Macondo: la violencia y el olvido estatal de Colombia que retrató Gabo

Aunque el libro de Gabriel García Márquez, ahora en boga por cuenta de la serie de Netflix, está situado en el territorio imaginario y mágico de Macondo, habla con claridad de un país como Colombia fracturado y atrapado en el tiempo, donde la violencia se repite cíclicamente y las víctimas parecen condenadas al olvido.

Cindy A. Morales Castillo
22 de diciembre de 2024 - 03:58 p. m.
Fotografía cedida por Netflix del actor colombiano Claudio Cataño durante su interpretación de Aureliano Buendía, durante la grabación de la serie de Netflix 'Cien años de soledad. EFE/ Pablo Arellano
Fotografía cedida por Netflix del actor colombiano Claudio Cataño durante su interpretación de Aureliano Buendía, durante la grabación de la serie de Netflix 'Cien años de soledad. EFE/ Pablo Arellano
Foto: EFE - Pablo Arellano / Netflix
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Gabriel García Márquez no solo construyó un universo literario con “Cien años de soledad”, sino que capturó con precisión premonitoria los interminables ciclos de violencia y de olvido que han marcado a Colombia.

Macondo, el pueblo imaginario donde ocurre la historia de los Buendía, es a rajatabla una metáfora viva del país: un pueblo rico en historias y belleza, una tierra prometida, pero marcada por el aislamiento, el abandono estatal, las guerras bipartidistas, la colonización, empresas extranjeras que hacen y deshacen a su antojo y, claro, el peso de su propia memoria olvidada.

“Prepara a los muchachos (…) Nos vamos a la guerra”, fue la frase tajante con la que Aureliano Buendía, el icónico personaje retratado como el comandante de las fuerzas revolucionarias de Macondo, empezó los 32 levantamientos armados que se retratan en el libro -todos perdidos- y, luego, sobrevivió al pelotón de fusilamiento.

“La guerra, que hasta entonces no había sido más que una palabra para designar una circunstancia vaga y remota, se concretó en una realidad dramática”, sigue el libro de Gabo.

Cada uno de esos conflictos, los acuerdos de paz, los armisticios y los incumplimientos de ese “Gobierno Central” que mandaba en el país donde estaba Macondo, entrelazan mito y realidad, y reflejan la influencia que tuvieron en Gabo las guerras y tensiones políticas y sociales más profundas que empezaban a darse en Colombia. El libro empezó a escribirse en 1965 y se publicó en 1967, en pleno auge de las guerrillas en América del Sur, y ni qué decir de Colombia, que ya tenía en su haber a las guerrillas liberales, como la de Guadalupe Salcedo, la de los Fonseca, al Ejército Popular de Liberación (EPL), al Ejército de Liberación Nacional (ELN) y a las extintas FARC.

Aunque Macondo es imaginario y lleva 57 años envuelto en el realismo mágico, su trama, personajes, narrativa y la exquisitez de su escritura es un reflejo de las fracturas y costuras de Colombia: el despojo, la extorsión, el desplazamiento forzado y las masacres.

“Se decía que empezó arando su patio y había seguido derecho por las tierras contiguas, derribando cercas y arrasando ranchos con sus bueyes, hasta apoderarse por la fuerza de los mejores predios del contorno. A los campesinos que no había despojado, porque no le interesaban sus tierras, les impuso una contribución que cobraba cada sábado con los perros de presa y la escopeta de dos cañones”, escribió Gabo sobre las actividades de José Arcadio Buendía que actuaba llevado por la avaricia y arengando la usurpación de las tierras de su padre.

Orlando Oliveros, escritor, periodista cultural e investigador del Centro Gabo, afirma que el conflicto es insoslayable en la trama de la novela y, por lo tanto, inevitable también en la de la serie que emite Netflix. “La serie, los últimos episodios, el sexto y el séptimo, son los que corresponden más propiamente al conflicto”, afirma.

Además: Así se toman los grupos armados las principales ciudades de Colombia

Y ejemplifica eso que les hace la guerra a los hombres con un apartado del texto. “Hay una escena del libro y también de la serie que es cuando Aureliano, después de varios años de guerra, regresa a Macondo y Úrsula lo ve. Aureliano ha cambiado por completo porque la guerra lo ha convertido en otro incapaz de tener emociones, de amar, inconmovible y que está librando una guerra más por rencores personales que por ideales de justicia, como fue al principio”.

“‘Seguro que fue un sueño’, insistían los oficiales. ‘En Macondo no ha pasado nada ni está pasando ni pasará nunca’”

Fragmento de Cien años de soledad

La masacre de las bananeras

La violencia que aqueja a Macondo no es accidental ni decorativa y es tan repetitiva que, tal como se refleja en el libro, ningún habitante es capaz de reconocerla ni de detenerla ni de recordarla, por eso se repite como una maldición provocando cientos de víctimas y rencores.

Por las páginas de Cien años de soledad -lastimosamente no tanto en la serie, según Oliveros-, pasan desde las guerras civiles del siglo XIX, la Violencia de mediados del siglo XX, hasta la explotación bananera, todo un paralelismo de la historia colombiana.

Uno de los episodios más emblemáticos del libro -alerta spoiler- es la masacre de los trabajadores de la compañía bananera, un acontecimiento que recuerda la Masacre de las Bananeras ocurrida en 1928 en la región del Magdalena, donde trabajadores en huelga fueron reprimidos brutalmente por el Ejército colombiano a instancias de la multinacional estadounidense United Fruit Company.

Lea también: ELN anuncia cese al fuego unilateral durante 11 días por fiestas de Navidad

García Márquez transforma este hecho en dos símbolos: el del negacionismo constante de los hechos y el del abandono y la violencia estructural que han caracterizado a las zonas rurales del país.

