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‘Buscamos a Martha Gisela, militante del M-19 desaparecida’

Ocurrió hace 39 años, después de un enfrentamiento con el Ejército. En un país donde todavía hay estigma y polarización, su familia se ha empeñado en buscar su cuerpo con la dificultad del exilio y el peso de su militancia. La Unidad de Búsqueda trabaja en su caso.

Carolina Ávila - @lacaroa08
01 de mayo de 2020 - 11:00 a. m.
A Martha la conocían como Teresa o Inés dentro de la guerrilla del M19.  / Jonathan Bejarano
A Martha la conocían como Teresa o Inés dentro de la guerrilla del M19. / Jonathan Bejarano

La historia de Martha no acabó a sus 19 años, cuando murió de un tiro de gracia después de un enfrentamiento con el Ejército. Era abril de 1981 y un grupo de 40 o 45 militantes del M-19 había entrado a Colombia por una zona selvática. Regresaban de un curso de cuadros militares en Cuba y se dividieron en dos grupos para entrar por regiones distintas del país. Al grupo en el que iba Martha lo emboscaron 5.000 militares en medio de la selva y varios fueron asesinados. La fecha de su muerte fue el 25 de abril.

Cinco días después, El País de Cali reportó el hecho. Según el recorte de prensa, los cuerpos fueron identificados con dactiloscopia por el equipo de inteligencia militar y luego, nueve de ellos fueron sepultados en la zona. El presidente era Julio Cesar Turbay y el M-19 había inaugurado la década con la toma de la embajada de República Dominicana en Bogotá, el 27 de febrero de 1980. Eran épocas de narcotráfico y expansión de las guerrillas. Estábamos en plena guerra.

(Escuche: (Pódcast) Relatos de dos militantes del M-19 que sobrevivieron a la desaparición forzada)

A Martha la conocían como Teresa o Inés dentro de la guerrilla. Nació en Cali en 1961 y fue líder estudiantil en el colegio Eustaquio Palacios. También campeona nacional de esgrima en su categoría y desde los 17 años empezó a militar en el M-19 a través de trabajo social en el barrio Siloé, así comenzó en las redes urbanas de este grupo.

Pero cuando digo que la historia de Martha Gisela no acabó con su muerte es porque durante 39 años su familia ha buscado su cuerpo y está reconstruyendo sus pasos, aunque con miedo, el estigma de su militancia y desde el exilio.

Rodrigo, hermano mayor de Martha, salió del país en 1982, ocho días después de que lo dejaran en libertad por el levantamiento del estado de sitio. También fue militante del M-19, al igual que su padre y su hermano Camilo. Estuvo en prisión casi dos años sin pasar por juicio alguno por órdenes de un juez militar.

Quince días antes de su libertad asesinaron a Camilo, mientras salía en compañía de su mamá de la Estación Primera de la Policía de Cali donde había pasado la noche anterior. Allí fue detenido por hombres armados que se identificaron como miembros del grupo Muerte a Secuestradores (MAS). El asesinato de sus dos hermanos y la persecución contra varios integrantes lo llevó a exiliarse en Europa.

La búsqueda del cuerpo de su hermana fue una deuda pendiente por años. La distancia y el contexto le dificultaron cualquier acceso a información recién ocurridos los hechos. “Partíamos del principio de que yo había sido combatiente y ella había muerto en combate. Para la época a otras familias las amenazaron cuando fueron a reclamar los cuerpos en la brigada. Por eso nunca hicimos alguna diligencia, e incluso el crimen de mi hermano también quedó impune”, dice.

En su familia y otros compañeros del M-19 hubo un silencio no pactado por años, nadie se atrevía a hablar del caso. Solo hasta el 2015 ese silencio lo quebró su hija, Gisela Restrepo Triviño, nacida allá y criada en un ambiente de antiguas militancias y de traumas pasados para varios colombianos exiliados. Aunque resalta que en ese ambiente también había mucho amor y apoyo entre todos.

Se me despertó la necesidad de saber cuál era mi historia, la historia de mis papás y lo que los trajo a este lugar. Quería entender eso de ser un hijo de exiliado y de militantes políticos. Quise reconstruir esa historia que solo ellos me podían contar”.

Gisela estudió artes audiovisuales y está dedicada al cine, por eso decidió hacer un documental que recogiera esta historia. De esta manera supo lo ocurrido con su tía y la razón de su nombre, o que gracias a ella fue que sus padres se conocieron. En Martha Gisela estaba condensada la historia de su familia. “Para mí se volvió muy importante saber qué había pasado con ella, quería trascender la fotografía que siempre había estado en un muro de la casa”, señala.

Desde ese mismo año empezó a investigar. Ella fue quien encontró el recorte de prensa de hace 39 años y a un testigo, excompañero del M-19 de Martha, que sobrevivió a ese combate y les dio la información para guiar la búsqueda. Junto a su padre retomaron contactos con familiares y defensores de derechos humanos que los ayudaran en Colombia con este proceso. Fue así como encontraron el apoyo de la Fundación Hasta Encontrarlos.

