
Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
El último día de la búsqueda de James Silva Duque, un pálpito selva adentro marcó el rumbo de su aparición. Justo cuando el equipo antropólogo y forense de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) agotaba las esperanzas y los puntos de interés en los que posiblemente había sido enterrado James tras su asesinato por combatientes de las FARC, un último impulso de fe y trabajo fue suficiente para encontrar su cuerpo después de casi 21 años desde su desaparición en San Juanito, Meta.
Después de remover aproximadamente 2.322 metros cuadrados de tierra delimitados en cuatro cuadrantes y cumplir con un cronograma de trabajo de una semana entera en medio de la espesura y humedad del bosque alto andino, la antropóloga principal, Amparo Ariza, quiso enviarle un mensaje de despedida a James. “Espero que puedas descansar en paz”.
Todo estaba preparado para regresar a Bogotá con la noticia poco alentadora para la familia de James de que esa vez no habían logrado encontrarlo.
Sin embargo, esa última noche, una de las integrantes del equipo humanitario soñó con un punto en específico que no habían alcanzado a intervenir durante las fases de búsqueda, un lugar en el que tantas veces pusieron una vela con la fotografía de James, a petición de su esposa Martha, para armonizar la búsqueda con sus canciones preferidas y hacer oraciones para hallar su cuerpo al son y letras de música romántica. “Qué triste, todos dicen que soy. Que siempre estoy hablando de ti. No saben que pensando en tu amor he podido ayudarme a vivir”, se alcanzaba a corear en medio de los machetes, las guadañas y los azadones.
A la mañana siguiente, a través de un mensaje de voz, Fermín, hermano de James, soltó una frase que atizó los ánimos: “Hoy es el día, los tiempos de Dios son perfectos”. El equipo de antropólogos forenses inició una tímida excavación en el punto señalado y a escasos 60 centímetros apareció un pedazo de tela, suficiente para luego encontrar en un perímetro más amplio un cuerpo que cumplía con todas las características de James, incluida su ropa y zapatos, que ya habían sido descritos por su familia en los relatos entregados a la UBPD.
Lea también: Los 720 osarios que ex-FARC y Fuerza Pública construyeron en Palmira para desaparecidos
Las condiciones del terreno imposibilitaron que la familia de James acompañaran las labores de búsqueda. Hasta ese lugar selvático de San Juanito llegaron Amparo Ariza, antropóloga líder, un topógrafo, un criminalista y un fotógrafo, más dos mulitas que cargaron los equipos humanitarios. También estuvo un representante de la Corporación Humanitaria Reencuentros, conformada por excombatientes de las FARC que se buscan desaparecidos tras la firma del Acuerdo de Paz. Uno de ellos fue quien entregó las coordenadas aproximadas del lugar donde se encontraba el cuerpo de James.
Después de cada jornada de búsqueda, en las noches, Martha, esposa de Jamesito, como le decía de cariño, y su hermano Fermín recibían las noticias de las intervenciones en esas montañas encumbradas y húmedas.
La noche de ese sábado de 2023, desde la cocineta de una casa, el equipo forense se conectó a través de una videollamada con Martha y Fermín. Los ojos aguados anticiparon la noticia que estaban próximas a entregar. Le contaron a la familia que tantas oraciones surtieron un efecto positivo. “Casi de una forma celestial pudimos encontrar un cuerpo y esperamos que pueda corresponder”, dijo el equipo.
Un silencio corto detuvo la video llamada y luego se escuchó: “que el señor las bendiga. Gracias por sentir lo mismo que estamos sintiendo nosotros”, dijo la familia. El sentimiento, a través de un teléfono celular con poca batería, recortó 117 kilómetros desde San Juanito hasta Bogotá, y se sintió como el abrazo que Martha y Fermín esperaban desde 2002.
La llamada que nunca llegó
James era melómano y disfrutaba escuchar a Roberto Carlos, Juan Gabriel y Raphael. También le gustaba el vallenato de Diomedes Díaz, Rafael Orozco y Otto Serge.
Su gusto por la música lo acompañó de libros. Quería ser abogado y se graduó de la Universidad Gran Colombia. Ese rumbo de la vida lo llevó a que en febrero de 2002 fuera seleccionada para trabajar en el Área Administrativa de la Fiscalía General de la Nación, en Florencia, Caquetá. Su deseo de estar más cerca de Martha y sus hijos lo motivaron a pedir un traslado a Villavicencio, Meta. Llegó el 4 de septiembre emocionado por su futuro.
