, Mario Morales estaba desempeñando una tarea que le había encargado Pastor Alape. “Le habíamos recomendado que buscara las coordenadas de unos predios que están en el inventario para la reparación de las víctimas y él andaba con un GPS recogiendo esa información para entregarla a la Sociedad de Activos Especiales (SAE)”.

El hombre de protección de Morales hasta ahora ha contado que esa noche, integrantes de la guerrilla del Eln los detuvieron; le quitaron el bolso al excomandante y lo amarraron. Lo hicieron caminar unos 40 minutos y le dispararon a sangre fría. Contó también que los armados lo trataron de enemigo e informante del Ejército.

“Lo que pasa ahí es que a los líderes históricos del Eln en el sur de Bolívar los mató el Ejército, como “Gallero” o “Samuelito”, y queda el liderazgo de unos jóvenes que no entienden en qué están. Entonces se encuentran con unos liderazgos ya reconocidos en el territorio como el de Mario y estos muchachos que tomaron esa decisión lo vieron como amenaza porque les generaba debate a los comportamientos del Eln en el territorio y por eso deciden asesinarlo vilmente. Él era un hombre que estuvo en mil batallas como para que lo vengan a asesinar unos muchachos que no saben ni de la guerra porque a ellos apenas les caiga el Ejército de una vez se entregan y empiezan a delatar a sus jefes porque no tienen estructura política. El deterioro del Eln en el territorio genera ese tipo de acciones”, sostiene Pastor Alape, quien además en época de guerra operó en esa región del Magdalena Medio. “Yo respeto mucho a los líderes del Comando Central, pero en el territorio no están ellos. Los muchachos que están ahora no saben nada de convicción política con las comunidades”.

El exjefe guerrillero agregó que la tarea que desempeñaba Mario Morales el día del asesinato la hacía con el afán de cumplir con “el decreto incoherente del Gobierno que nos pone a entregar toda la información de los bienes antes del 31 de diciembre de este año, en medio de una pandemia y sin garantías de seguridad en el territorio. Después van a mostrar que nosotros incumplimos porque cómo vamos a cumplir con esas condiciones. Cómo vamos a entregar coordenadas del sur de Bolívar si quedaron en el GPS de Mario y además él muerto”.

Sobre el homicidio de Morales, la consejería para la Estabilización aseguró que la Unidad Especial de Investigación de la Fiscalía asumió el caso. Igualmente, la Unidad Nacional de Protección señaló que el excomandante contaba con medidas de protección acordes a su nivel de riesgo, tras el estudio especializado adelantado en su momento por la Mesa Técnica de Seguridad y Protección.

Tras su asesinato, en aplicaciones de mensajería circuló este mensaje de voz que Mario Morales le envió a otro integrante del partido Farc días antes de su muerte: “Mi saludo para toda esa gallada por allá, para toda su familia, bueno aquí la situación no está tan buena, conscientes de que por allá tampoco; pero bueno, ahí vamos en la lucha como siempre. Difícilmente puede uno decir que las cosas están bien en estas circunstancias tan complicadas, pero ahí vamos, pa’ delante. El material del que estamos hechos los verdaderos revolucionarios es indoblegable y mientras más dificultades se nos presenten pues más iniciativas vamos produciendo para enfrentarlas”.

Sebastián Forero Rueda

Por Sebastián Forero Rueda

Periodista y politólogo de la Universidad Javeriana, con experiencia en cubrimiento de temas de paz, conflicto armado, derechos humanos y economía de la coca.@SebastianForerrsforero@elespectador.com

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