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“Creo que es muy importante que los familiares que lo deseen cuenten esa experiencia porque eso hace parte de la memoria de esa persona, para nuestra familia ha sido sanador. Es contar de otra manera sus historias”, afirma.

Desde el exilio

Rodrigo y Gisela han regresado al país fundamentalmente para nutrir el documental y hacer los trámites que exige la búsqueda. Juntos recorrieron los barrios de Cali, el colegio y el estadio donde Martha practicaba esgrima.

Han ido también a la Fiscalía para averiguar por la investigación y a la Registraduría para sacar sus documentos de identidad, las piezas claves para empezar con el proceso. Para su sorpresa, la cédula de Martha Gisela sigue activa, es decir, aunque el Ejército la identificó y enterró, no reportó su muerte.

En la justicia ordinaria no les han aportado ninguna información sobre el paradero de Martha o si ha habido labores para hallarla. Intentaron que se abriera una investigación en Cali, sin obtener respuestas. Solo hasta 2018, un fiscal recibió el testimonio del testigo e hizo una toma de muestra de ADN a Rodrigo para ingresar el caso al Sirdec (el Sistema de Información Red de Desaparecidos y Cadáveres).

No obstante, estas diligencias las pueden hacer solo cuando tienen los recursos y el tiempo para viajar a Colombia, de resto tienen que apoyarse en la Fundación Hasta Encontrarlos y en sus familiares.

Por una parte, dice Rodrigo, la distancia les permite buscar sin riesgo inmediato, no están sometidos a las amenazas. Pero, por el otro, el proceso no ha avanzado a la velocidad que quisieran. “Ha habido años en los cuales no ha sucedido nada, uno aprende a esperar y tener paciencia”.

El tiempo se transforma. Durante varios días corrían para hacer los trámites posibles y después, ya en sus casas, llegaba el letargo de la espera. A Gisela la agobia a ratos la imposibilidad de estar en Colombia cuando hay algún avance, pero reconoce y agradece que este ha sido un esfuerzo colectivo.

Además de la distancia, la búsqueda de por sí no ha sido fácil a nivel emocional. “A veces hemos abierto puertas luminosas, como encontrar información que nos permite avanzar o reconstruir su vida, pero otras son oscuras, como conocer los detalles de la muerte mi tía. Fue esa revelación de lo que es la guerra y lo monstruoso que es desaparecer a alguien”, asegura ella.

La prospección

El acuerdo de paz con las Farc dio paso a la creación de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD). Esta entidad tiene por mandato dar con el paradero de las más de 83.000 personas desaparecidas de manera forzada durante el conflicto armado, pero también de aquellos que fueron reclutados, secuestrados o desaparecidos después de enfrentamientos. Es decir, también buscará a los guerrilleros y militares a quienes sus familias también reclaman, como es el caso de Martha Gisela Restrepo.

El anuncio de una nueva entidad abrió una ventana de esperanza para la familia Restrepo: por fin la búsqueda se haría sin el recelo ni el estigma por su pertenencia a un grupo armado. Al final de cuentas, el dolor de la desaparición es el mismo para cualquier familia, sea víctima o victimaria la persona de quien no se tiene rastro.

La solicitud de búsqueda de Martha Gisela es hecha a la UBPD el 10 de diciembre de 2018. Rodrigo y Hasta Encontrarlos le entregaron a su directora, Luz Marina Monzón, toda la información que recogieron del caso, incluso, el lugar donde estarían enterrados los integrantes del M-19 que cayeron en ese combate. Ese sitio lo aportó el testigo. Él tuvo que identificar a sus compañeros y vio dónde los enterraron.

Recién en marzo de este año, un equipo de antropólogos forenses y topógrafos hicieron la prospección en el lugar donde se esperaba encontrar el cuerpo de Gisela. Fueron 14 días de exploración del terreno. Inicialmente se iban a excavar 650 m2, pero al final fueron 1.580 m2. Participaron 12 funcionarios de la UBPD y 10 trabajadores de la comunidad, en compañía de la familia.

Por cuestiones de seguridad de las comunidades y confidencialidad en el proceso de búsqueda no revelamos los detalles de este sitio. La Unidad también se abstuvo de dar más detalles sobre este plan de búsqueda bajo los mismos argumentos.

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Desafortunamente, en esa prospección no encontraron el cuerpo de Martha Gisela, pero su familia logró que una entidad estatal la buscara después de 39 años. “Nuestra meta era llegar al lugar, era parte de ese proceso de sanación porque llevábamos mucho tiempo con esa pregunta de si murió ahí o no”, afirma Gisela. El lugar quedó descartado, pero la búsqueda de Martha y sus compañeros continúa.

Padre e hija documentaron el trabajo de la UBPD a través de dibujos y una carta que Rodrigo le escribió a su hermana. En ella le dice: “Seguiremos en la búsqueda, quizás ya no de tus restos, pero sí de la verdad para conservar la memoria viva que en este caso se entrelaza con la memoria del territorio”.

Por Carolina Ávila - @lacaroa08

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