Noticias

Últimas Noticias

    Política

    Judicial

      Economía

      Mundo

      Bogotá

        Entretenimiento

        Deportes

        Colombia

        El Magazín Cultural

        Salud

          Ambiente

          Investigación

            Educación

              Ciencia

                Género y Diversidad

                Tecnología

                Actualidad

                  Reportajes

                    Historias visuales

                      Colecciones

                        Podcast

                          Opinión

                          Opinión

                            Editorial

                              Columnistas

                                Caricaturistas

                                  Lectores

                                  Blogs

                                    Suscriptores

                                    Recomendado

                                      Contenido exclusivo

                                        Tus artículos guardados

                                          Somos El Espectador

                                            Estilo de vida

                                            La Red Zoocial

                                            Gastronomía y Recetas

                                              La Huerta

                                                Moda e Industria

                                                  Tarot de Mavé

                                                    Autos

                                                      Juegos

                                                        Pasatiempos

                                                          Horóscopo

                                                            Música

                                                              Turismo

                                                                Marcas EE

                                                                Colombia + 20

                                                                BIBO

                                                                  Responsabilidad Social

                                                                  Justicia Inclusiva

                                                                    Desaparecidos

                                                                      EE Play

                                                                      EE play

                                                                        En Vivo

                                                                          La Pulla

                                                                            Documentales

                                                                              Opinión

                                                                                Las igualadas

                                                                                  Redacción al Desnudo

                                                                                    Colombia +20

                                                                                      Destacados

                                                                                        BIBO

                                                                                          La Red Zoocial

                                                                                            ZonaZ

                                                                                              Centro de Ayuda

                                                                                                Newsletters
                                                                                                Servicios

                                                                                                Servicios

                                                                                                  Empleos

                                                                                                    Descuentos

                                                                                                      Idiomas

                                                                                                      Cursos y programas

                                                                                                        Más

                                                                                                        Cromos

                                                                                                          Vea

                                                                                                            Blogs

                                                                                                              Especiales

                                                                                                                Descarga la App

                                                                                                                  Edición Impresa

                                                                                                                    Suscripción

                                                                                                                      Eventos

                                                                                                                        Pauta con nosotros

                                                                                                                          Avisos judiciales

                                                                                                                            Preguntas Frecuentes

                                                                                                                              Contenido Patrocinado
                                                                                                                              27 de septiembre de 2020 - 09:00 p. m.

                                                                                                                              Contadoras de Historias: Desde el territorio hasta la urbe con esperanza de paz

                                                                                                                              Esta es la historia de una mujer indígena de Nariño desplazada por cuenta del conflicto armado. Habla sobre su búsqueda por ser alguien y sobre su pueblo. El relato hace parte del libro Contadoras de Historias, publicado por el Centro de Pensamiento y Diálogo Político.

                                                                                                                              Contadoras de Historias

                                                                                                                              Por: Mujer Indígena del Pueblo de los Pastos

                                                                                                                              Eran las nueve de la noche, ya estaba acostada, pues dormir temprano es una de las costumbres en el territorio de los Pastos. No había nadie más en casa, solo yo, y no lograba conciliar el sueño, un miedo extraño invadía mi cuerpo y agudizaba mis sentidos. Se preguntarán ¿miedo de qué o a qué?, desconocido hasta el momento, pero como decían las abuelas cuando va a pasar algo malo, el indígena lo presiente.

                                                                                                                              Y sí, una vez más se cumplían las sabias palabras de nuestras sabedoras. De repente, los perros ladraban y las vacas en el corral se asustaban. Nosotras aprendimos desde pequeñas a distinguir cómo reaccionan los animales a la presencia de desconocidos. Entonces, en medio de la oscuridad me levanté y caminé por la cocina, me acerqué a la ventana y miré en la entrada hacia la casa, varias sombras confusas entre los árboles, varios cuerpos que la oscuridad de la noche impedía identificar, sentí más miedo, dado que no era una hora apropiada para recibir visitas.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Dichos visitantes cargaban, consigo una especie de bastones largos, ¿bastones? No, no eran simples e inofensivos tallados de madera, eran armas de fuego, puesto que con el paso de los años me di cuenta qué era lo que realmente llevaban consigo. No eran ladrones o cuatreros como se les conoce en otras regiones del país. Ellos tenían otro fin, pues llamaban a mi padre por su nombre como si lo conocieran, pero él, aquella noche fría aún no llegaba a casa, se había tardado en reunión con las demás autoridades del cabildo, quienes estaban preocupados tratando de encontrar respuestas a la presencia de grupos insurgentes en el territorio, y por asesinatos de comuneros que se habían dado durante las últimas semanas. Al percatarse que el objetivo de ellos no se encontraba en el lugar, le dejaron un mensaje: teníamos 24 horas para abandonar nuestra casa. Cómo olvidar ese momento.

