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A Faber de Jesús Atehortúa Gómez lo conocen en la guerra como Julio Palizada. Perteneció a Los Masetos, uno de los grupos fundadores de las Autodefensas Unidas de Colombia desde 1988 hasta 2001 que operó en el Magdalena Medio. Su nombre derivó de la organización criminal Muerte A Secuestradores (Mas), creada por los jefes del Cartel de Medellín. Fueron los responsables de las masacres de Trinidad, Alto Guapaya, Llana Caliente, Mocoa y El Porvenir, en las que asesinaron a más de ochenta personas, en su mayoría campesinos, quienes fueron tildados de guerrilleros o auxiliadores de grupos subversivos.
Aunque reconoce que hizo un daño incalculable, Atehortúa insiste en que después de esa fecha no volvió a empuñar un arma, pero la Fiscalía tiene otra versión. En 2012 fue capturado por ser el jefe de sicarios de Los Urabeños y la mano derecha de Dairo Antonio Úsuga, conocido como Otoniel, jefe del Clan del Golfo. Él advierte que es un montaje en su contra, al punto que hoy no han podido condenarlo por estos hechos.
Palizada está en la cárcel La Picota. Fue condenado a 40 años por homicidio, porte ilegal de armas y concierto para delinquir (tiene 53 años, difícilmente saldrá de la cárcel). Hoy hace parte de la Comisión de Presos por la Verdad, una organización de más de 200 reclusos que no solo piden pista en la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sino que también quieren participar en la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos.
¿Cómo llegó a las autodefensas?
Operé en una región que se llama Carmen de Chucurí, en Santander. Esos eran unos campos muy prósperos, muy bonitos, ganaderos. Y resulta que la guerrilla llegó a la región y empezó a hacer sus desastres. Me mataron a una hermanita de 16 años. Me mataron un tío. Mi mamá tuvo que esconderse porque la iban a matar. Nos tocó pedir ayuda al Ejército y a la Policía, pero no hacían nada. Lo que no hizo el Estado terminó haciéndolo un grupo de campesinos que se armó y que nos ofreció sus servicios. Nos dijeron: “Aquí está este fusil, entrénese, porque quienes mataron a su familia andan para arriba y para abajo, así que métase a la guerra”. Y así terminé en el conflicto. En ese entonces éramos Los Masetos, al mando de Isidro Carreño. Para nadie es un secreto que el Ejército Nacional nos brindó ayuda. Si no hubiera sido así, nosotros no hubiéramos podido sacar a la guerrilla de la región.
¿Por qué se retiró?
En 1999 se empezó a gestar el tema del narcotráfico en la organización. Nosotros tenemos un problema interno. Le entregué un encargo a mi jefe, él la vendió y hubo una disputa por esa plata. Ahí me tocó huir. Dejé todo botado. Me meto en una finca de unas primas y, en 2002, me voy a Medellín. Me dedico a la talabartería y la marroquinería. Ahí duré hasta el año 2012 cuando me capturan.
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Faber de Jesús Atehortúa Gómez, conocido como "Julio Palizada", paga una condena de 40 años.
A usted lo capturaron porque, según la Fiscalía, siguió delinquiendo con Los Urabeños.
Eso no es verdad. Nunca he pertenecido a ese grupo. A mí no me han condenado por hechos que ocurrieron después de 2001, porque yo no empuñé un arma desde entonces. Yo no fui urabeño, fui autodefensa. Eso es lo que la justicia no entiende.
¿Usted conoció a “Otoniel”?
No, no lo conozco. Conocí a su tío, Giovanni. Él hizo parte de las autodefensas. Eso fue en 1997. A estos muchachos no los conozco, no sé de esas bacrim (bandas criminales). Es más, le voy a contar una historia. Una vez me llevaron hasta Paloquemao y me pusieron un montón de aparatos dizque para negociar conmigo unos fiscales. Me estaban pidiendo las rutas de narcotráfico y los barcos. Les expliqué que estaban equivocados, que no tenía ni idea.
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¿Por qué no se acogió a Justicia y Paz?