Tres días después, en su primer fin de semana libre, los amigos lo invitaron a un almuerzo en Restrepo. “Me dijo que en la noche me llamaría para contarme cómo le había ido. Lamentablemente, esa llamada nunca llegó. Como dice la canción, nos dieron las 10 y las 11... A la 1:00 a. m., la señora Teresita (mamá de James) me llamó para contarme que, en el camino de regreso a Villavicencio, James había sido retenido por unos hombres y se lo habían llevado”, cuenta su esposa Martha.
Luego de la desaparición, sus padres, Teresa y Óscar Emilio, afirmaban en la prensa que su hijo no tenía problemas con nadie y que además sufría de taquicardia y debía tomar Isordil de 5 miligramos. Denunciaron ante las autoridades, enviaron mensajes a medios de comunicación e incluso le dirigieron una carta al papa Juan Pablo II, con la esperanza de que su intercesión les ayudara a encontrar a James en las montañas del Meta.
Le puede interesar: Procuraduría pide investigar masacre de líderes cristianos en Calamar (Guaviare)
Uno de los firmantes de paz que hace parte de la Corporación Reencuentros señaló que para ese tiempo habían instrucciones precisas de no permitir agentes del Estado en zonas de control de las FARC, pues apenas hacía dos meses había terminado la zona de despeje en varios puntos del país por orden del gobierno del presidente Andrés Pastrana durante el fallido proceso de paz con ese grupo armado. En el retén a James le habrían pedido los datos y al saber que trabajaba para el Estado, entonces lo retuvieron. Estuvo en Restrepo por dos días y luego fue trasladado hasta San Juanito, donde las condiciones selváticas facilitaban esconder a los secuestrados y evadir la presencia del Ejército.
“Nunca perdí la fe. En agosto de 2020, acudí a la Unidad de Búsqueda, que fue la entidad que me dio esperanza y me abrió las puertas para seguir buscando”, afirmó Martha.
Tras su solicitud, comenzó una investigación humanitaria y extrajudicial liderada por la Entidad. La revisión de notas de prensa, los diálogos con comunidades, los encuentros con la Cruz Roja Internacional y la colaboración de la Corporación Humanitaria Reencuentros fueron determinantes para encontrar respuestas.
La investigación arrojó que James Silva Duque tenía 37 años al momento de su desaparición, que fue retenido y trasladado desde Restrepo hasta San Juanito, donde permaneció en cautiverio durante aproximadamente ocho días y que, posteriormente, falleció en hechos relacionados con el conflicto armado y su cuerpo fue inhumado en una fosa individual, en la vereda San Roque.
“El abrazo que necesitamos darnos”
Después de 22 años, la familia de James recibió su cuerpo luego de que se hicieran los cotejos con Medicina Legal. A la entrega digna realizada por la UBPD llegaron vestidos de luto Martha, su esposa; Fermín, su hermano; Teresita, su madre; sus hijos y demás seres queridos para recibir, por fin, a “Jamesito”.
“Después de todo este tiempo, te hemos encontrado. ¡Lo logramos! No fue la forma soñada, porque queríamos encontrarte vivo, pero ahora podemos descansar. La incertidumbre y el dolor por no saber dónde estabas terminan hoy. A la Unidad de Búsqueda, la quiero invitar a seguir adelante, porque, así como hoy estoy feliz, deseo que muchas otras familias puedan disfrutar del derecho a darles una sepultura digna a sus seres queridos”, dijo Fermín, mientras miraba el cofre con las cenizas de James, como dedicándole las palabras.
Junto a James, un ramo de flores blancas y lo que quedó de la vela que trajeron desde la selva donde lo encontraron. Una foto con un traje negro fue adornada con mensajes.
“Amarte no fue una casualidad (...) Si naciera mil veces, mil veces te volvería a encontrar para volverte a amar como si fuera la primera vez, para amarnos, para tomarnos de la mano y caminar juntos desde el principio hasta el fin”, le escribió su esposa Martha con tinta verde
“Negro precioso. Hasta que nos encontremos con Dios y la santísima Virgen que te cuidan y te ayudan allá en el cielo. Abrazos de todos. No te digo adiós sino hasta luego. Su mamita”, firmó su madre Teresa con letras de color azul.
Fermín abrazó con fuerzas a cada integrante del equipo forense. Les decía que su espíritu estaba presente para darse “el abrazo que necesitamos darnos”.
Después de 22 años, James ahora está en la bóveda de un cementerio de la capital.
✉️ Si le interesan los temas de paz, conflicto y derechos humanos o tiene información que quiera compartirnos, puede escribirnos a: cmorales@elespectador.com; pmesa@elespectador.com o aosorio@elespectador.com.