                                                                                                                              Lea: Las mujeres cuentan cómo viven la construcción de paz

                                                                                                                              Al día siguiente, confundidos por los hechos, ante la difícil situación, acatamos la orden y buscamos continuar con la vida en una zona menos peligrosa y la llamo así, porque la única seguridad que ofrecía el nuevo techo, era la de la guardia indígena, quienes en minga nocturna resguardaban por turnos a las familias del sector, pues se facilitaba un poco dada la cercanía de una vivienda con la otra. La tarea entonces consistía en cuidarnos los unos a los otros, contrario a donde estábamos asentados días atrás, que era una zona apartada de otros comuneros.

                                                                                                                              Equivocadamente, sentía haber superado el miedo, pero no, no fue así. Los días pasaron, extrañábamos el rancho, la chagra, la madre naturaleza, nos hacía falta todo. Ya eran dos sentimientos, el duelo y el temor, ya que en cada madrugada una casa más amanecía colorida con grafitis intimidantes, con consignas confusas de esperanza y de temor, el problema y la solución parecían estar en manos de aquellas organizaciones violentas. El territorio, se había convertido en un ambiente hostil, en donde niños y niñas crecíamos con pánico, zozobra e incertidumbre, pues las amenazas a la vida de abuelos, padres e hijos era pan de cada día. Bastaba con caminar hacia las zonas urbanas desde lo rural, para tropezar con macabros rastros de la guerra, dejados en cuerpos sin vida de conocidos o no, porque habían sido desfigurados, torturados, asesinados y bañados en sangre, la misma que impedía identificar sus rostros.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Fue entonces, cuando la ley del silencio entró a regir, nadie decía nada, ver y callar, guardar adentro recuerdos aterradores, que hacían parte del diario vivir, se escuchaba que el sigilo se debía hacer para proteger la vida. Pero ¿cuál protección de la vida?, si cualquier motivo parecía ser válido para declararlo objetivo militar, nadie sabía qué hacer, a quién acudir, estábamos en un callejón sin salida.

                                                                                                                              Aún así, todo transcurría, los de mi edad íbamos al colegio, porque era obligación estudiar. Debía ser alguien, aunque ya era alguien, pero ese alguien al que se refería mi madre, no era cualquier alguien, ella quería que saliera del territorio a la ciudad, a estudiar una carrera profesional. Esa era su ilusión o quizás no, lo que verdaderamente deseaba era proteger mi vida del terror constante. De pronto, ella anhelaba que, en vez de leer panfletos y grafitis amenazadores, leyera textos que me enseñaran a ser el alguien que ella soñaba. Espero, volver a sentarme alrededor de la tulpa, hablar y saber si ya soy alguien o aún no.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Le recomendamos: Contadoras de Historias: Recuerdos de mi infancia: 1987

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Gracias a que acaté las palabras sabias que venían desde generaciones pasadas, terminé el colegio y salí con la misión de ser alguien, pero no salí sola. En mí llevo desde siempre la memoria y la identidad de mi pueblo, un espíritu de esperanza que nos ha permitido luchar desde tiempos milenarios por un goce efectivo de derechos, para conservar lo que somos en esencia. No obstante, al llegar al contexto citadino, esa ilusión se vio opacada, porque una vez más mis sanas costumbres, principios y todo lo que acarrea el ser mujer indígena, se vieron doblemente afectados. En varios escenarios tuve que ocultar lo que soy, esconderme, callarme debido al rechazo, la burla y la discriminación, porque así ha sido y aún es así como los prejuicios, etiquetas y estereotipos golpean fuerte a los que somos del sur del país y más aun a los indígenas.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              El tiempo avanzó y junto a él con muchos obstáculos se dio el logro de un título profesional, creo que por fin era alguien. Sí, efectivamente ya era alguien, quien, gracias a los buenos principios trasmitidos de generación en generación, la sabiduría, orientación de la mujer que me dio la vida y el conocimiento académico se complementaron, y salió a flote la fuerza que nos ha caracterizado a las indígenas Pastos. El miedo, guardado durante años, que me ponía una barrera a la hora de expresarme quedó en una parte de la historia, por fin el temor se había ido de mi sentir. Además, aprovechando la coyuntura del país y al tener a la vanguardia la necesidad de comprender desde la ciencia el accionar de la guerra, empiezo a pensar en estrategias encaminadas a mitigar el impacto de la confrontación armada en las minorías, quienes hemos sufrido por doble los flagelos en nuestros territorios y el abandono estatal.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Es así, como comienza un proceso de aporte en la construcción de paz, primero desde la vivencia que me ha dado lugar a desarrollar empatía en las comunidades afectadas, segundo en estudiar de manera objetiva algunas de las incalculables raíces del problema, para finalmente atreverme a afirmar que las bases de la paz se construyen en cada familia, y si no ¿por qué los buenas somos más? Ya en este punto, le doy especial relevancia a la memoria ancestral, esa memoria que nos ha permitido seguir vivos a nosotros los nativos, y no hablo de cualquier tipo de vida, sino de la vida de un indígena, con espíritu de lucha, que no conoce cansancio, quien a pesar de las dinámicas complejas ha resistido históricamente, guarda la esperanza de que seamos alguien en un mañana mejor.

