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Derechos Humanos en tiempo real

Lucía O. Cárdenas* - @carluute
26 de noviembre de 2021 - 07:44 p. m.

En el país en el que los partidos de fútbol masculino, de la selección nacional, son transmitidos en vivo por televisión, radio, etc. con todo el rigor -que está muy bien, ganen o pierdan-, a las personas, medios de comunicación comunitarios y alternativos se les ocurrió -como única posibilidad- emitir las protestas del reciente Paro Nacional, desde sus propias redes y usando sus dispositivos móviles para proteger sus vidas y evidenciar los excesos de la fuerza pública.

Fue una carrera hacia la violencia inmediata, enfrentándole, para ser convertida en una memoria en los espacios digitales, que en medio de la pandemia se volvieron muros de la expresión menos silenciables. La realidad superó la ficción ampliamente y fue exhibida por quienes estaban en las calles intentando protegerse tras el uso de las cámaras conectadas al ciberespacio, como la herramienta que ha renovado la relación entre la gente, los derechos, y el camino democrático para impedir: la contención de las voces y la represión de los cuerpos.

Derechos Humanos en tiempo real
Foto: Lisa Trujillo

Un ejercicio de defensa de los Derechos Humanos compartido, con la estética de la dignidad y la resistencia, que hizo cada noche una puesta cinematográfica configurada por la población de los territorios, entendidos como los barrios y las ruralidades espesas, que le cuesta demasiado a los dirigentes percibir y a los grandes medios escuchar. Entonces, en vivo, desde los celulares de los pueblos indígenas, afros, las juventudes y las ciudadanías -que saben el valor de la docena de huevos- la aproximación fue casi microscópica. La transmisión de las comunidades subrepresentadas se fortaleció en el caso de los pueblos indígenas (en Colombia: 115 pueblos, 69 lenguas) con maneras de ver y narrar cosmológicas y marchantes desde el interior ancestral, que evidenciaron las bases que atentan frente a lo fundamental y profundizan la xenofobia y el racismo interiorizado, que incluso pretendía limitarles geográficamente nombrándolos: NO Colombia. Se recordará que les fue negado ingresar a Cali con una escena al estilo de los años ochenta en Colombia, colmada de camionetas blancas y sujetos armados, todo en la puerta de Cali.

Fue Cali la que sostuvo una dinámica de protesta cotidiana con ollas comunitarias, contra el hambre; el arte, contra el odio; el fútbol de todas las barras, para la unidad; y la comunicación popular, hecha por periodistas y voluntarios que asumieron todos los riesgos de ir por la verdad. Así, no pueden omitirse en este punto las amenazas que han recibido José Alberto Tejada (de Canal 2) o hacia quienes hicieran allí esta misma labor, como Notititeres 24, que incorporaron elementos creativos que no son una función del entretenimiento sino una intencionada exposición distópica que minimiza la distancia entre la audiencia, el entendimiento de los protocolos de acción de la fuerza pública y los derechos humanos. Lamentablemente, Cali fue el epicentro de la mayor cantidad de actos en contra de los derechos humanos, así reconocida por la CIDH.

Sin embargo, la juventud de colombiana vivió un proceso similar al de la capital del Valle, se puso al frente, en Primera Línea, siendo acompañada de ese momento y en adelante, además de los equipos de Derechos Humanos que siempre han estado presentes, por colectivos emergentes de prensa popular que incidieron de forma significativa al permitir la convocatoria directa, local o barrializada (geolocalizada) de las actividades pedagógicas, simbólicas, artísticas y de movilización. El colectivo A.M.A.R. entre otros, fue el resultado de la reunión de individualidades con formación en Derechos Humanos en Protesta, Lisa Trujillo @medicenlanegra que hace parte de este, precisa acerca de sus transmisiones que: “no fueron un ejercicio de cubrimiento sino un ejercicio de columna de opinión en directo”, que paralelamente procuraron la gestión de información sensible para hacer seguimiento de posibles casos de abuso, agresiones y etc.

Sobre la censura de estas transmisiones que permitieron que el cuerpo digital colombiano estuviera conectado en tiempo real, viendo todo lo que está en contra de los Derechos Humanos y fundamentales, se puede decir que aunque no se establezca su origen (como filtro de la expresión libre) hubo también quienes pudieron esquivar el algoritmo que impide la difusión de estos contenidos usando los canales dispuestos en YouTube y otras plataformas, inicialmente diseñadas para la transmisión de juegos que pueden ser categorizados como violentos. Sí, la comunidad gamer también pudo anticipar que podían ser sujetos para proteger pruebas fundamentales de hechos en contra de la vida, la dignidad y/o la protesta.

Actualmente, algunas de las personas que se dedicaron al oficio de registrar, divulgar, reducir y ejercer control a través de la comunicación de violaciones de Derechos Humanos en tiempo real, se encuentran siendo judicializadas. Aunque sólo la justicia de las instituciones colombianas será la que pueda determinar si la defensa desde la comunicación puede ser criminalizada. En tanto, el Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos, en su 8va versión se propone como un espacio seguro de discusión y muestra de este portafolio popular que documenta y hace viral la memoria colectiva.

*Integrante del equipo del Festival Internacional de Cine por los Derechos Humanos. Contacto: carluute@protonmail.com

Por Lucía O. Cárdenas* - @carluute

 

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