En 2007 y 2008 yo pedí entrada a Justicia y Paz. Pero me rechazaron, argumentando que no hago parte de las listas que entregaron los comandantes. Vuelvo y solicito, pero pasa lo mismo. Dejé las cosas así hasta que me capturaron en 2012. Estando en prisión vuelvo a pedirlo, pero como no aparezco en el libro de los desmovilizados, me vuelven a rechazar. Ahora pido entrada a la JEP y me dicen que no porque soy urabeño.
¿Quién puede dar fe de que usted perteneció a las autodefensas?
“Jorge 40”, Mancuso, la misma Fiscalía, los jueces. Estoy condenado por hechos de esa época.
¿Sobre qué hechos puede aportar verdad en la JEP?
Puedo hablar desde la conformación de las autodefensas con Los Masetos. Nuestros nexos con la política, con los ganaderos, con los militares. Hay un batallón que se llama Luciano del Huyar. Tiene como 3.000 denuncias. Eso está sin aclarar. Asimismo, sobre las masacres que ocurrieron antes de 2001, como las de Guamalito y Llana Caliente, en Norte de Santander y Magdalena Medio santandereano, de las que no se sabe la verdad, aunque hayan pasado treinta años. Por ejemplo, en la vereda Llana Caliente fueron asesinados más de cincuenta campesinos por militares y por nosotros, Los Masetos. También podemos contar sobre muchos homicidios que ocurrieron en Santander y Cesar. Y bueno, me gustaría mostrar cómo zonas de esos departamentos, como Carmen de Chucurí, que sufrieron la guerra, hoy no son reconocidos por el Estado. A esas regiones no las visitan ni los fantasmas y la verdad está allá. Tengo información de al menos cuarenta muertos. Pero necesitamos que la JEP nos abra un espacio. Nosotros somos la pata que le falta a la mesa.
¿Cómo reparará a sus víctimas?
Ahora me interesa llegarles a las personas que vivían allá, pedirles perdón y entregar las víctimas que siguen desaparecidas. Estoy muy arrepentido. Yo siempre le he dicho a la Fiscalía que me arrepiento de haber atentado contra gente inocente. Eso sí: de haber peleado contra la subversión, contra la guerrilla, nunca. Ellos me mataron a mi hermanita. Ellos no me han pedido perdón. Ellos comenzaron la guerra en mi región. Nosotros éramos campesinos que nos tocó defendernos. Eso fue una catástrofe. Nadie nos ha dicho la verdad. En eso me quiero diferenciar de ellos. Voy a responder por lo que hice y contarlo todo. Hablo como victimario pero también como víctima.
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Pero usted terminó convirtiéndose en eso que tanto odió.
Lo sé. Eso me duele. Estaba enceguecido por la rabia. Hoy me cuesta mucho. No le voy a mentir. Pero estoy arrepentido y yo quisiera hablar con quienes les hice tanto daño. Así me peguen en la cara, pero quiero pedirles perdón de rodillas a quienes hice sufrir, sobre todo a esos niños que dejé sin su familia.
¿Los ha contactado?
A algunos sí. Con algunas víctimas he hablado. Otras, por obvias razones, me tienen pánico, pero quiero que sepan que jamás les haría algo. Voy a contarle un caso de Pelaya, Cesar. En esa zona hubo una masacre. Nosotros matamos al alcalde y a su familia, porque nos dimos cuenta de que le dieron plata al Eln. A cambio de no hacerle nada, le pido plata. Pero él responde que no le entregó dinero a la guerrilla. Pero los guerrilleros cometían el error de tener libros con las listas de quienes los ayudaban y ahí me di cuenta de que me habían mentido. Tomamos la decisión de asesinar al alcalde, a la señora, otros hijos y al escolta. Solo dejamos vivos a dos muchachos que no estaban ahí, vivían en Bogotá. Ahora uno es militar y otro fue alcalde de esa zona también. Sé quiénes son y he intentado comunicarme con ellos para pedirles perdón. Pero el problema es que las víctimas tienen miedo. Mi deseo es de invitarlos a que dejen el pánico y busquen a los victimarios, que muchos están en las cárceles, para saber la verdad. Les debo eso. Es su derecho. Si vamos a hablar de paz, tenemos que reconciliarnos con ellos.