La preocupación del papa por la crisis de derechos humanos en Colombia

Los pronunciamientos públicos sobre la situación del país y el interés de la Santa Sede de ayudar a abrir caminos de solución son una buena noticia.

Miguel Estupiñán - @HaciaElUmbral
19 de junio de 2021 - 11:49 p. m.
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La Santa Sede ha manifestado su preocupación por la crisis de derechos humanos que atraviesa el país. Recientemente, el nuncio apostólico en Colombia, Luis Mariano Montemayor, afirmó que una de las cosas que están en juego en este momento es que “la sociedad colombiana acepte que la protesta es normal en una democracia”.

Refiriéndose a la pobreza y a la desocupación como causas principales detrás de la convulsión, el embajador advirtió semanas atrás, durante una entrevista para El Espectador, que “la frustración de la esperanza es explosiva”. Según Montemayor, un factor a resolver es que el Comité Nacional del Paro no tiene dominio ni control sobre todas las manifestaciones de la protesta. A juicio del nuncio, la insatisfacción y el descontento de los jóvenes que han salido masivamente a las calles merecen atención.

En el último mes y medio, el papa Francisco se ha referido públicamente a la situación de Colombia en dos ocasiones. La primera vez fue el 9 de mayo, para rechazar la violencia; y la segunda, catorce días después, durante la celebración de Pentecostés, pidiendo evitar “comportamientos perjudiciales para la población en el ejercicio del derecho a la protesta pacífica”. Dichos pronunciamientos del obispo de Roma, así como las declaraciones de su representante en el país sobre el interés de la Iglesia católica de contribuir a que sean abiertos caminos de escucha y de negociación en este momento, hacen pensar en la importancia de la diplomacia papal en medio de la crisis. Para entender sus criterios de acción y expectativas, hay que recordar algunos aspectos del mensaje que Francisco dejó en su paso por Colombia en 2017.

La inequidad como raíz de los males sociales

“La búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”, dijo el Papa a las autoridades, reunidas junto a miembros del Gobierno y del cuerpo diplomático, así como a representantes de la sociedad colombiana, en la plaza de armas de la Casa de Nariño en la mañana del 7 de septiembre de 2017.

El obispo de Roma calificó a la inequidad como raíz de todos los males sociales y alertó sobre la necesidad de “resolver las causas estructurales de la pobreza que generan exclusión y violencia”. Ocupándose del lema “Libertad y orden”, Francisco advirtió que “no es la ley del más fuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobada por todos, la que rige la convivencia pacífica”.

En su primer gran discurso en Colombia hizo un llamado a asumir la cultura del encuentro como vía para la solución de los problemas de la nación. Según el pontífice, esta supone escuchar a los pobres, a los que sufren; dejarse interrogar por “sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes”. Por eso el Papa pidió a sus interlocutores y a todo el país poner la mirada en los marginados. “La sociedad no se hace sólo con algunos de «pura sangre», sino con todos”, añadió antes de trasladarse al palacio cardenalicio, en frente del cual lo esperaba una multitud conformada especialmente por jóvenes reunidos en la Plaza de Bolívar.

Desde el balcón del edificio eclesiástico, Francisco apuntaló su mensaje pidiendo a los jóvenes colombianos dejar que “el sufrimiento de sus hermanos” los movilizara. Ya antes les había dicho: “No se dejen robar la alegría […] ¡Cómo no van a poder cambiar esta sociedad y lo que ustedes se propongan! ¡No le tengan miedo al futuro! ¡Atrévanse a soñar a lo grande!”.

Aquellas y tantas otras palabras que el obispo de Roma dejó a su paso por el país, como las expresadas en Cartagena sobre la necesaria protección de “los derechos de la persona humana y su dignidad”, anticipaban reflexiones que años después, y ya en tiempos de pandemia, habría de consignar en su encíclica Fratelli Tutti.

Publicado el 3 de octubre del año pasado, dicho documento sintetiza la posición del papa Francisco en materia política y expone su llamado a favor de un nuevo rumbo para el género humano, con el interés de que prime el bien común y el diálogo sobre el egoísmo y la violencia. Se trata del manual de un hábil diplomático, por estos días preocupado, nuevamente, por la situación de Colombia.