                                                                                                                              La duda sigue, ¿soy ese alguien que soñaban mis abuelos?, considero que aún me falta, porque en el proceso de construcción de la paz, está primero ubicarnos en qué punto y cómo podemos aportar desde la diversidad, en el logro de la consecución de este derecho, sin embargo, con la recuperación de la memoria, empezaríamos a trazar un camino.

                                                                                                                              Por: Mujer Indígena del Pueblo de los Pastos

                                                                                                                              Eran las nueve de la noche, ya estaba acostada, pues dormir temprano es una de las costumbres en el territorio de los Pastos. No había nadie más en casa, solo yo, y no lograba conciliar el sueño, un miedo extraño invadía mi cuerpo y agudizaba mis sentidos. Se preguntarán ¿miedo de qué o a qué?, desconocido hasta el momento, pero como decían las abuelas cuando va a pasar algo malo, el indígena lo presiente.

                                                                                                                              Y sí, una vez más se cumplían las sabias palabras de nuestras sabedoras. De repente, los perros ladraban y las vacas en el corral se asustaban. Nosotras aprendimos desde pequeñas a distinguir cómo reaccionan los animales a la presencia de desconocidos. Entonces, en medio de la oscuridad me levanté y caminé por la cocina, me acerqué a la ventana y miré en la entrada hacia la casa, varias sombras confusas entre los árboles, varios cuerpos que la oscuridad de la noche impedía identificar, sentí más miedo, dado que no era una hora apropiada para recibir visitas.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Dichos visitantes cargaban, consigo una especie de bastones largos, ¿bastones? No, no eran simples e inofensivos tallados de madera, eran armas de fuego, puesto que con el paso de los años me di cuenta qué era lo que realmente llevaban consigo. No eran ladrones o cuatreros como se les conoce en otras regiones del país. Ellos tenían otro fin, pues llamaban a mi padre por su nombre como si lo conocieran, pero él, aquella noche fría aún no llegaba a casa, se había tardado en reunión con las demás autoridades del cabildo, quienes estaban preocupados tratando de encontrar respuestas a la presencia de grupos insurgentes en el territorio, y por asesinatos de comuneros que se habían dado durante las últimas semanas. Al percatarse que el objetivo de ellos no se encontraba en el lugar, le dejaron un mensaje: teníamos 24 horas para abandonar nuestra casa. Cómo olvidar ese momento.

                                                                                                                              Lea: Las mujeres cuentan cómo viven la construcción de paz

                                                                                                                              Al día siguiente, confundidos por los hechos, ante la difícil situación, acatamos la orden y buscamos continuar con la vida en una zona menos peligrosa y la llamo así, porque la única seguridad que ofrecía el nuevo techo, era la de la guardia indígena, quienes en minga nocturna resguardaban por turnos a las familias del sector, pues se facilitaba un poco dada la cercanía de una vivienda con la otra. La tarea entonces consistía en cuidarnos los unos a los otros, contrario a donde estábamos asentados días atrás, que era una zona apartada de otros comuneros.

                                                                                                                              Equivocadamente, sentía haber superado el miedo, pero no, no fue así. Los días pasaron, extrañábamos el rancho, la chagra, la madre naturaleza, nos hacía falta todo. Ya eran dos sentimientos, el duelo y el temor, ya que en cada madrugada una casa más amanecía colorida con grafitis intimidantes, con consignas confusas de esperanza y de temor, el problema y la solución parecían estar en manos de aquellas organizaciones violentas. El territorio, se había convertido en un ambiente hostil, en donde niños y niñas crecíamos con pánico, zozobra e incertidumbre, pues las amenazas a la vida de abuelos, padres e hijos era pan de cada día. Bastaba con caminar hacia las zonas urbanas desde lo rural, para tropezar con macabros rastros de la guerra, dejados en cuerpos sin vida de conocidos o no, porque habían sido desfigurados, torturados, asesinados y bañados en sangre, la misma que impedía identificar sus rostros.

