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La historia de la violencia en Sumapaz, según Alfredo Molano Bravo

A propósito de que el Gobierno nacional declaró ayer a la localidad de Sumapaz, sur de Bogotá, como víctima del conflicto armado y sujeto de reparación colectiva, publicamos un capítulo de “Fragmentos de la Historia del Conflicto Armado (1920-2010)”, investigación del sociólogo Alfredo Molano Bravo.

Alfredo Molano Bravo

11 de marzo de 2024 - 01:00 p. m.
Según Alfredo Molano Bravo, el origen de la violencia en Sumapaz fue la propiedad de la tierra, restringida a los campesinos y acumulada en manos de colonos. Ahora sus habitantes serán parte del Registro Único de Víctimas. Ya en junio del año pasado un acto legislativo reconoció al campesinado como sujeto de derechos y de especial protección.
Foto: David Campuzano

El problema de tierras en Sumapaz comenzó a principios del siglo XX, cuando los colonos –algunos guerreantes de la guerra de los Mil Días– llegaron a trabajar a la Hacienda Sumapaz, de la familia Pardo Roche. Tenía 200.000 hectáreas, 50 agregados, 480 arrendatarios, en total 3.500 personas (Londoño, 64).

El conflicto se inició hacia 1910 por tierras baldías que el hacendado pretendía apropiar. El régimen del arrendamiento era simple: por el derecho a una parcela dentro de la hacienda donde se podía levantar un rancho y tener unas pocas reses y cultivos «no raizales» como café, el arrendatario debía trabajar en la hacienda o pagar. Las acciones judiciales –desalojo, amparo de posesión y concesión oficial– tendían a forzar a los colonos a convertirse en arrendatarios. Para los años 20 había 2.500 colonos con más de 30 años de posesión. (Contexto: La noticia sobre la declaración de Sumapaz como localidad víctima de la violencia).

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En esos días apareció Erasmo Valencia, empeñoso gaitanista, y fundó el periódico Claridad, muy difundido en Sumapaz y Tequendama, que defendía el derecho a la tierra de los campesinos apelando a las movilizaciones y a las leyes. «Valencia dotó el movimiento campesino de una ideología propia y, por medio de sus editoriales y denuncias, fue configurando la épica del movimiento agrario de Sumapaz» (ibid, 194).

En Cundinamarca y Tolima el enfrentamiento entre colonos y hacendados, determinado en buena medida por el alza del precio del café y la agitación social de los sindicatos de obras públicas, obligó a Miguel Abadía Méndez (presidente de Colombia entre 1926 y1930) a emitir la Ley 47 del 26, que permitió destinar seis grandes zonas de baldíos a campesinos, norma que fue desarrollada por la citada sentencia de la Corte Suprema del mismo año 26.

Pero fue el Decreto 1110 de 1928 la mecha que incendió Sumapaz: arrendatarios invadían predios titulados o baldíos, descuajaban montaña o tumbaban rastrojeras para sembrar. Entre 1930 y 1934, como repercusión de la crisis económica en la estructura agraria, se presentaron dos clases de conflictos: el de los arrendatarios de tierra – a su vez «arrendadores de servicios»– contra los hacendados, y el de los «cultivadores de baldíos» por el derecho de posesión.

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El Gobierno optó por la compra de latifundios para parcelarlos a los campesinos. Erasmo Valencia investigaba títulos, medía tierras, demarcaba baldíos para definir cuáles serían apropiados como colonias. Los baldíos, por efecto del Decreto 1110, dieron lugar a colonias agrícolas, como en el caso de la hacienda Andalucía.

A comienzos de 1930 fundó la «Colonia Villa Montalvo», que agrupaba colonos del alto Sumapaz, Pandi, Icononzo y Cunday y funcionaba como sindicato. Los socios eran colonos y pagaban una cuota por la defensa de sus intereses. La tesis de Erasmo –los terratenientes cogen la tierra no para trabajarla sino para impedir que se trabaje– era oída y puesta en práctica: El ejemplo cundió en 12 haciendas e involucró 700 familias.

Los hacendados presionaban a los gamonales, los gamonales a los gobernadores y alcaldes, y estos a la Policía o a la guardia departamental. El resultado: diligencias de policía, abusos de autoridad y uso de la fuerza, como en el caso de La Georgina, donde terminaron pasados por las armas tres campesinos, y heridos a culata y bayoneta.

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Gaitán sentenció proféticamente: «La violencia continuada puede traer y traerá la violencia, que no será entonces injusta represalia sino legítima defensa». Una de las grandes peleas fue la de colonos contra la familia Caballero, propietaria de la gran hacienda cafetera El Chocho, en Fusagasugá, que terminó parcelada en parte.

El liberalismo y el gaitanismo tuvieron una significativa participación. Otras haciendas como la Tolima, cerca de Ibagué; la Compañía Cafetera de Cunday, y la de los Pardo Roche en Sumapaz, terminaron intervenidas por el Estado. Las ejecuciones gubernamentales, medidas legislativas y luchas campesinas terminaron poniendo en cuestión el régimen de la gran hacienda cafetera y un aumento notable de los cafetales pequeños y medianos.

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Entre 1925 y 1930, 20 de las grandes haciendas de Cundinamarca enfrentaron el mismo problema y conocieron idéntica solución (Bejarano, J. A. 2007. «El despegue cafetero 1900-1928». En Ocampo, 230). En Sumapaz la adjudicación de baldíos a colonos de Pandi y Cunday se incrementó, lo que redundó en consolidación y ampliación de las colonias agrícolas.