Diálogo y amistad social

Con Laudato si’, de 2015, su primera encíclica inspirada en san Francisco de Asís, el Papa había hecho un primer clamor por un tipo de desarrollo humano, sostenible e integral, advirtiendo que el actual sistema económico reproduce formas de exclusión y de inequidad, al tiempo que atenta contra la vida en el planeta. Con Fratelli Tutti, su segunda encíclica social escrita a la luz de la figura de il poverello, el obispo de Roma profundizó su crítica al paradigma tecnocrático, cuestionando “el dogma de fe neoliberal” según el cual basta la libertad del mercado para superar los problemas sociales de nuestro tiempo, creencia refutada por la pandemia.

En diálogo con el pensamiento del Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, en dicho documento el Papa quita su respaldo a cualquier forma de justificación religiosa de la violencia e invita a los líderes del mundo a liberar la política de las reglas de la economía y concebirla como alta forma de caridad en función del bien común. Va más allá, al invitar a los políticos a un “amor preferencial por los últimos”. Según Francisco, los políticos están llamados a preocuparse por la fragilidad de los pueblos y de las personas y a tomar distancia de “un modelo funcionalista y privatista que conduce inexorablemente a la cultura del descarte”.

Titulado “Diálogo y amistad social”, el sexto capítulo de la encíclica contiene aportes para abrir caminos de futuro en medio de escenarios de conflicto social. “Algunos tratan de huir de la realidad refugiándose en mundos privados, y otros la enfrentan con violencia destructiva, pero entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo”, sostiene el obispo de Roma en una nueva invitación a asumir aquella cultura del encuentro de la cual habló cuando estuvo en Colombia.

Hay una imagen que a Francisco le resulta particularmente inspiradora y sobre la que suele hablar reiterativamente: “El poliedro representa una sociedad donde las diferencias conviven complementándose, enriqueciéndose e iluminándose recíprocamente, aunque esto implique discusiones y prevenciones. Porque de todos se puede aprender algo, nadie es inservible, nadie es prescindible. Esto implica incluir a las periferias”. En esa línea, el Papa no solamente pide pensar en la participación social, política y económica de tal modo que “incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la incorporación de los excluidos en la construcción del destino común”. Nuevamente, Francisco va más allá, esta vez para condenar que, en lugar de atender las legítimas exigencias del pueblo, sus reivindicaciones sociales sean acalladas por quienes prefieren consensos de escritorio o “una efímera paz para una minoría feliz”.

Para el pontífice, la paz es trabajosa y artesanal, requiere “el hábito de reconocer al otro el derecho de ser él mismo y de ser diferente”. A ese nivel de su reflexión, coincide Francisco con quienes piden gestar pactos sociales sobre la base del reconocimiento “hecho cultura” y saben advertir “otra violencia más solapada” detrás del rechazo de ciertas formas de violencia: “la violencia de quienes desprecian al diferente, sobre todo cuando sus reclamos perjudican de algún modo los propios intereses”.

“Cuando un sector de la sociedad pretende disfrutar de todo lo que ofrece el mundo, como si los pobres no existieran, eso en algún momento tiene sus consecuencias”, escribió el obispo de Roma, reiterando una idea expuesta por él en su paso por Bogotá, en septiembre de 2017: “Ignorar la existencia y los derechos de los otros, tarde o temprano provoca alguna forma de violencia, muchas veces inesperada”. Lo anterior coincide con lo dicho semanas atrás por el nuncio Montemayor, refiriéndose a la naturaleza explosiva de la “frustración de la esperanza”.

Ya en 1968, durante su visita a Colombia, Pablo VI había afirmado que “grandes crisis de la historia hubieran podido tener otra orientación si las reformas necesarias hubieran prevenido las revoluciones explosivas de la desesperación”. Pasados más de 50 años, ahora los colombianos tienen a la mano los aportes de otro papa, el primero nacido en América Latina, quien piensa que “ningún cambio auténtico, profundo y estable es posible si no se realiza a partir de las diversas culturas, principalmente de los pobres”. Como entonces, hoy también la Santa Sede espera que los líderes políticos del país estén a la altura del momento. Que Colombia sea objeto de la atención del papa Francisco, sin duda, es una buena noticia en medio de la crisis.

Por Miguel Estupiñán - @HaciaElUmbral

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Carlos(16048)20 de junio de 2021 - 10:17 a. m.
De nada sirven las preocupaciones si no se hace nada para ayudar a este pobre país.
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