                                                                                                                              Read more!

                                                                                                                              Fue entonces, cuando la ley del silencio entró a regir, nadie decía nada, ver y callar, guardar adentro recuerdos aterradores, que hacían parte del diario vivir, se escuchaba que el sigilo se debía hacer para proteger la vida. Pero ¿cuál protección de la vida?, si cualquier motivo parecía ser válido para declararlo objetivo militar, nadie sabía qué hacer, a quién acudir, estábamos en un callejón sin salida.

                                                                                                                              Aún así, todo transcurría, los de mi edad íbamos al colegio, porque era obligación estudiar. Debía ser alguien, aunque ya era alguien, pero ese alguien al que se refería mi madre, no era cualquier alguien, ella quería que saliera del territorio a la ciudad, a estudiar una carrera profesional. Esa era su ilusión o quizás no, lo que verdaderamente deseaba era proteger mi vida del terror constante. De pronto, ella anhelaba que, en vez de leer panfletos y grafitis amenazadores, leyera textos que me enseñaran a ser el alguien que ella soñaba. Espero, volver a sentarme alrededor de la tulpa, hablar y saber si ya soy alguien o aún no.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Le recomendamos: Contadoras de Historias: Recuerdos de mi infancia: 1987

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Gracias a que acaté las palabras sabias que venían desde generaciones pasadas, terminé el colegio y salí con la misión de ser alguien, pero no salí sola. En mí llevo desde siempre la memoria y la identidad de mi pueblo, un espíritu de esperanza que nos ha permitido luchar desde tiempos milenarios por un goce efectivo de derechos, para conservar lo que somos en esencia. No obstante, al llegar al contexto citadino, esa ilusión se vio opacada, porque una vez más mis sanas costumbres, principios y todo lo que acarrea el ser mujer indígena, se vieron doblemente afectados. En varios escenarios tuve que ocultar lo que soy, esconderme, callarme debido al rechazo, la burla y la discriminación, porque así ha sido y aún es así como los prejuicios, etiquetas y estereotipos golpean fuerte a los que somos del sur del país y más aun a los indígenas.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              El tiempo avanzó y junto a él con muchos obstáculos se dio el logro de un título profesional, creo que por fin era alguien. Sí, efectivamente ya era alguien, quien, gracias a los buenos principios trasmitidos de generación en generación, la sabiduría, orientación de la mujer que me dio la vida y el conocimiento académico se complementaron, y salió a flote la fuerza que nos ha caracterizado a las indígenas Pastos. El miedo, guardado durante años, que me ponía una barrera a la hora de expresarme quedó en una parte de la historia, por fin el temor se había ido de mi sentir. Además, aprovechando la coyuntura del país y al tener a la vanguardia la necesidad de comprender desde la ciencia el accionar de la guerra, empiezo a pensar en estrategias encaminadas a mitigar el impacto de la confrontación armada en las minorías, quienes hemos sufrido por doble los flagelos en nuestros territorios y el abandono estatal.

                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Es así, como comienza un proceso de aporte en la construcción de paz, primero desde la vivencia que me ha dado lugar a desarrollar empatía en las comunidades afectadas, segundo en estudiar de manera objetiva algunas de las incalculables raíces del problema, para finalmente atreverme a afirmar que las bases de la paz se construyen en cada familia, y si no ¿por qué los buenas somos más? Ya en este punto, le doy especial relevancia a la memoria ancestral, esa memoria que nos ha permitido seguir vivos a nosotros los nativos, y no hablo de cualquier tipo de vida, sino de la vida de un indígena, con espíritu de lucha, que no conoce cansancio, quien a pesar de las dinámicas complejas ha resistido históricamente, guarda la esperanza de que seamos alguien en un mañana mejor.

                                                                                                                              La duda sigue, ¿soy ese alguien que soñaban mis abuelos?, considero que aún me falta, porque en el proceso de construcción de la paz, está primero ubicarnos en qué punto y cómo podemos aportar desde la diversidad, en el logro de la consecución de este derecho, sin embargo, con la recuperación de la memoria, empezaríamos a trazar un camino.

                                                                                                                              Por Contadoras de Historias

                                                                                                                              Ver todas las noticias
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Read more!
                                                                                                                              Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
                                                                                                                              Aceptar