En la novela, la masacre desaparece de la memoria colectiva; sus víctimas se esfuman, como si nunca hubieran existido, mientras las autoridades y el poder institucional se empeñan en negar lo ocurrido. Esta amnesia colectiva es un eco literario de la desmemoria que ha caracterizado al conflicto armado colombiano.

, En la “vida real” de Colombia, las víctimas de estas masacres —campesinos, indígenas, afrodescendientes—, como los trabajadores de la compañía bananera en la novela, han sido reducidas a cifras en informes oficiales, mientras sus historias y sus nombres son olvidados o negados. Hechos como los falsos positivos, refutado tantas veces por las autoridades o, sin ir más lejos, los desaparecidos de La Escombrera, del que esta semana se conoció que, tal como siempre lo dijeron las madres buscadoras, sí hay restos de cuerpos en esa zona de Medellín, se asemejan a las declaraciones del libro en el que dicen que en Macondo “tampoco hubo muertos”.

“Cuando José Arcadio Segundo despertó, estaba bocarriba en las tinieblas. Se dio cuenta de que iba en un tren interminable y silencioso (…) dispuesto a dormir muchas horas, a salvo del terror y el horror, se acomodó del lado que menos le dolía, y solo entonces descubrió que estaba acostado sobre los muertos (…) al pasar por los pueblos dormidos veías los muertos hombres, los muertos mujeres, los muertos niños que iban a ser arrojados al mar como el banano de rechazo”, dice uno de los pasajes de Cien años de soledad.

Y continúa:

- “Debían ser como tres mil -murmuró.

- ¿Qué?

- Los muertos, aclaró él. Debían ser todos los que estaban en la estación.

La mujer lo midió con una mirada de lástima. ‘Aquí no ha habido muertos’ (…) ‘Seguro que fue un sueño’, insistían los oficiales. ‘En Macondo no ha pasado nada ni está pasando ni pasará nunca’”.

La ausencia estatal también se muestra en Macondo, que pasó de largos ciclos de esplendor a caer en la ruina víctima del desarrollo extractivista. Este aislamiento es una de las principales semejanzas con las zonas más afectadas por el conflicto armado en Colombia.

“Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Fragmento de Cien años de soledad

La vida gira en círculos en Macondo

Uno de los elementos más característicos de Cien años de soledad es su estructura temporal: el tiempo en Macondo no avanza de forma lineal, sino que gira en círculos. Los acontecimientos se repiten una y otra vez, como si los personajes estuvieran condenados a vivir las mismas tragedias. Esta idea del tiempo circular, que proviene de las tradiciones orales y mitológicas, encuentra un paralelismo sorprendente con la historia del conflicto armado colombiano.

Colombia ha vivido ciclos interminables de violencia. Cada etapa del conflicto parece repetir las mismas dinámicas: el abandono estatal, la disputa por la tierra, la exclusión política y la represión armada. Al igual que los Buendía, que heredan las tragedias de sus antepasados, las generaciones de colombianos han heredado un país donde la guerra y el sufrimiento parecen inevitables.

En otras noticias: Las veces en las que autoridades negaron la existencia de cuerpos en La Escombrera

Un ejemplo de ello es la actual situación de seguridad del país. Tras la firma del Acuerdo de Paz en 2016, que significó la salida negociada con la hasta entonces más antigua guerrilla de América Latina, sobrevino una época de pacificación que duró poco. El cambio de gobierno a la administración de Iván Duque, contraria al pacto firmado en La Habana, y los retrasos en la implementación del Acuerdo, entre otras razones, consolidaron la formación de las disidencias de las FARC y la expansión de otros grupos armados.

Oliveros no quiere dejar una sensación de desesperanza y dice que tanto la serie como la novela deja varias lecciones de reconciliación. “A mí me encantan los debates morales, las reflexiones y las conversaciones que tiene Aureliano con su íntimo adversario, que es también su amigo, el soldado conservador José Raquel Moncada. Ellos tienen una conversación muy interesante porque ellos entienden que el conflicto entre liberales y conservadores es un conflicto aparente, que al final descubren que son dos bandos de dos élites políticas que realmente tienen mucho en común y nada en desacuerdo y que solo están allí por el poder y que mandan a la guerra a mucha gente, pero que no les importa porque yo soy una élite política. Hoy en día podrían leerse como conversaciones en donde intentan humanizar la guerra”, asegura.

Pero sin que en la vida real podamos haber hecho eso, la frase final de la novela podría leer como una suerte de advertencia en un mundo y una Colombia violencia y cíclica: “Las estirpes condenadas a cien años de soledad no tendrán una segunda oportunidad sobre la tierra”.

✉️ Si le interesan los temas de paz, conflicto y derechos humanos o tiene información que quiera compartirnos, puede escribirnos a: cmorales@elespectador.com; jrios@elespectador.com; pmesa@elespectador.com jcontreras@elespectador.com o aosorio@elespectador.com.

Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

Temas recomendados:

Pedro(86870)24 de diciembre de 2024 - 12:41 p. m.
No olviden que a esta ficción está ligado Petro que parece un personaje de Cién años de soledad. Primero fue Aureliano (Buendía) y ahora parece el mago Melquiades por los avances que le está al país. Hay una interesante historia de ficción detrás
Jorge(89627)22 de diciembre de 2024 - 07:47 p. m.
Cindy, me gustó mucho su artículo y esa mirada suya, propia de quien vive en Colombia y conoce su historia, que va más allá de las emociones que despierta la lectura de Cien años de soledad para encontrar en ella el reflejo de nuestros conflictos, de nuestra historia. Felicitaciones. La seguiré leyendo.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.
Aceptar