La combinación de la agitación social gaitanista y la apertura de los gobiernos liberales a los reclamos de campesinos se tradujo en una fortaleza política frente al asedio de los conservadores y a las provocaciones de los terratenientes agrupados en la APEN. Quizás el único caso grave en la región fue la balacera contra una concentración gaitanista en Fusagasugá en 1933, que dejó cuatro muertos y 20 heridos.

Alfredo Molano Bravo, periodista de El Espectador fallecido en 2019, durante uno de los recorridos por las regiones de Colombia afectadas por la violencia de la guerrilla de las Farc.
Foto: Cristian Garavito

Gaitán lo denunció y reiteró la urgencia de la expropiación sin indemnización y la distribución gratuita de tierra a los campesinos. El Partido Nacional Agrario (PAN), fundado por Erasmo Valencia, apoyó la pretensión y alcanzó a tener representación legislativa en Cundinamarca. Los últimos gobiernos de la República Liberal parcelaron 140.000 fanegadas. En las elecciones de 1946, Gaitán, aliado con Juan de la Cruz Varela, quien heredó la pelea de Erasmo Valencia, triunfó decididamente en Sumapaz.

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En las elecciones de 1947 Varela fue elegido diputado a la Asamblea del Tolima. El asesinato de Gaitán fue un machetazo que cortó de tajo la historia de las luchas agrarias pacíficas en Sumapaz. La gente se amotinó en Fusa, Pasca y Andalucía, después en Villarrica, pero la reacción no derivó en anarquía, como en Bogotá, porque existía una organización social y política fuerte con dirigentes visibles y aguerridos.

Cuatro días después, había juntas revolucionarias que destituyeron alcaldes, abrieron las cárceles, se armaron y detuvieron un centenar de conservadores. En Pasca se nombró jefe civil y militar a un guerreante de la guerra de los Mil Días que formó escuadras para tomarse el poder local «tal como en Barranca» (Londoño, 440).

Sucedió lo mismo en Andalucía, donde los colonos de Villa Montalvo se organizaron, apresaron a los pocos conservadores del pueblo y se armaron para «contribuir a derrocar el gobierno conservador» (ibid, 442). Fue como un ensayo general de pasar de las leyes a las armas, que se detuvo al ser nombrado gobernador de Cundinamarca Pedro Eliseo Cruz –amigo íntimo de Gaitán– en el marco del acuerdo de Ospina con Lleras y Echandía. Las manifestaciones gaitanistas se sucedían con miras a las elecciones de 1949.

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En San Bernardo, Fusagasugá, Pasca hubo enfrentamientos con los conservadores que dejaron tres muertos y 15 heridos. En Cabrera y Sumapaz hubo atentados armados de hacendados contra colonos, y en Cunday, las «arbitrariedades de las autoridades son monstruosas» (ibid, 451).

Varela se escapó de un atentado en Arbeláez. En enero de 1950, el Gobierno nombró director de la colonia Villa Montalvo a Eduardo Gerlein, laureanista acérrimo que traía la «orden expresa de conservatizar la región a cualquier precio» (ibid, 474). Un mes después de posesionarse, «asesinos de filiación conservadora, apoyados por la dirección gubernamental, violaron niñas y mujeres, quemaron humildes ranchos y destruyeron sementeras. El 15 de febrero mataron 140 hombres en la vereda de San Pablo, cuando los llevaban presos a la cárcel de Cunday» (González y Marulanda, citados por Londoño, 475).

Esto llevó a los colonos a organizarse militarmente para repeler los ataques del «nuevo orden» conservador. Así, en Mercadilla, vereda de Villarrica, un grupo de autodefensas campesinas dio de baja a 19 soldados. La reacción fue el bombardeo. La violencia contra Sumapaz se intensificó a raíz del atentado en 1952 contra el gobernador de Tolima y el hijo del presidente en ejercicio, Urdaneta, en El Líbano.

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Villarrica, por ser el centro más organizado de la región, se convirtió en el nervio de la resistencia defensiva, pero pronto surgieron otros focos de autodefensa en El Roble, Guanacas y El Palmar, donde Varela, siendo un católico fundamentalista, adhirió al Partido Comunista y donde nació el Mono Jojoy por esa época.

Allí llegó, enviado del sur de Tolima, Luis Enrique Hernández, alias ‘Teniente Solito’. Se realizó una asamblea de autodefensas donde se eligió un comando político y militar encabezado por Varela y por guerrilleros tanto de Sumapaz como cuadros entrenados militarmente en Viotá. El comando, de 50 guerrilleros, protegía a la población civil de los fuertes y regulares ataques de comisiones del Ejército, la Policía y las guerrillas de paz.

La gente se refugió en la llamada Selva de Galilea y en Altamizal. La presión militar obligó a dividir las fuerzas guerrilleras en dos comandos, uno para acompañar la marcha de Villarrica hacia el río Duda, en el alto Sumapaz, y otro para atacar el puesto militar de La Concepción y entretener a los militares mientras los civiles coronaban la cordillera. El ataque fue contundente y aunque murieron varios guerrilleros –incluido Solito–, las autodefensas destruyeron el puesto militar. Varela se dedicó a organizar frentes de autodefensa, mientras 4.000 campesinos se movilizaban hacia el Duda y el Guayabero, y otros hacia El Pato.

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* Escritor y autor de más de 20 libros sobre la violencia en Colombia, sociólogo, periodista y columnista de El Espectador y Comisionado de la Verdad, nacido en Bogotá en 1944. Dedicó su vida, hasta su muerte en 2019, a recorrer las zonas rurales de Colombia con la intención de dar cuenta de las otras realidades que la habitan.

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